C4 Padre e hija

— Lo siento... Debería ser yo quién escuche tus problemas y al final, el asunto se revirtió.— Soltó Jonathan con lamento, pero Cecilia sólo negó con la cabeza restándole importancia.

— Tú y yo no la hemos pasado muy bien. Debemos apoyarnos el uno con el otro.— Respondió ella levantando levemente sus hombros.

La idea le encantó en teoría, sin embargo, su autoestima no tardó en empezar a resentirse de ello. La franqueza total no siempre era agradable, lo sabía por experiencia, pero con Cecilia era muy diferente. Tenía algo en su mirada que lograba que él fuera franco y hablara de sus problemas abiertamente.

— Sigo creyendo que tú la pasaste peor... No creas que la separación con tu hermana es el motivo de que me sienta así.— Dijo Jonathan sin poder mirarla.— Ni por un momento creas que aún siento algo por ella o que me duela que se haya marchado. Siento impotencia y bronca por su actitud. Porque no le importó su hija. Se fue sin siquiera decirme que lo haría y eso es lo que me llena de tristeza.—

— Lo siento tanto. Quizá de nada te sirva que te pida disculpas en nombre de mí hermana. Pero me duele tanto que haya tomado una decisión así, me duele que haya actuado de una manera tan...—

— Estúpida...— Aseguró Jonathan, y con una mueca, pasó sus manos por su cansado rostro.— Lo siento... No debí...— Se quiso disculpar él, pero ella solo le regaló una sonrisa de comprensión.— ¿Tienes hambre? Yo sí. Iré a ver que hay para preparar de cenar.—

—Disculpa Jonathan. Si no te importa, podría preparar algo... en agradecimiento, por abrirme las puertas de tu casa y escucharme. Me siento una invasora, por haber venido aquí sin avisar, no era mi intención, pero realmente prefería pedirle ayuda a mi hermana antes que a mi madre.— Dijo Cecilia con algo de nerviosismo y se levantó del sillón.— Descuida, mañana a primera hora me iré...—

Sin esperar una respuesta, Cecilia se giró para ir hacia la cocina pero la enorme mano de Jonathan, envolvió el pequeño brazo de ella, haciendo que automáticamente se soltó del agarre por una cuestión de defensa. El tiempo de maltrato que había pasado con Simón, le había enseñado a protegerse a sí misma.

—No te pedí que te fueras.— Exclamó Jonathan.— Puedes quedarte el tiempo que necesites. Debes hacer la denuncia para que no se te acerque nunca más, de lo contrario no podrás ir por la calle tranquila.—

—Si lo sé, pero no te preocupes. Me las arreglaré como sea. No quiero molestarlos.— Soltó ella y siguió hacia la cocina.

Un intolerable silencio fue protagonista de la cena. Cecilia miraba de reojo tanto al padre como a su hija, y ninguno de los dos hizo por mencionar absolutamente una palabra.

— Hay por dios ¿Es que ustedes no hablan durante la cena?— Frunció el ceño Cecilia mientras ambos la miraron con intriga.

— A veces es peor...— Se animó a decir Jurlyn.

— Se supone que la cena es un momento para compartir. Hablando de cualquier cosa, lo importante es poder pasar un buen momento y que cenar no sea tan aburrido como comer y escuchar el tintineo de los cubiertos chocando la vajilla.—

Ambos se miraron anonadados. Padre e hija compartieron un segundo de complicidad. Estaban de acuerdo en que, lo que decía Cecilia era cierto, pero realmente no era algo a lo que acostumbraban Jonathan y su hija.

— Ok...— Resopló con un gesto de derrota.— Ya que mañana me iré. Quiero que al menos puedan adoptar una manera más digna de compartir una cena.— Levantó su vaso con el fin de hacer un brindis y tanto Jonathan cómo Jurlyn se vieron obligados a imitarla.— ¿Porque brindas tú Jurlyn?—

La niña lo pensó un rato y dudó unos segundos. Esperaba no generar una nueva disputa con su padre por lo que estaba pensando pero realmente lo quería decir.

— Brindo por tu llegada. Y por qué te quedes un tiempo más. Tu presencia aquí por lo menos hizo que mí papá volviera temprano de trabajar. Es algo que ni siendo la protagonista de la obra más importante en el colegio pudo lograr.—

Jonathan la fulminó con la mirada, pero se serenó al comprender que de nada sirve enojarse por algo que había marcado la etapa de su hija. ¿Qué padre se olvida de algo tan importante para su hijo? No estar allí ese día había sido tan lamentable como egoísta. Lo había olvidado por completo y fue algo que Jurlyn no le había podido perdonar.

— Brindo por que ese día quedé en el pasado de una buena vez. Reconozco que actúe de una manera estúpida y lamentó mucho no haber estado contigo ese día hija. Pero no podemos volver el tiempo atrás... Si pudiera, créeme que no sería lo único que compensaría.— Soltó Jonathan con una clara sinceridad que a Cecilia le tocó el corazón.

El silencio fue opacado por un suspiro de la niña, lo bastante profundo como para seguir una discusión que de nada serviría. No hacía falta que disculpara a su padre con una palabra. Una mirada con una sonrisa torcida había bastado para hacerle entender que ya había sido suficiente de tanto rencor.

Luego de terminar la cena, Jurlyn se despidió de ambos y se fue a dormir. Mientras Cecilia se dispuso a limpiar la cocina, Jonathan fue en busca de una botella de vino, la cuál tenía hacía mucho tiempo, y aunque dudó en ofrecerle una copa a Cecilia, lo pensó por lo menos diez veces hasta darse cuenta que sería descortés no hacerlo.

—No sé si bebes, pero ¿Te apetece una copa?— Preguntó Jonathan mientra ella terminaba de secar la vajilla que ya había lavado.— No deberías haber lavado nada. Emilia se encargará de todo mañana.—

— Acepto una copa... Y no es ninguna molestia, será mejor para ella llegar mañana y tener menos cosas que hacer.—

— Es increíble como después de lo que has sufrido, te muestres tan tranquila y con una sonrisa.— Soltó al darse cuenta de los moretones que teñían la piel de su brazo derecho.— ¿Cómo es que aguantaste tanto tiempo?—

Ella se secó las manos y se volvió a colocar las mangas de su suéter ocultando nuevamente sus brazos. Elevó desinteresadamente sus hombros y aceptó una copa que le entregaba él con delicadeza.

— Es tan larga la historia...—

—Tenemos toda la noche y toda una botella de vino por delante.— Aseguró Jonathan.

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