La dimensión del deseo/C7 Mientras esté contigo
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C7 Mientras esté contigo

Aitana

Me había dormido otra vez,era ya algo preocupante la cantidad de horas que dormía, siempre que me recostaba en cualquier sitio cómodo, me rendía.

Estaba sola en casa, mi madre había ido a ver a mi hermana. Me habría encantado ir yo también,pero no lo creí oportuno aún.

Mientras yo me restregaba los ojos, bajando las escaleras en bragas y una camiseta de Ashton sonó el timbre de la puerta.

Por la mirilla ví a Sila.

— Hola Aitana, ¿Puedo pasar?

— Claro cariño entra. ¿Y Allan?

Ella siempre tenía al niño. A menos que lo tuviera Camila,el pobresito se había colado en el corazón de todos,poco a poco.

— Lo tiene Cami, se siente más sola que yo Aitana, y ahora con esto de la suspensión del juicio, estamos cada vez más lejos de saber cómo será nuestro futuro. A veces me arrepiento tanto de haber aceptado la desición de Carter de entregarse, lo extraño mucho. Casi prefiero ser una delincuente, pero a su lado.

Llevaba un vestido rosa suelto, que estaba llenando de lágrimas que resbalaban de su rostro. Me senté a su lado en el sofá y la abracé acariciando su rubio pelo. Era tan hermosa que daba pena verla sufrir así. Toda su vida sufriendo. Su única alegría había sido Carter.

— Tranquila cariño, ya verás que todo se resuelve. Al final el y Muriel fueron los principales colaboradores para apresar a toda esa gente, eso según el fiscal será una atenuante para ellos.

— Ahora llamé, para hablar con el y me dijeron que no se podía poner. Tengo miedo Aitana, mucho. Vivo pensando que Simón le haga algo, si se entera de que Carter lo traicionó.

— Sila, ahora mismo llamaré a Steve, el fiscal, el dijo que se mantendría eso en secreto. Con la información que tienen es más que suficiente para que no salgan en la vida. Ni Andrew tampoco. Solo que ahora solo Aidan sabe cuál es la situación de él, no quizo que Ash interviniera. El se encarga de ir al hospital y nos informa de la situación. Vamos a llamar a Steve.

Luego de darle un vaso de agua a Sila y bajo su total atención llamo al fiscal. Si Ash sabe que lo voy a llamar le da algo. Tiene celos del fiscal.

— Dime Ashton — como es su teléfono no se espera que soy yo.

— Hola, soy Aitana, me gustaría hacerle una pregunta.

— Que sorpresa más bonita, sabes que no me tienes que hablar de usted, dime Steve por favor. Me encanta tu nombre. ¿En qué puedo ayudarte?

Ya está ligando el tío, este no se cansa.

— Verás, es que me gustaría saber acerca de Carter, su novia está preocupada. Llamó y no se lo pusieron.¿No le ha pasado nada verdad?

Sila me mira con preocupación, quizá debí formular la pregunta de manera menos negativa.

— Aitana, Samuel Carter en estos momentos es información clasificada. No puedo hablar del tema, lo siento.

Oh dios mío...

— Por favor Steve, dame algún dato, eso que me dices es todavía más inquietante. Ayúdame.

Suspira y cuando creo que lo he convencido responde...

— No sabes cómo me gustaría poder hacerte feliz— ignoro el doble sentido en esa frase— sin embargo, lo único que puedo decirte es que está muy bien. Más que bien Aitana. Espero que eso las tranquilice, no puedo decir nada más. Y a pesar de lo hermoso que resulta que me llames y lo dulce que se escucha tu voz, te voy a ahorrar otra llamada como esta.

Ruedo los ojos por la insistencia sutil de este tío, Ash se pondrá furioso si sabe que lo llamé, borraré la llamada o se liará.

— Muriel también está en una situación extraordinaria de la que no, puedo decir nada. Así que deben esperar noticias de ellos. Solo eso, estan bien, no puedo decir más.

— ¿Te molestaría si te hago una última pregunta?

— De tí no me molestaría nada Aitana, nunca. Pero no sé si esté en mis manos responderla.

