La última sustituta del CEO misterioso/C1 Los problemas de Daniella con la mafia
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C1 Los problemas de Daniella con la mafia

Daniella temblaba de miedo, sus ojos abiertos de par en par por el pánico, mientras sus rodillas le ardían de dolor tras horas arrodillada en el suelo de mármol. Lágrimas calientes resbalaban por sus mejillas, empapando su blusa.

Miradas iracundas la cercaban cuando Justice, la mano derecha del jefe mafioso, espetó: "¿Por qué no debería matarte ahora mismo?" Su voz era cargada de sarcasmo mientras la fulminaba con la mirada, sus ojos marrones profundos y despiadados.

Daniella tembló, murmurando con voz apenas audible: "Porque no conseguirás tu dinero si me matas. Haré lo que sea, lo que sea."

Justice soltó una carcajada histérica. "¿Harás lo que sea? Esta noche, el señor Somo, mi jefe, quiere una virgen. Pero ya sabemos que tú no lo eres, así que dudo que tengas algo que valga la pena ofrecer", dijo con desdén.

Daniella pensó frenéticamente. Su vida pendía de un hilo y no podía permitirse el lujo de ofender al hombre que tenía enfrente. La dureza del suelo de mármol había hecho que sus rodillas se resintieran. "Es cierto, no soy virgen, pero mi hermana sí lo es. Puedo llevarla ante el señor Somo."

Justice se tragó de un sorbo un vaso de vodka, su rostro imperturbable y su voz gélida. "Si ella falla, tú mueres. No se juega conmigo."

Daniella buscó una salida, pero la sola presencia de los guardaespaldas le hizo retroceder en su intento de defensa.

"¿Y si no falla? ¿Qué pasa si lo consigue?" preguntó con voz temblorosa, abrazándose a sí misma con sus pequeñas manos.

"Pues bien, el señor Somo es generoso pagando. Liquidaremos tu deuda y te devolveremos el excedente", le aseguró Justice, y ella se aferró a esa promesa. Justice siempre había sido un hombre de palabra, pero también alguien con quien era mejor no meterse.

Era extremadamente competente en su trabajo, lo que hacía que su jefe, el señor Sommo, confiara ciegamente en su criterio. No obstante, la avaricia seguía arrastrando a Daniella hacia él. Se había enredado en toda clase de tramas por su causa y, debido a su insaciable deseo por lujos que no podía costearse, no estaba dispuesta a detenerse.

Daniella esbozó una sonrisa al oír sus palabras. "De acuerdo, será esta noche", dijo mientras se levantaba del suelo, tambaleante por el dolor en su rodilla. No era la primera vez que se encontraba en tal situación, así que estaba segura de que el dolor se habría esfumado antes del anochecer.

"Y recuerda, si fracasas, ni siquiera entregando tu cuerpo saldarías la deuda", le advirtió Justice antes de apresurarse a salir por la puerta.

Daniella forzó una sonrisa que no llegó a iluminar su mirada y tomó un taxi hacia casa.

Al entrar, el aroma a magdalenas recién horneadas la envolvió, y supo al instante que su hermana estaba en plena faena repostera. El hambre y la ansiedad rugieron en su estómago mientras se dirigía a la pequeña cocina para hablar con su hermana gemela por primera vez desde la muerte de sus padres, dos meses atrás.

"Danica, ¿me das algunas magdalenas?"

Los ojos de Danica se abrieron como platos. Su hermana gemela jamás le había pedido nada, ni aceptado nada de ella. La trataba como a una enemiga y la responsabilizaba de sus infortunios. Aquella petición era una sorpresa total, pero era precisamente lo que había estado esperando. Parecía que sus oraciones, al fin, habían sido escuchadas.

"Claro que sí", respondió Danica, colocando unas magdalenas y un vaso de leche en la mesa del comedor para Daniella.

"Gracias", murmuró esta última antes de empezar a comer. Danica la observaba, atónita, lo que hizo que Daniella se sobresaltara.

"¿Me vas a quedar mirando mientras como?" preguntó, visiblemente incómoda bajo la mirada de su hermana.

