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C2 Recuerdos del pasado

Jonathan se quedó plasmado en su sitio al ver a la persona frente a él, cubierta con una capucha, su estatura le llegaba hasta su pecho y sólo se dejaba ver algunos mechones dorados que sobresalía de aquella prenda. La sintió sollozar algunas palabras y no se abstuvo de acercarse para corroborar quién era realmente.

— Cecilia?...— Preguntó dubitativo y se sorprendió al ver el semblante asustado de aquella mujer que no veía hacía unos tres años.— Entra por favor, que te sucede?—

—Quiero ver a mi hermana.— Soltó ella sin tener la valentía de mirar a su cuñado a los ojos.

Jonathan respiró profundamente al escucharla. Hacía mucho tiempo que el nombre de su ex mujer no se escuchaba en esa casa, y aún le dolía tener que, siquiera mencionarlo.

—Stella no está.— Respondió con frialdad.

— Será que puedo esperarla?—

— Ella no volverá... Acaso no estas enterada que no vivimos juntos? Estamos separados hace años y no supe más nada de ella.—

Los ojos de Cecilia se abrieron con sorpresa y todo el dolor que traía en su rostro se vió opacado por la intriga de aquella declaración.

— Pero... ¿Qué pasó? ¿En qué momento?—

— Es una larga historia y no tengo ganas de contarla... Mejor cuéntame ¿Qué te sucedió a ti?— Preguntó él, mientras la conducía a la sala.

— No sé si debería... Hablarte de mis problemas, lo siento, no es que no confié, pero... Venía con la intención de ver a mi hermana.—

— Pues, ella no está...— Aseguró con un gesto como si no le quedará otra opción más que confiar en él.

— Mi novio... Me escapé. Últimamente me golpeaba hasta quedarme en el suelo sin poder levantarme. Y... Oh por dios... Ni siquiera sé porqué te cuento mis problemas, no tienes nada que ver conmigo.— Se disculpó Cecilia entre lágrimas.

— ¿Cómo que no tengo nada que ver? Eres la tía de mi hija. ¿Crees que me quedaré de brazos cruzados? Deberías hacer la denuncia, ése hombre tiene que estar detenido.—

— No por favor. Quiero pensar bien lo que haré...—

— No hay mucho que pensar. No tengas miedo, aquí estarás a salvo.— Trató de tranquilizarla pero ésta sólo meneó la cabeza.— Escucha, será mejor que me esperes aquí. Llegaré tarde a mi trabajo si no me doy prisa. No quiero que salgas de esta casa. -- Exclamó Jonathan resaltando la última frase.

—Estoy segura que no sabe que estoy aquí.—

— Nunca te fíes de la mente de un psicópata.— Soltó él sin parpadear. Su mirada amenazante hizo que ella automáticamente asintiera.— Yo volveré a las seis de la tarde. En un rato llega una mujer, ella se encarga de Jurlyn. Te pido que no te incomodes si es que tu sobrina no te recibe afectuosamente como debería...—

— Lo sé. Con seguridad, no se acuerda de mí.—

— No lo digo por eso. Es una niña algo antipática y arisca. No confía ni siquiera en mí. Por lo tanto, espero que no te incomode su carácter, ella es así...— Aseguró Jonathan.— Te veo a las seis. Y por favor, trata de descansar, toma un baño, puedes usar cualquiera de los dos cuartos de invitados que hay arriba.—

Luego de aquellas palabras, Jonathan desapareció dejando a Cecilia parada en la sala como si todo lo que ella había contado estuviera pasando. Sin moverse de su lugar pensó en cuál sería el motivo para separarse de Stella y que ella no quisiera volver al lado de su familia.

— Te mintió...— Escuchó una vocecita chillona.— Él no vendrá a las seis. Siempre dice eso y vuelve de noche.—

Cecilia se giró para buscar a la dueña de esa fina voz hasta ver apenas una cabecita rubia entre los barrotes de la escalera.

— ¿Jurlyn? Oh, por dios qué grande estás...— Se sorprendió ella al ver nuevamente a su sobrina después de algunos años.

— ¿Tú eres la hermana de mi mamá?— Preguntó la niña mientras se acercaba a la escalera.