Joder, este tío me ponía nerviosa. No sé cortaba un pelo, ni siquiera porque lo estoy llamando del móvil de Ashton, aunque supongo que imagina que mi novio no está al tanto, sino no podría llamarlo.

— ¿Hay alguna novedad con el juicio?

— Novedades hay muchas preciosa, pero como ya te avisé no puedo decirte. En cuanto pueda hacerlo, te llamaré.

— Si, por favor, sino puedes llamar a mi novio o a mi cuñado.

— Si tengo que llamar, prefiero llamarte a tí. Siempre es un gusto oír tu voz.

No supe que contestar.

— Muchas gracias, disculpa si te puse en un compromiso. Adiós.

— Llámame siempre que quieras, lejos de molestarme me encanta, y hasta luego Aitana, prefiero no decirte adiós.

Y colgó, me quedé mirando el aparato completamente descolocada. El era muy insistente, de forma políticamente correcta, pero era un coqueteo a las claras.

— ¿Que te dijo? Si mi primo lo sabe se pone hecho una furia, gracias por ayudarme.

— Bueno, no le diremos nada a Ash, pero según el fiscal, Carter y Muriel están muy bien, pero no me dijo más, dice que es clasificado.

— Ya eso es algo, por lo menos sé que no está herido o algo peor. Perdóname por ponerte en ese compromiso, sé que ese guapo fiscal babea por tí. No sé cómo lo hacen los hombres para diferenciar entre tu y tu hermana. Supongo que la conozca también. Habrá flipado.

Dice una divertida Sila. Justo en ese momento recibe un mensaje.

— Ay dios, Aitana. Es Carter, lo sé. Me puso lucesita te veo esta noche. Me voy, dejaré el niño con Cami, estoy muy asustada.

— No te preocupes nena, ya me contarás. Si hubiese pasado algo...ilegal, me lo habría dicho el fiscal. Esto tendrá una explicación, ya me contarás.

Luego de irse Sila, recibí un mensaje de mi madre diciendo que se quedaría con mi hermana.

Todos se habían largado esta noche a hacer sus cosas y a mí, me habían dejado sola. Hasta Aidan me dijo que no venía, que se quedaría en la agencia. Resulta que ahora todos le comunicaban a Ashton las cosas, sino llego a tener su móvil, no me entero.

La chica de esta tarde no había vuelto a llamar.

Después de hablar con Ashton había decidido darle el beneficio de la duda, no quería ser una novia paranoica y posesiva pero estaría al pendiente, solo que su manera de ser conmigo le daba cierto crédito merecido. Nunca me había sentido insegura con el, si algo sostenía mi vida, era la seguridad que Ashton me daba con su amor.

En vista de que nadie vendría a comer, decidí ver que había preparado mi madre... me saboreé cuando ví la lasagna.

Tomé la pequeña bandeja con la lasagna encima y me agaché a meterla en el horno, comería sola pero caliente. Active el aparato y justo cuando estaba cerrando la tapa...

— Joder nena, si me recibes en esa posición todos los días, follaremos mucho cariño, se me ha puesto tiesa en tiempo récord.

Me giro un poco asustada, menudo arte tiene el chaval para entrar en silencio.

— Ya lo hacemos suficientes veces al día como para que te quejes. ¿Acaso no te doy lo suficiente?

No pude evitar soltar la caña, a ver si picaba algo. Esto de disimular se me haría muy difícil.

— Angelito, estás muy rara desde esta mañana,¿Hay algo que me quieras contar?— me tomó de la cintura y me subió a la isla de la cocina metiéndose entre mis piernas, dejando las llaves y mi móvil a un lado para pasear las yemas de sus dedos por mis muslos.

— Nop, ¿Algo que quieras contar tu? — le respondí con otra pregunta, es que era difícil ignorar la vocesita en mi cabeza que me pedía lo encarara y le dijera que lo habían llamado.

Cuando sus manos se cerraron sobre mi cintura bajo la camiseta y su boca se posó en mi cuello, decidí esperar a que el mismo viera la llamada que yo había recibido y si no era nadie conocido, el me preguntaría quien llamó. Sino lo hacía... malo.

— Si nena, yo si tengo algo que contar.

