C17 17
Al acercarme a la puerta de nuestro dormitorio, me topo con la desagradable figura de la señora McCall, que va y viene inquieta.
Cuando nota que estoy ahí, se detiene en seco para observarme, y su mandíbula se desencaja al presenciar mi herida fresca y la sangre que cubre parte de mi rostro.
Un silencio sepulcral se cierne sobre nosotras, como si durara décadas