— Cómo has crecido, siento mucho haberme ausentado tanto tiempo. Seguro ya ni siquiera me recuerdas.—

— No importa, mi mama hizo lo mismo y casi no recuerdo su rostro tampoco.— Dijo Jurlyn con indiferencia y aquellas durísimas palabras le dolieron en el pecho.— Sabes peinar?— La sorprendió entregandole un peine y unas colitas para el cabello.— Hazme cualquier cosa que sea ajustada, así no me entran los piojos. Te sorprenderías la cantidad de piojos que mis compañeras hospedan en sus cabezas.—

El comentario logró hacerla sonreír. Había pasado mucho tiempo que no lo hacía y sintió que las comisuras de sus labios le dolían. Era una niña arisca sin duda, pero su hosco sentido del humor la había hecho olvidar por un momento, el problema por el cuál había llegado a esa casa.

— Y... ¿Piensas quedarte aquí?—

— No... En realidad, vine a pedirle ayuda a mi hermana. Pero no tenía ni idea que ella ya no vivía aquí.—

— No hablas con ella?— Preguntó la niña y Cecilia negó con un susurro mientras la peinaba.— Yo tampoco. Ella no me llamó nunca más. No recuerdo haberle hecho nada como para que no quisiera verme.—

— No preciosa, ni lo pienses...— Dijo Cecilia tratando de abrazar a su sobrina, pero ésta se safó de sus brazos.— Lo siento...— Se disculpó, pero Jurlyn le dirigió una profunda mirada.

El ruido de la puerta las alertó y se quedaron las dos, esperando para ver quien era. Una figura femenina se acercó a ellas con cara de sorprendida.

— Disculpa, pero creo que no te conozco.— Soltó la mujer.

— Así es. Mi nombre es Cecilia...— Dijo ella extendiendo su mano.— Soy la tía de Jurlyn.—

— Ah mucho gusto... Soy Emilia.— Respondió con un suspiro.— Vaya, no sabía que tu papi tenía una hermana.— Dijo mirando a Jurlyn.

— Mi padre no tiene hermanas, Cecilia es la hermana de mi mamá...— Respondió la niña con burla elevando una de sus cejas, esperando triunfante la reacción de Emilia.

— Oh así que... La hermana de Stella? Lo siento... No tenía idea.— Balbuceó la mujer y cambió radicalmente el tema.— Vamos Nena, se hace tarde para ir a la escuela.—

— Pero aún no desayuné...—

— Pues apresúrate!— Dijo Emilia en un tono que a Cecilia no le agrado mucho.

— Disculpa pero no puede desayunar a las corridas, eso le hará mal.— Aseguró ella mientras sostenía la mirada de Emilia sin dejarse dominar.

— Cerca del colegio hay una expendedora de café, ¿Podrías llevarme tú? Tomaré algo en el camino y con eso bastará.— Dijo Jurlyn esperando una respuesta por parte de Cecilia.

— Con gusto...— Respondió con una sonrisa.— Ve por tus cosas y nos vamos.—

Durante el camino, no hubo mucha conversación, las contestaciones monótonas de Jurlyn, hacía que a Cecila le dieran pocas ganas de hablarle. La niña señaló el lugar donde comprarían café y unas galletas, y se sentaron en un banco.

— Son las siete y media, aún hay tiempo.— Dijo ella como para iniciar una conversación pero la niña no parecía prestarle atención.— No te llevas muy bien con Emilia cierto?—

— Al principio sí, ella me trataba muy bien, pero luego me di cuenta que solo lo hacía por mi papá. Ella quiere llamar todo el tiempo su atención, pero él no le da ni la hora.—

— Él no volvió a estar en pareja?—

—No lo creo.— Dijo Jurlyn elevando sus hombros distraídamente.— ¿Y tú?... Escuché que te peleaste con tu novio.—

Aquella niña parecía tan madura para la edad que tenía, sus palabras eran bien pronunciadas y sabía exactamente de qué estaba hablando y cómo llevar una conversación al mismo nivel de quién le estaba hablando. La hizo recordar a su propia hermana por un momento, hasta que un suspiro la hizo volver a tierra.

—Así es... Es difícil hablar sobre eso, aún me duele y no creo que quieras escuchar mi aburrida historia.—

—Dudo mucho que sea aburrida, pero me gustaría escucharla cuando terminen mis clases. ¿Te molesta si vienes a buscarme al final del día? El horario de salida es a las cinco de la tarde.—

—Por supuesto princesa...—

—No me llames princesa.— Exclamó Jurlyn con una mirada fría que a Cecilia le heló la sangre.— Suena muy cursi.—

—Como tú digas.— Fue su respuesta.

El trayecto hasta el colegio, le bastó para conocer a Jurlyn. Una niña, fría y arisca, pero inteligente, decidida y valiente. Porque tomar la ausencia de su madre como algo que no le afectara en nada, era valiente. Cualquier niño lloraría con solo saber que no tiene la protección de una madre, en cambio Jurlyn, lo asimilaba de una manera despreocupada.

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