C3 Pasa la noche conmigo

Hace siete años, cuando Allie Parker empezó a trabajar con él, se sintió atraído por ella. No era una mujer cualquiera; destacaba por su eficiencia, inteligencia y belleza.

Él no dejaba de invitarla a salir, pero ella siempre declinaba sus propuestas con amabilidad.

Pasó un año hasta que ella aceptó, pero después de un mes de relación, cortó con él de manera abrupta.

Él se enfureció, mientras que sus padres no paraban de insistir en que se casara.

Al final, se unió en matrimonio con Rachel, pero a los cuatro años se divorciaron.

No quería seguir en un matrimonio donde Rachel no lo amaba.

Tener que ver a Allie Parker todos los días en el trabajo era algo que lo irritaba profundamente. Por un lado, deseaba retenerla; por otro, quería que desapareciera de su vida.

Hacerla su amante se convirtió en la única idea que tenía para vengarse por el dolor que le causó años atrás.

Era sábado, un día en que él no trabajaba, pero su secretaria sí lo hacía.

Necesitaba encontrar una excusa para que ella viniera a su casa y así poder acostarse con ella otra vez.

Tomó su teléfono y la llamó.

"Ven a mi casa. Hay unos archivos que necesito que revises", le dijo.

Allie vaciló. ¿Por qué quería que fuera a su casa de nuevo? ¿Solo para acostarse con ella?

No iba a permitir que volviera a suceder.

No era alguien que se dejara manipular fácilmente.

Aunque en el fondo lo deseara, no podía permitirse caer otra vez.

"Claro, jefe", dijo ella. "Llegaré en breve".

******************

Una hora más tarde, llegó a su casa.

"Señor", llamó al entrar.

No estaba en la sala.

¿Dónde se habría metido?

"Señor", llamó de nuevo, pero no hubo respuesta.

Decidió buscarlo por la espaciosa casa.

Revisó la cocina, no estaba; recorrió todas las habitaciones hasta que llegó a la última.

Tomando una profunda respiración, abrió la puerta.

"¿Señor?", preguntó.

"Sí", escuchó que respondía él. Acababa de salir del baño y se secaba con una toalla.

"¡Aaah!" Exclamó ella al verlo desnudo y cerró los ojos de inmediato.

"¿Por qué cierras los ojos como si nunca hubieras visto mi miembro?" dijo él, acercándose a ella.

"Señor... ¿para qué me ha llamado? ¿Dónde están los archivos que iba a darme?" Tartamudeó ella, retrocediendo e intentando no fijarse en su imponente cuerpo desnudo.

Él continuó avanzando hasta acorralarla contra la pared.

"Señor, ¿por qué me citó en su casa?" preguntó ella, temblando de deseo.

"Te llamé para esto", dijo él y la besó intensamente.

Fue el beso que nunca había experimentado pero siempre había anhelado: una lenta oleada de sensaciones que le revelaron que sus labios y su boca eran mucho más sensibles y sensuales de lo que había imaginado. El roce circular de sus labios suaves sobre los de ella le hizo temblar las rodillas y su corazón latir desbocado. Y cuando él introdujo la punta de su lengua en el interior húmedo de su boca, ella se prendió como una tea lanzada sobre un montón de paja. Se quedó pasmada al sentir cómo cada parte de su cuerpo reaccionaba ante ese poderoso estímulo.

"Señor", dijo ella, empujándolo. "No puedo hacer esto. Ya le dije que no volvería a pasar", lo desafió con la mirada.

Él no dijo nada, solo colocó su mano con impaciencia en la espalda de ella, inclinándola hacia atrás. Su boca se abrió paso en la de ella con una urgencia ardiente e imperiosa que desató en ella una corriente de sensaciones salvajes y primarias. Su lengua se abrió paso demandante entre sus labios y su mundo comenzó a girar.

Quería apartarlo, pero no podía resistirse a él.

Lo deseaba, a pesar de sus intentos por resistirse, a pesar de sus negativas, quería que él siguiera poseyéndola.

Por un instante se acercó a él más de lo que había previsto y se quedó congelada, su mirada oscura completamente cautivada por el fulgor helado y pálido de la suya.

La mano de él se posó en su hombro para darle estabilidad cuando ella tambaleó ligeramente, mientras la chispa en sus miradas se intensificaba y un calor volcánico y abrasador se encendía en su pelvis. Él inclinó su cabeza morena y ella, inundada de anticipación, ansiaba esa conexión con cada fibra de su ser. La amplia y esculpida boca de él rozó la de ella, y un temblor la recorrió, sumergida en la aguda consciencia de su cercanía. Realmente, se sentía como lo más emocionante que jamás le había ocurrido. Sus manos, movidas por un impulso propio, se aferraron a sus antebrazos para mantenerlo cerca, y entonces él la besó.

Luke la besó, sus senos se llenaron y sus pezones se endurecieron, su pelvis se contrajo con fuerza en su interior, provocando que ella se ruborizara y moviera las caderas con una consciencia ardiente, como una adolescente que recibe su primer beso, pensó ella con mortificación. La sorprendía la influencia que él tenía sobre ella, luchaba por manejarla incluso mientras quedaba cautivada por las sensaciones físicas que la envolvían en puro placer.

Luke alzó la cabeza, tan excitado que casi rechinó los dientes ante la vehemencia de su deseo. No entendía qué le había sucedido, pero al fin y al cabo, solo era sexo bajo sus propios términos, un impulso aceptable que no necesitaba un análisis más profundo. La miró fijamente, su rostro vibrante lo cautivaba profundamente. "Eres hermosa", susurró con voz suave. "¿Te quedarás conmigo esta noche?"

"Sí", suspiró ella.

Inclinándose y levantando su vestido, le deslizó las bragas y le introdujo dos dedos en la vagina. Ella gritó de placer mientras él movía los dedos dentro de ella, perdiéndose en un delirio de placer.

Él bajó la cabeza para lamer su sexo y los músculos internos de ella se contrajeron intensamente, arrancándole un sonido involuntario.

Casi como un experimento, le desabrochó la blusa y se dedicó al otro pecho, acariciándolo y provocando que ella se agitara inquieta. Era una sensación increíble.

Sin duda, pasaría la noche con él.