+ Add to Library
+ Add to Library

C4 4

El punto de vista de Ella

Durante diez meses, noche tras noche, fui azotada por todo el cuerpo y después violada una y otra vez por el alfa hasta que perdía el conocimiento. Algunas noches eran más brutales que otras. Dependiendo del humor del alfa y de cuánto hubiera bebido, marcaba cada centímetro de mi piel con su látigo hasta que el dolor me hacía desmayarme. Perdía la consciencia antes de terminar de contar para él. Entonces, me obligaba a beber apenas una gota de su sangre, insuficiente para sanarme, pero suficiente para reanimarme, y me hacía retomar la cuenta donde la había dejado.

En ocasiones, atraía su furia sobre mí al enfrentarlo. No podía ser siempre la sumisa esclavita que se doblega ante ese canalla. A veces le plantaba cara y me resistía a ser violada tan fácilmente. Esas noches, se encargaba de que lamentara cada palabra y cada atisbo de desafío que lograba mostrar.

Había noches en las que se emborrachaba tanto que simplemente abusaba de mí un par de veces y después se rendía al sueño, sin latigazos. Esas noches, aunque escasísimas, eran un regalo de Navidad en comparación con lo que usualmente tenía que soportar.

Recuerdo una noche en la que estaba tan ebrio que ni siquiera pudo violarme. Apenas abrió la puerta, cayó al suelo. Lo arrastré hasta su cama y estaba a punto de marcharme cuando me agarró de la mano y me hizo sentarme junto a él al borde de la cama.

"¿Alguna vez te conté cómo murió tu padre, Ella?", balbuceó. A duras penas entendía sus palabras.

"No, no lo has hecho, alfa".

"Pues déjame decirte que fui yo quien lo mató", soltó una carcajada. "Primero me aseguré de que cumpliera con lo que le ordené y, tras su éxito, ordené su muerte para que no revelara que seguía mis órdenes. Había una manada que siempre quise controlar, pero su alfa era muy fuerte y nunca pude vencerlo. Esperé a que su hijo tomara el mando y entonces actué. Envié a tu padre de incógnito, haciéndose pasar por un sirviente. Le ordené envenenar la comida con una dosis letal de acónito. Quería que eliminara al compañero del nuevo alfa y a su padre; así, destrozado, no podría resistirse cuando tomara su manada".

Al oírlo, la ira hervía en mis venas. Me repugnaba que mi padre hubiera aceptado ser el ejecutor de sus sucias órdenes. Para ellos, quitar una vida no significaba nada, era tan fácil como respirar.

"¿Por qué no envenenaste también al nuevo alfa? Así te habrías ahorrado la lucha", le espeté, sin disimular mi repulsión. De todos modos, estaba demasiado borracho para recordar esta conversación.

"¿Dónde estaría la diversión en eso? Prefiero el placer de la caza", dijo.

"¿Lograste matarlo y tomar su manada?", inquirí.

"No, aún no. Quiero que sufra más. Que sienta cómo pierde todo, poco a poco".

Sus ojos se cerraban, pero no podía desaprovechar esa rara oportunidad de sacarle más información.

"¿Hay más secretos que quieras revelar, Alfa Grey?", pregunté con tono dulce y fingido.

"Oh, tengo muchos secretos, ¿por cuál quieres que empiece?", murmuró adormilado.

"Por el más importante, claro está", respondí mientras le acariciaba el cabello con suavidad.

"Esa manada a la que envié a tu padre... quería vengarme de su antiguo alfa porque me robó algo hace años", dijo con los ojos cerrados.

Antes de que pudiera preguntarle qué le habían robado, añadió: "Así que yo también les robé algo... hace muchos años". Y se quedó dormido sin revelar más.

En algunas noches, cuando Alfa Grey no me utilizaba como su juguete sexual, ya fuera por desinterés o porque pasaba la noche fuera, su beta Sam ocupaba su lugar. Le gustaba saborear lo que pertenecía a su alfa.

Por supuesto, Alfa Grey no tenía ni idea, pues Beta Sam me habría descuartizado antes de que pudiera siquiera insinuarlo. Tenía hombres vigilando cada movimiento. Era tan ingenioso infligiendo dolor como su alfa.

Ambos tenían algo en común: preferían que su esclavo estuviera libre de cicatrices antes de iniciar sus sesiones de azotes o violaciones. Disfrutaban contemplar el resultado de sus actos al concluir. Por ello, cada noche me permitían beber una cantidad sustancial de su sangre, asegurándose de que para la siguiente estaría como si nada hubiese ocurrido. Siendo de sangre pura, el beber de ellos multiplicaba por diez mi velocidad de curación, que de por sí era más lenta que la de otros mestizos.

En aquellas noches en que el alfa Grey partía al amanecer para atender asuntos o partir a la guerra, sabiendo que no regresaría en días, me obligaba a ingerir un pequeño vaso de acónito y se negaba a darme de su sangre al terminar conmigo. Así, mi curación no sería completa hasta su vuelta. Era su forma perversa de afirmar su posesión sobre mí, de marcarme como suya; su ausencia se traducía en un dolor constante. Esos días eran una tortura incesante. Aunque el suplicio físico a manos del alfa duraba unas horas, la falta de curación me condenaba a un sufrimiento perpetuo hasta su retorno.

En esas noches, el sueño me era esquivo debido al insoportable dolor que invadía mi ser. En esos momentos, la idea de acabar con mi vida se presentaba como una salida tentadora. Olvidar la esperanza de huir, olvidar la espera de su muerte a manos de otro. Sin embargo, cada vez que la desesperación me asalta, me sorprendo anhelando el día en que finalmente logre escapar y comenzar una vida nueva, una vida llena de felicidad. Me prometo que alcanzaré mi ansiado final feliz... aunque tenga que morir en el intento.

Report
Share
Comments
|
Setting
Background
Font
18
Nunito
Merriweather
Libre Baskerville
Gentium Book Basic
Roboto
Rubik
Nunito
Page with
1000
Line-Height