— Ah, que bien.¿Y eso es...?— ya no estaba tan segura de querer saber.

— Tus orgasmos cariño, quiero contar cuantos orgasmos puedes tener de aquí a mañana.¿Dónde está tu madre?— demonios, como me ponía con tres palabras. Lo quería tanto que dolía pensar que podía irse todo esto a la mierda.

— Con Amaia, se quedará con ella hoy.

Su sonrisa maliciosa hizo su aparición al mismo tiempo que Ash se estiró, apagó el horno y me sacó la camiseta por la cabeza para saborear entre sus labios mis ya, muy duros pezones.

— ¡Oh Ash, no sabes cómo te amo!

Aquello fue como un detonante para su pasión. Me arrasó la boca con desespero, nuestras lenguas se batían en una guerra por el poder del beso, sus manos apretaron mis nalgas echándome hacia adelante para incrustar mi sexo en la potente erección que se escondía dentro de sus pantalones. Y mis manos se enterraron en su pelo.

— Nena, como te deseo. He venido corriendo desde que me llamaste, dejé todo a medias y vine para saborear tu piel, tocar tu cuerpo y venerar nuestro amor. Joder, me vuelves loco. Voy a morir un día de deseo por tí.

De un hombre así, era difícil dudar.

Tomó mis piernas por detrás y las abrió más justo después de quitar mis braguitas, dejándome completamente desnuda y hundió su boca en mi sexo, arrodillado en el piso.

Mis manos aferraron su cabello con más fuerza, mientras mi cuerpo se recostó sobre algún electrodoméstico que tenía detrás, su lengua era tan brutal en sus lamidas que me encontré gritando fuerte cuando la introdujo dentro de mí.

— Eso nena, grita, grita mucho hasta que los vecinos se sepan mi nombre.

— Ah, maldito seas, no pares, sigue. — murmuré agitada subiendo las manos en busca de apoyo y terminé tirando de mi pelo cuando sentí lo que me hizo ahí debajo.

Dió una mordida a mi clítoris y lo estiró entre sus dientes al mismo momento que enterraba dos dedos en mí vagina.

Me colocó los pies en el borde de la isla y me obligó a recostarme aún más sobre lo que tenía detrás.

Tan abierta de piernas como estaba, me sentía ardiendo de lujuria y ganas por él. Sus dedos me seguían penetrando sin descanso y su boca besaba ahora, la cara interna de mis muslos, dejando pequeñas mordiditas.

Gemidos a ojos cerrados escapaban de mis labios entreabiertos por la pasión del momento. Y justo cuando un tercer dedo se coló en mi interior, me dejé ir con fuerza y gritando su nombre entre mis labios mordidos por mis dientes.

— Joder angel, eres maravillosa. La puta gloria, nena.

Se desvistió completamente mientras yo me recuperaba del rápido orgasmo y buscaba, con la vista, posibles personas que pudieran ver desde fuera lo que hacíamos en la cocina.

Un poco tarde para eso, pero me sentí avergonzada.

Se me pasó enseguida cuando Ashton bajo mis piernas y las colocó en unas gavetas que abrió,de la parte de abajo de donde estaba sentada.

— Te quiero bien abierta, de ninguna manera me abraces con esas maravillosas piernas. Quiero espacio para entrar bien lejos Aitana.

Y me penetró, de un solo golpe, bien duro, bien hondo, bien rico.

— ¡Hija de puta! Que estrecha eres maldita sea, me exprimes como si fuera la primera vez. Nena, yo sí que te amo.

Me tomó del pelo y arremetió contra mi boca y mi sexo a la vez. Conforme su lengua entraba en mí, su miembro viril me taladraba.

Una guerra de gemidos y jadeos comenzamos a librar dentro de la boca del otro. Sus manos dejaron mi pelo para acariciar mis pechos y retorcer mis pezones.

Mis dientes se clavaron en su hombro y mis brazos tiraron de su cuello sirviendome de impulso para encajarme más en su falo.

Una embestida tras otra, un grito seguido de otro. Labios contra piel y dientes que mordisqueaban zonas puntualmente erógenas fueron la compañía perfecta del combate sexual que teníamos sobre la encimera de la cocina de mi madre.

