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C3 Recuerdos que duelen.

Durante todo el bendito día, Jonathan no pudo pensar en otra cosa más que en Cecilia. Se había perdido del mapa hacía varios años, incluso más años de los que Stella estaba ausente.

Verla nuevamente le generó una cierta incertidumbre. Embelesado por su hermana a quién amaba profundamente, jamás había puesto atención en aquella mujer que solo era una jovencita que reía tímidamente.

Mientras organizaban un nuevo comando, agradeció la tranquilidad de la delincuencia. Jonathan era un agente de las fuerzas especiales perteneciente a la Policía Federal, entrenado estratégicamente para llevar a cabo misiones antiterroristas y antinarcóticos. Por lo tanto, bastaba que hubiese un llamado o una orden y debía servir hasta altas horas si el operativo comenzaba durante su hora de trabajo.

Ese día, fue uno verdaderamente tranquilo, como hacía mucho tiempo no había. A las seis y media sin haber mirado su reloj llegó a su casa, hacía mucho tiempo que no sentía tanta desesperación por llegar. Sabía que era temprano porque aún era de día y eso lo sorprendió más a él que a su propia hija. Cuando entró, se sintió un delincuente, con las miradas de las tres mujeres clavadas en él.

Emilia se encontraba ordenando unos libros después de haber limpiado los muebles, pero lo que más le sorprendió fue la imagen de Cecilia sentada al lado de Jurlyn, ayudándola con sus tareas del colegio. Suspiró con alevosía, ya que temía llegar y no encontrarla.

— ¿Qué pasó qué llegaste tan temprano?— Lo sorprendió Emilia. Pero éste sólo continuó mirando a Cecilia y a su hija.

— Fue un día bastante aburrido.— Respondió mientras se acercaba a la mesa y la reacción de la niña no lo sorprendió.

— Qué casualidad que justo hoy que apareces tú, le haya tocado un día aburrido ¿ No crees?— Murmuró Jurlyn a Cecilia.— Terminaré mi tarea en mi cuarto.— Sin esperar a que su padre llegara hasta allí, tomó sus cosas y se retiró.

— Es una niña indomable...— Dijo Jonathan, pero Cecilia solo le dedicó una mirada acusadora.

No tenía ni idea de cómo vivían, o cómo era su convivencia, pero claramente Jurlyn tenía un problema que su padre le generaba y a partir de allí comenzaba ese rechazo hacia él, o ese carácter arisco.

— Se nota que no eres del tipo que cumplen lo que dicen.— Se atrevió a reclamar ella.

— Mi trabajo es así. No tengo horario de llegada, y justamente hoy, después de tanto tiempo, salí a horario.— Soltó él recibiendo una mueca de desinterés por parte de Cecilia.

— Disculpa Jonathan...— Interrumpió Emilia.— ¿ Vas a tomar algo, deseas que te prepare un café?—

— No te preocupes Emi, muchas gracias. Hoy te dejaré libre.— Respondió él con una tranquilidad que a Cecilia la sorprendió.

De mala gana Emilia tuvo que despedirse, la presencia de aquella mujer notablemente le había caído como un balde de agua fría. Pero de nada le servía demostrar lo contrario. Dos años de trabajar para Jonathan, hizo que prefiere retirarse antes de preguntar más de la cuenta.

— Nos vemos mañana, vendré a la hora de siempre...— Dijo ella y se marchó. Sin esperar más, Jonathan no perdió tiempo en llenar de preguntas a su cuñada.

— ¿Me contarás lo que sucedió? ¿Alguien más sabe que estás aquí?— Preguntó él y ella negó con la cabeza.

Los nervios últimamente le jugaban en contra y eso hacía que involuntariamente comenzará a sentir terribles ganas de deshacerse en lágrimas. Trató de no mostrarle a Jonathan lo débil y cobarde que era, y lo pensó dos veces antes de comenzar a contarle lo sucedido con su ex novio.

— No creo saber por dónde comenzar, pero aguanté demasiado sus maltratos...—

— ¿Te golpeaba?— Preguntó Jonathan con una intriga que ya le hervía en la sangre al ver que Cecilia asintió con la cabeza.

—Al Principio Simón se mostraba como un hombre atento y simpático, cuando logró tenerme para él, su manera de ser cambió rotundamente.—

—No creo que haya cambiado Cecilia. Éste tipo de personas son así, pero suelen manipular a sus víctimas para lograr lo que quieren.—

— Puede que tengas razón. Éste último año, se mostró gruñón, impaciente e irrespetuoso. Y lo que colmó el vaso, fue que me levantara la mano.— Soltó ella con una mueca de arrepentimiento.

— Siempre reaccionaba muy mal a las críticas, incluso cuando eran expresadas con la mejor intención. No aceptaba que le encontraran defectos. A mí, en cambio, me vivía evaluando y criticando por cada cosa que hacía. Era muy quisquilloso con los detalles. Al principio lo encontré un poco divertido, pero al enfrentarse diariamente a la misma situación, cada vez se tornaba más insoportable.— Habló ella con más soltura, mientras él sólo se dedicaba a escuchar.

— El estrés del trabajo, y las constantes discusiones me debilitaron por completo. Estaba fracasando en la convivencia con la persona que tenía planeado pasar el resto de mi vida. Así que llamé a mi madre, la cuál no se mostró muy comprensiva y me dijo que todas las parejas tienen discusiones estúpidas. Estuvimos de acuerdo en que eso formaba parte de una relación normal. No me atreví a contárselo a nadie de mi familia, porque prefería morir a que supieran que no me estaba yendo bien.—

— ¿Y por ese motivo decidiste venir aquí?— Preguntó Jonathan y ella asintió con la cabeza.

— Estuve mucho tiempo sin hablar con Stella porque tenía el mismo pensamiento que mi madre. Decía que una mujer debía estar al lado de su marido y vivir sólo para él.— Una estruendosa carcajada interrumpió aquella conversación. Jonathan estaba casi sin aire de tanto reír y no sabía si lo hacía por impotencia, por bronca, o por ambas.

— Maldita bruja. ¿Ella está diciendo esas patrañas? ¿Acaso sabes por qué ella no vive aquí con nosotros?— Cecilia se sobresaltó y se sorprendió por el tono sarcástico con el que estaba comenzando a hablar Jonathan.

—La encontré con mi amigo, besándose como no lo hacía conmigo. Me engañaba, aún cuando yo le daba todo. Ella hacía y deshacía a su antojo, incluso ni siquiera soportaba a Jurlyn. No tuve las pelotas para echarla de la casa, pero ella tuvo los ovarios suficientes para abandonarnos. No supe más de ella desde ese entonces y espero no volver a cruzarla nunca más...—

Recordarla hizo que los nervios tensaran su cuerpo y con las manos enredadas en su cabello, sostuvo su cabeza un buen rato. Cecilia no tenía idea de lo que había ocurrido. Pero estaba allí, sintió deseos de consolar su corazón herido.

Así que sólo se acercó a su lado y con temor apoyó la palma de su mano en su espalda, acariciando con suaves círculos. No supo si hablar o quedarse callada, pero sus pensamientos fueron arrebatados por el contacto del cuerpo de Jonathan. Sin esperarlo, él se apoyó contra ella, dejándose abrazar.

Quería resolver los problemas de su cuñada, pero terminó bajando la guardia y dejándose consolar por la persona menos esperada.

Por algo estaba allí... Debía descubrirlo más adelante. Pero ahora sólo quería un poco más de ese abrazo que necesitaba después de tantos años de amargura.

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