La esposa no deseada del duque/C6 Una empresa inútil
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C6 Una empresa inútil

{¿Buscas un veneno que te haga aparentar estar muerta?}

"Después de todo, mi deseo es huir despacio de este lugar. Anhelo un destino fuera del alcance de mi familia y de este reino. El Imperio de Illumine es el lugar ideal. Por eso firmé ese contrato."

{¿Ya no contemplas la idea de morir?}

"Morir no cambiaría nada. Antes, quiero deshacerme de este pesar."

{¿Estás al tanto de los términos de nuestro contrato, cierto?}

"Todo ser humano carga con su karma negativo. No hay motivo para inquietarse."

{Cumpliré con mi palabra y te protegeré, Natalia. Tu vida me resulta fascinante.}

Natalia sonrió, contemplando el exterior. A pesar de la oscuridad y la penumbra, la presencia de la hada madre hacía que el mundo pareciera desbordar de luz. Era irónico pensar que ella provenía del bosque de la condenación, no, eso era un error. La hada madre era la progenitora de todo ser que habitaba el bosque. El bosque era su extensión, todo brotaba de una misma raíz. La densa mana que desprendía su ser atraía a monstruos, criaturas míticas y hadas, quienes encontraban en el bosque su hogar.

Este se había desarrollado a lo largo de los años, originando un ecosistema robusto. Los humanos consideraban este lugar como la fuente ideal para la extracción de recursos, en particular de madera impregnada de maná. Así dio inicio el conflicto entre humanos y criaturas legendarias, con los Kristen liderando la ofensiva.

La historia los enaltecía como héroes, omitiendo que no eran más que ladrones y asesinos. El hada madre los detestaba profundamente, de ahí la densa maldición que pesaba sobre su linaje. Natalia solo comprendió la maldición y sus consecuencias más tarde. No era necesario que buscara venganza. Esta llegaría a su debido tiempo.

"Duquesa, soy yo, el mayordomo Corren. Vengo a entregarle el edicto del duque."

Ella abrió la puerta con un hechizo, dándole la bienvenida a su estancia. Tomaron asiento en los sofás que adornaban la habitación, uno frente al otro. Aunque había transcurrido una semana, aún no la reconocían como duquesa, sino que la trataban como a una huésped no deseada; sin embargo, ella jamás se quejaba. No daba la impresión de querer estar allí, como si su presencia en aquel castillo fuera una carga física.

"De acuerdo con el edicto del duque, la duquesa asumirá de ahora en adelante la gestión de los gastos del hogar y las transacciones menores del ducado en su conjunto. Aquí tiene los recursos que necesitará."

Le extendió dos libros y una libreta acompañada de un tintero y una pluma. Era exactamente lo que había recibido en su vida anterior. Antes, se sentía agradecida por tener al menos alguna ocupación, pero ahora, lo percibía como un agravio flagrante.

"Acepto el edicto del duque. Estoy capacitada para esto, así que sé que puedo encargarme."

Era la excusa perfecta para salir del castillo y encontrarse con su gente. Además, le permitiría acumular recursos para el veneno y trazar su plan de fuga. Sería lamentable no conocer la ruta de escape una vez que se liberara.

Tomó los libros y los examinó. El contenido era idéntico al de antes. Eran las tareas más tediosas del ducado, aquellas que nadie deseaba asumir: la captura de los esquivos bandidos, el tráfico ilegal de crías de criaturas míticas y la intrusión no autorizada en el bosque de la perdición. Eran las mismas responsabilidades que le habían asignado anteriormente, ya que los asuntos domésticos podían ser delegados al mayordomo.

"Mayordomo Corren, ¿sería tan amable de ocuparse de los asuntos domésticos por el momento? Deseo dedicarme plenamente a estas tareas y demostrar mi competencia."

Era una solicitud descabellada. Si realmente quisiera probar su valía, se haría cargo de los asuntos domésticos. Pero ella conocía la facilidad de esas tareas en comparación con la gestión del hogar. En el pasado, había tomado la decisión incorrecta. En esta vida, optaba por un sendero distinto, uno más sencillo.

"Si eso es lo que desea la duquesa"

Llevaba un tiempo refiriéndose a ella como duquesa y le resultaba incómodo. No fue sino hasta el segundo año de su matrimonio que fue reconocida con tal título, cuando quedó embarazada de su primer hijo, Enrich. La segunda vez que la llamaron duquesa, fue con un añadido: la duquesa deshonrada, la maldición de Kristen. La tercera, la duquesa de hierro, la maniática salvadora del reino. Ninguno de esos títulos era halagador.

"Simplemente llámame Lady Natalia. No he hecho nada que merezca el título de duquesa."

"No puedo permitirme faltarte al respeto de esa manera."

"¿De veras?..." 'No parecías tener problemas en tratarme así en el pasado.'

"Es que realmente me incomoda ese tratamiento y no me acostumbro."

Natalia estaba interpretando el papel de una noble dama, inocente pero íntegra. Quienes servían al duque interpretaron que ella miraba con desdén el título. Rechazaba a los sirvientes, las vestimentas y ahora, el título. Estaba renunciando a todo lo que implicaba ser parte del ducado.

"¿Hay algo más que desees solicitarme, duquesa?"

"Deseo un carruaje. Quiero recorrer el ducado."

"Lo organizaré de inmediato y enviaré a una doncella para avisarte."

"Gracias."

Él hizo una reverencia y se retiró de la habitación. Natalia sabía cómo manejar las situaciones complicadas que le presentaban; era el único don que había recibido en su regresión. Si lograba el apoyo del único grupo capaz de atravesar el bosque de la condenación sin peligro, escapar sería sencillo.

Así que esperó. Transcurrió una hora y finalmente se percató de que podría haber sido engañada. Rara vez la molestaban sin motivo y ella no les había dado ninguno. Era suficiente con que la hubieran olvidado.

'¿Debería teletransportarme a la ciudad? ¿Qué pasaría si vienen a buscarme?'

Esperó hasta que transcurrió otra hora. Para ese momento, el sol ya se ocultaba en el horizonte. Si demoraban más, no le permitirían salir. Se vistió con un disfraz apropiado y se dirigió al baño. Murmuró el hechizo y se materializó en el corazón de la ciudad.

Traisen, la urbe más próxima al castillo, no solo era un centro industrial, sino también una fortaleza militar. Se erigía como defensa contra las criaturas que emergían del bosque y salvaguardaba el sureste del reino. Era un hervidero de actividad constante, con tiendas de todo tipo, tanto de renombrados empresarios como de pequeños comerciantes. Circulaba un dicho: en Traisen se podía hallar cualquier cosa.

Apareció cerca de la entrada de la ciudad, donde la presencia de gente era escasa. Cruzó a la ciudad después de lanzar un hechizo para alterar su tez y cambiar el color de su cabello. Con un pase mágicamente obtenido sin esfuerzo, ingresó haciéndose pasar por una criada del castillo del duque.

Para Natalia, Traisen era un lugar lleno de recuerdos. Había acudido allí en numerosas ocasiones, empeñada en capturar a los bandidos con la tenacidad propia de la nobleza. Pagó un alto precio por su obstinación, hasta que, años más tarde, descubrió una vía más sencilla. La estrategia más efectiva para ganarse a los bandidos como aliados consistía en capturar al líder de ellos: Cage Rusell.

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