El sudor bajaba por la espalda de Ashton bajo mis furiosas uñas, mientras sus dedos resbalaban en mis caderas también sudorosas.

Casi rompo las gavetas de la presión que hacía cada vez que el salía de mi y yo quería arrastrarlo bien hondo de nuevo.

Una embestida tras otra, un grito seguido de muchos gemidos más, fue lo que marcó cada segundo de nuestro demente encuentro sexual.

No podía parar de gemir cada vez que se deslizaba dentro de mi, y mucho menos de lloriquear cada vez que salía. Era desquiciante como se metía dentro, un ritmo frenético siguió el resto de nuestro combate.

— Vamos nena, dámelo cariño, quiero otro orgasmo. Déjate ir.

Su mano se coló entre nuestros cuerpos y con una sola caricia me robó un segundo orgasmo que lo arrastró al climax a él también.

— Mírame angel, abre los ojos.

Mi cabeza que estaba apoyada en su hombro se levantó con vida propia y nos miramos a los ojos.

— Yo te amo, como nunca amé en mi vida y jamás amaré a nadie.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y abrazando mi cuerpo al suyo susurré en su oído...

— No sabría seguir sin ti Ash, ámame siempre, que yo no soy capaz de dejar de hacerlo.

Aún sintiendo su carne dentro de la mía y con la respiración agitada, nos besamos lento, uniendo nuestras lenguas en una espiral de sensaciones maravillosas. Estábamos siendo tiernos el uno con el otro. Dándonos fé en nuestro beso, de lo mucho que nos amabamos.

— Nena, ni creas que hemos acabado. — apretó mis nalgas y me rodó por la encimera hasta el, me cargó y encaminandose hacia nuestra habitación dijo bajito en mi oído — si me esperaste con el culo en pompa, ahora me lo debes... Vamos a entrar por la trastienda, no puedes enseñarme el dulce y no dejarme comerlo.

Empezó a subir conmigo encima y el dentro de mi, las escaleras, su fuerza era impresionante.

No sé porqué, pero ahora mismo el morbo y el deseo era tan grande, que sentía más ganas que el de sentirlo dentro, por la zona franca...

Amaia

Aquel mensaje me había dejado nostálgica, esas palabras me habían tirado al pozo de los recuerdos.

Recuerdos de Aidan persiguiendome, tomándome a su antojo, demandando por todo, entrando en crisis hasta por lo más absurdo.

Recordé lo que sentí la primera vez que estuvimos juntos, la última y todas las intermedias.

Nadie podía entender como me sentía, nadie podía devolverme lo que Andrew me había robado.

Y lo peor era, que ni siquiera lo recordaba, las malditas lagunas que me dejó el estrés postraumático me impedían recordar del todo lo que había sucedido.

En el fondo me alegraba, ya era suficientemente asqueroso recordar cómo me amarró antes de llevarme en el coche, como sus dedos rozaban mis muslos y mis senos todo el camino hasta el maldito sitio abandonado donde me violó.

Recordar su cuerpo sobre el mío, sus repugnantes manos rompiendo mi ropa, su lengua en mi cuello y su mano entre mis piernas, eso era suficientemente duro, como para soportar también, terminar de recordar todo lo que pasó cuando mordí su miembro que quizo meter en mi boca y me golpeó tan fuerte que perdí el conocimiento. Si Douglas no le hubiera disparado, yo no estaría viva ahora mismo.

Y aunque esté llena de traumas, con toda mi familia lejos y me sienta a kilómetros de mi Aidan, al menos estoy viva para vengarme, de él y de mi padre.

Tenía que hacer lo que fuera para no salirme de la misión, se me tenía que ocurrir algo para calmar a Aidan y poder seguir con la misión de encontrar a mi padre y a toda esa red que dejó Andrew detrás y que aún no está descubierta.

Eso me lo debo a mi misma...

Un toque en la puerta me sobresaltó, tomé mi arma y asomandome a la mirilla sentí mi corazón bombear a full.

Cuando ví quién era, no podía estar más sorprendida.

Escondí mi arma y abrí a mi madre, que me abrazó como si no lo fuera a hacer nunca más.

— Hola mamá, pasa. ¿Que haces aquí?

