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C3 Beso

Horas más tarde..

Eres genial, Tang –alabó la chica más bulliciosa y de cabellos rojos, al ver la enorme caja que su amiga le estaba obsequiando.

En el club privado <>, de la ciudad de nueva York, en una habitación Vip reservada, el lugar estaba poco iluminado pero lleno de gente. Hombres y mujeres jóvenes acudían en grandes cantidades al lugar, que era uno de los más populares de la cuidad.

Dentro de la sala 501 había una mesa llena de botellas de cervezas, de vino y una buena cantidad de aperitivos. La sala estaba adornada para celebrar una fiesta de cumpleaños. La cumpleañera era Karen White, quien cumplía 20 años ese día, amiga de Tanying y compañera de clase.

Cuando ambas chicas terminaron de tomarse fotos, la cumpleañera comenzó a divertirse bebiendo con sus compañeros de clases, a lo que Tanying también comenzó a hacer lo mismo.

Park Jeremy apareció cantando una canción, abrazado de hombros de otro chico.

–Lo de genial lo quita lo lora y cotorra que eres – tarareó. Su voz era tan áspera y fea que muchas chicas se taparon los oídos y se quejaron, al igual que muchos en la sala.

–Oye, Jeremy, ¡Joder! Cantas tan feo, un burro canta mejor, deja de cantar. Solo juguemos cosas que no rompan los tímpanos de otras personas –dijo Emily Sorni, unas de las compañeras de habitación de Tanying, y quien hizo callar a Jemery. Era una chica alegre, llena de confianza, que siempre llamaba la atención de la gente, y sus palabras lograron que todos en la habitación se callaran. Los chicos y chicas se giraron para voltear a mirar a Emily, esperando sus instrucciones. Ella era la más fiestera, muy conocida y popular entre todos sus compañeros de clase. Mirándolos a todos con una pisca de malicia en sus ojos, Emily dijo:

–Juguemos verdad o reto –una sonrisa astuta apareció en sus labios cuando los invitados se opusieron. Varios de ellos le lanzaron una mirada de desprecio, expresando su desacuerdo ante aquel juego, el cual les parecía infantil.

–Emily, ese juego da asco, ¡qué pesar! –ésta vez Tanying, quien ya estaba pasada de copas, fue la que se quejó.

Jeremy, el chico rico de segunda generación se volvió hacia Emily y le puso los ojos en blanco con disgusto porque pensó que era un juego aburrido. Emily miró desafiante a Jeremy y continuó:

–Hoy es el cumpleaños de Karen, así que haremos más emocionante el juego –y enseguida mostró una sonrisa malvada que se podría comparar con la del <>, lo que hizo que a algunos de los invitados se les erizara la piel.

Dado que todas las personas en la fiesta eran estudiantes universitarios, muchos todavía eran bastantes inocentes. Conocían el juego: las consecuencias de los retos siempre eran cantar las notas altas en el pasillo, cargar al tipo más gordo por toda la habitación o cantar a dúo con alguien del sexo opuesto. Pero Emily tenía otra cosa en mente para su buena amiga Tanying.

Las mejillas de Tanying ya estaban de color carmesí por el exceso de champán y vino. Cuando comenzó la primera ronda, Emily guiñó un ojo a los demás, quienes se dieron cuenta de lo que estaba planeando.

–El perdedor de esta ronda debe salir por la puerta, caminar en cualquier dirección y besar en los labios a la primera persona del sexo opuesto que se encuentre. Si él o ella opta por omitir el reto, hay una opción: tendrá que beber dos botellas de vino –dijo Emily.

Al escuchar el reto, todos se emocionaron; estaban ansiosos por saber quién sería el primer perdedor. Esta vez Jeremy resopló de disgusto, pero no dijo nada, sabía que ya existía un complot.

Después de jugar piedra papel o tijera, todos se volvieron a mirar a Tanying, quien estaba estupefacta. Ella se quedó mirando su mano, siendo ésta la única que formaba el símbolo de papel. Luego miro a los demás y vio que todos eligieron tijeras; sus ojos se agrandaron y su mandíbula se tensó.

–¡Te odio, Emily Sorni! –gritó al recordar el reto, e inmediatamente sintió ganas de llorar al reconocer que ya que estaba borracha y que no podría permitirse beber dos botellas más de vino. Así que sacó todo el coraje de donde ya no había y suspiró varias veces antes de abrir la puerta. Luego siguió las instrucciones y salió de la habitación. En el pasillo estaba un hombre vestido de camiseta blanca, pantalón negro y zapatos de cuero, también negros. Parecía tener unos veintiún años y media alrededor de uno con setenta y cinco metros. Las luces bajas de los pasillos no permitían ver bien las facciones del hombre, pero su apariencia era la de un tipo que sobresalía entre la multitud.

Sin embargo, sus ojos eran tan fríos que Tanying no pudo evitar estremecerse cuando la miró.

–¡Wow, es un tipo guapo! ¡Tang, date prisa! Te estamos observando –le susurró Emily al oído.

Tanying se quedó paralizada por un momento; había algo que ocupaba su mente: <>.

Pero la voz de Emily y el bullicio y susurros de sus compañeros interrumpieron sus pensamientos, así que respiró hondo y reunió más coraje.

Sin embargo, todavía estaba presente ese pensamiento inquietante: <

Con valentía, se acercó al hombre, le mostró una dulce y tierna sonrisa y se puso de puntillas; el aroma de su perfume flotaba alrededor de su nariz.

Maximiliano había llegado al club minutos atrás, procedente de la mansión Domale Dapane, donde había estado esperando por horas a la futura esposa que su abuelo le había impuesto en aquel contrato matrimonial y quien nunca se apareció. No estando dispuesto a esperar a tal mujer por más tiempo, se había marchado de aquella mansión y había llegado al club donde estaba buscando un lugar tranquilo para hacer una llamada telefónica, cuando de pronto una chica lo detuvo en el pasillo. Frunció el ceño, molesto, cuando Tanying se le acercó. Algo también le vino a la mente: << ¿Por qué se me hace tan familiar su cabello?>>, y trató de recordar dónde lo había visto antes. Mientras reflexionaba acerca de quién podría ser esa chica, Tanying lo tomó desprevenido y le dio un suave beso en los labios.

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