"No, es solo que me sorprende. Siempre he soñado con que fuéramos hermanas de verdad", confesó Danica, apartando un mechón de su cabello castaño detrás de la oreja.

Daniella contempló a su hermana con una mirada llena de esperanza. Sabía que lo que estaba a punto de proponer sería rechazado sin pensarlo, pero su vida dependía de ello. Solo sería una noche para Danica, y Daniella quedaría libre. Para ella, no era gran cosa.

"Genial. ¿Qué te parece si te vienes al pub conmigo esta noche? Un amigo está celebrando su cumpleaños y solo quiere tener gente cerca."

Una mueca de desagrado se dibujó en el rostro de Danica. "No puedo ir al pub. Sabes bien lo que pensaban mamá y papá..."

Daniella la interrumpió antes de que pudiera terminar. "¡Ya basta, Danica! Ellos ya no están. Sigues atada a su memoria incluso después de muertos. Siempre la niña perfecta, y yo, ¿qué soy yo?" La ira de Daniella era evidente.

Danica se mantuvo serena. Esperaba una reacción así de su hermana, por lo que no se sorprendió cuando estalló. "Daniella, sabes que ellos te querían tanto como a mí. Solo que nunca les diste una oportunidad y siempre pedías más de lo que podían ofrecerte. La vida no se trata solo de lujos, dinero y demás. De hecho, las mejores cosas de la vida son gratis. Piensa en el aire que respiras, en la vida que llevas. Nunca has tenido que pagar por ellas y, aun así, las disfrutas."

Daniella soltó una risa cargada de decepción. "Ahora hasta hablas como ellos. Parece que la muerte no fue suficiente para alejarlos, como si vivieran una segunda vida a través de ti. Escucharte me hace sentir que siguen aquí, y lo detesto", exclamó Daniella, apartando con un gesto brusco el medio plato de magdalenas.

"Mira, Daniella, no tienes por qué dejar de comer. Podemos hablarlo. ¿Qué tal si vamos juntas a la iglesia? Esta noche hay estudio bíblico. Sería una forma estupenda de pasar la velada."

La mención del estudio bíblico enfureció aún más a Daniella. Claro que no podía decirle a su hermana que su vida corría peligro y solo le quedaba desahogar su frustración con ella. "Ni una palabra más, Danica. O vienes conmigo al pub o pierdes a tu hermana. Decide ya."

Danica se mordió el labio inferior. ¿Acaso había estado orando todos estos días para que Dios la acercara a su hermana para esto? Durante su crecimiento, siempre había seguido los preceptos bíblicos. Vestía con modestia, usaba poco o nada de maquillaje, oraba cada mañana y cada noche, sin olvidar las oraciones antes de las comidas. Leía la Biblia con frecuencia y asistía a la iglesia todos los domingos y, en ocasiones, a estudios bíblicos entre semana.

Esto es lo que sus padres les inculcaron: una sólida y estricta base cristiana. Sin embargo, a diferencia de Danica, Daniella era la oveja negra de la familia. Actuaba a su antojo y no seguía ninguna regla. Perdió su virginidad al cumplir los dieciséis, justificándose en que la ley lo permitía a esa edad.

La relación entre las hermanas siempre fue tensa, viviendo prácticamente como enemigas. La situación se agravó tras el fallecimiento de sus padres. Daniella perdió todo control, entregándose a noches enteras de fiesta en discotecas y enredándose en asuntos turbios, como pedir dinero prestado a la mafia para derrocharlo en zapatos y bolsos de lujo.

Danica, por su parte, no cesó en su intento de restaurar la armonía familiar, pero sus esfuerzos fueron en vano. Se aferró a la oración, siguiendo el ejemplo de sus padres, implorando día y noche por un milagro que transformara a Daniella. Danica no podía evitar pensar que, de alguna manera, sus oraciones y las de sus padres habían sido malinterpretadas por Dios; de lo contrario, no se explicaba su actual predicamento.

"Con una condición", expresó Danica con reticencia.

Los ojos de Daniella se encendieron de curiosidad. "¿Cuál?"

"Que me acompañes a la iglesia este domingo", propuso Danica, resignada.

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