— Amaia, sé que tú no tienes hijos cariño, pero cuando los tengas sabrás que verlos sufrir te hace sentir con las venas abiertas y a punto de morir. Mi hija está sufriendo y quiero saber porqué.

No estaba lista, no podía hablar de eso aún. Mi madre merecía una explicación pero yo no estaba lista. No quería la lastima de nadie ni el asco de Aidan, no podía decir nada. Solo Douglas sabía, ni siquiera a Julia le había contado, no podía. El me vengó disparandole a Andrew en los huevos, ya nadie volvería a ser violado por el; pero tuvo la entereza de mostrarse sereno e inmutable cuando me desahogué con el. Me dió un abrazo y nunca más tocó el tema, fue quien me metió en esta misión para lograr mi venganza pero jamás, me ha dado una mirada de lastima, ni derramó las lágrimas que se que mi madre derramaría si lo supiera.

No quiero más lágrimas de pena en mi vida.

Ahora soy fuerte y me tengo a mí para impedir, que otro hijo de puta me someta.

— ¿Quieres algo de beber mamá?

— Quiero la verdad Amaia, quiero saber que pasó, cómo, cuando y dónde...

Se sentó en mi sofá y yo me recosté en la puerta de la calle, no podía hacerlo. Y desde luego no lo haría.

— Mamá, dame tiempo por favor. No es fácil, para contarte tengo que volver a un momento muy oscuro y difícil para mí — me agaché delante de ella y con sus manos entre las mías, ví la primera y esperada lágrima salir de sus ojos.

— Lo que tú necesites, pero dime qué estás bien ahora. Que no estás pasando por ningún chantaje o algo parecido para no volver a casa.

Me levanté y dándole la espalda respiré profundo. Nadie podía entender el daño que me causaba hablar de estas cosas.

— Nunca más mamá, nunca más en mi vida seré chantajeada no obligada a nada. Eso puedo jurartelo, antes me pego un tiro.

— No digas eso mi niña, yo tengo la culpa de lo que sea que te haya pasado, pero te prometo que ahora estaré al pendiente de tí y de tu hermana para que nunca más sufran por mi culpa.

Sus lágrimas se multiplicaban y llamaban a las mías, pero yo ya no lloraba muy seguido. Esto era justo lo que quería evitar y alomejor había sonado duro lo que le había dicho, pero precisamente para ahorrarme esto, es que no quería hablar.

— En mi pasado hay muchos culpables, pero te aseguro que en mi futuro no repetirán la historia. No te preocupes mamá que ahora estoy bien y en el futuro está fenomenal. Solo necesito tiempo.

¿Te puedes quedar conmigo está noche?

Se le iluminaron los ojos a la pobre.

— Claro mi niña, me haría muy feliz. Te voy a abrazar toda la noche y acariciaré tus cabellos hasta que te duermas como cuando eras chiquita. Le avisaré a tu hermana.

— Seguro se molesta, no quiero que discutan mamá, si quieres puedes ir a casa. Yo estaré bien.

— No cariño, ella sabe que estoy aquí y te mandó una invitación para la inauguración del club, no se molestará, solo está dolida cariño, pero se le pasará.

Y así pasamos la tarde y la noche. Juntas.

Mi madre había traído una lasagna deliciosa y la acompañamos con algunas copas de vino. Le conté sobre mi entrenamiento de defensa personal y mi permiso para portar armas, sin decirle de la agencia claro está.

Me dolió mentirle pero era un trámite que debía seguir por protocolo. Mi venganza era más importante que nada en mi vida.

Le dije que había empezado a trabajar como seguridad personal de un empresario y que viajaría seguido, así no se extrañaría de ver mi arma ni de mis ausencias de vez en cuando. Se asustó un poco, pero como le trataba con tanto cuidado no objetó mucho más.

Dormí después de tanto tiempo casi toda la noche. Me dormí en los brazos de mi madre, sus dedos acariciaban mi pelo y sus labios besaban mi frente repetidas ocasiones.

A las dos de la mañana desperté de mis acostumbradas pesadillas y por suerte no levanté a mi madre.

Salí a mi terraza a fumarme un cigarrillo y mi móvil vibró.

— ¿Que quieres Aidan?¿Has visto la hora?

— Tu eres lo que quiero pequeña, y la única hora que veo es la de estar a tu lado mi vida.

Su voz era un tranquilizante y a su vez un acelerador para mí corazón.

Llevé mi cigarro a mis labios y aspiré largo.

— No sé si me gusta más que fumes o que no lo hagas.

No me lo puedo creer...

—¿Me estás espiando Aidan?

— Eh... No, no pequeña, es solo que sentí como aspiraste humo y recuerda que yo también fumo, ahora que sé que lo haces te imaginé y me pareció bien sexy.

— No te creo, si descubro que me estás vigilando...

—¡¿Qué?!... ¿Dime qué harás?

— Buenas noches Aidan.

— Te amo mi pequeña. Muero por tenerte conmigo y juro que mañana dormirás a mi lado.

Colgué con el corazón latiendo peligrosamente rápido.

El día pasó rápido, dicen que cuando estás a gusto, el tiempo vuela, y así fue. Con mi madre estaba tan tranquila que me parecía mentira.

Salimos de compras, ella me quizo regalar un vestido para esta noche, y terminamos comprando el dichoso vestido rojo.

Ashton había dicho que debía ser rojo y el único que encontramos que no fuera vulgar pero si de noche sin ser demasiado serio, era muy sugerente para mí gusto.

Mi madre se fue a su casa y dijo que ella no estaría en la inauguración, que esos sitios no eran para gente de su edad, pero que estaba muy feliz de que fuera a ir. Sobre todo por las esperanzas que albergaba de que Aidan y yo arreglaramos lo nuestro, sin saber que nosotros ya no teníamos arreglo.

Tenía dos invitaciones para el mismo evento así que tomé una y salí en un taxi para el sitio, hoy quería beber algo y sería mejor no conducir luego.

Metida dentro del rojo vestido, con toda la espalda escotada, justo hasta encima de la curva de mi trasero y con nada más que unos tacones negros como complemento y por supuesto una cartera de noche con el móvil, las llaves y los cigarrillos llegué sin ninguna ropa interior al lugar.

Me recibió una alfombra roja impoluta que me llevó adentro del club, que rezaba encima con un halógeno rojo“El deseo”.

Había una larga fila para entrar, pero mi pase vip me la evitó.

Dentro todo tenía mucho estilo.

Me encontré en una sala enorme con un bar de fondo, inmenso y una sexy camarera detrás de la barra. También había un chico bien guapo que entre ambos se repartían el trabajo, que no era poco. El sitio estaba lleno.

El salón era enorme bordeado de sofás dobles y en forma de ele, muchísima gente estaba ocupandolos y obviamente entretenidos ligando unos con otros. Pero nada vulgar ni sexual, era todo muy sensual.

Caricias entre parejas muy sutiles, algún que otro baile seductor sobre la pista y algo que llamó mi atención fue, los tres pasillos que se veían detrás de cortinas rojas, negras y blancas en cada uno de ellos.

Estos pasillos tenían un cartel encima que evidentemente indicaban el nivel de zona al que podían dirigirse los clientes.

Un cartel decía ilusión, el segundo pecado y el tercero lujuria.

No sabía muy bien a dónde debía ir y dada la ausencia de mis conocidos hasta el momento fui hasta la barra a pedir un trago quedando justo al lado del pasillo del pecado.

— ¿Me pones un gintonic por favor?

El guapo moreno me observó asombrado con sus verdes ojos.

— Que me jodan si te estoy confundiendo pero tú eres Amaia,¿Cierto?

— Pues sí, es raro que siempre sepan cuál es mi hermana y cuál soy yo con lo idénticas que somos.

Me sonrió negando y preparando rápido mi trago.

— Querida, soy Remy y créeme que no sabría que eres tú de no ser porque tú hermana acaba de pasar a su oficina y va con el cabello recogido, me advirtió que vendrías. Pero joder tía, que buena estas, jamás me ha gustado una chica, pero tú sí me gustas. Estás para convertirme en hetero cariño.

— Ya me caes bien Remy, ¿Puedo fumar aquí? — sonreí al moreno ojiverde.

— Puedes fumar hasta en mi boca preciosa.

— Si te oye Aidan hablándole así a su mujer, te arranca la polla y te la clava en el culo Remy. Veo que ya conociste a mi cuñada.

Ash me besa la frente como el osito cariñoso que es y pasando un brazo por mis hombros me quita el cigarro con la otra mano y le da una calada.

— Joder tío, para una vez que me planteo dejar de morder almohadas y llega el orangután de tu hermano y se me cuela. ¿Cómo no te la tiraste tu antes?

Nos reímos pero a carcajadas, este chico es maravilloso.

— Yo no cambio a mi ángel ni por la virgen María Remy, además esto tiene copyright desde que mi hermano la vió por una ventana.

— Ya cállate Ash, deja de hablar de mí como si el fuera mi dueño.

Joder que cabreo me estaba entrando.

— Es que lo es Amaia, hasta tu lo sabes. Espera aquí, no tardó nado. Quiero que conozcas el sitio y enseñarte de que va. Pero debo hacer una llamada rápida.

¿Que llamada tendría que hacer Ashton tan misteriosa?

Pero bueno, ni el es mi novio ni me preocupa eso, el adora a mi hermana. Es mi yo posesiva que se revela.

Remy siguió a lo suyo, la barra estaba repleta de gente.

Me quedé en una esquina con mi trago y mi cenicero escuchando la suave y sensual música cuando sintió unos dedos recorrer mi espina dorsal.

No le hacía falta girarme para saber que era él. Su tacto era inigualable y mis sentidos lo conocían más que yo misma.

Mis párpados cayeron unos encima de los otros y con el cigarro entre mis labios lo sentí respirar en mi oído antes de hablar, sin dejar de subir y bajar sus dedos por mi columna.

— Me encanta como cada vello de tu piel se levanta para saludar a su dueño... Pequeña.

Esa última palabra la arrastró de forma sexy en mi oído mientras mordía el lóbulo de mi oreja.

Jodeeeer, que humedad se coló entre mis piernas, puto Aidan.

Me sacó el cigarro de entre los dientes y lo llevó a su boca, mis ojos siguieron el movimiento de su mano hasta que sé clavaron en sus labios y lo observé aspirar el humo y luego soltarlo sobre mi rostro.

Ni siquiera me moví, no podía, no levanté la vista tampoco a sus ojos, sería mi perdición.

De pronto su mano abrazo toda mi espalda y me dió la vuelta incrustandome en su cuerpo y levantando mis pies del suelo, cuál muñeca de trapo.

Nos llevó hacia el pasillo que ponía encima pecado y justo detrás de las negras cortinas me pegó a la pared presionando mi cuerpo con el suyo. Su miembro viril en mi vientre y mis erectos pezones en su duro abdomen.

— ¡Mírame! — puso el cigarro en mi boca y aspiré sosteniendo su intensa mirada.

— Está noche te irás de aquí conmigo, y a partir de esta momento viviremos juntos, como los esposos que somos.

Tiró el cigarro al suelo y llevó ambas manos a los costados de mi cuerpo, deteniendo sus pulgares debajo de mis pechos.

— Aidan no...

— No te he preguntado Amaia, te he dado demasiado tiempo, pero eso ya se acabó. No aguanto más y tú me necesitas.

— Yo no te necesito, estoy muy bien sin tí.

— Mentirosa— se acercó demasiado a mí boca y rozando nuestras narices siguió, mientras acariciaba la piel debajo de mis pechos con su pulgares.

— No estoy lista, no puedo acostarme contigo aún, y tú no eres del tipo de hombre que vive con una mujer sin sexo.

Una de sus manos fue a mis muslos y se detuvo en el borde de mi vestido, gracias a dios.

No pude evitar cerrar los ojos y gemir.

— Primero, tu siempre estás lista para mí, si meto mi mano ahí debajo puedo demostrarte cuan lista estás, segundo yo no soy del tipo de hombre que vive con ninguna mujer, solo con la mía y esa eres tú, y tercero, aceptaré lo que sea, mientras sea contigo.

Y unió nuestras frentes al tiempo que subía más la mano entre mis piernas y yo me sentí perdida...

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