Lo que fui sin ti/C7 El amor es mortal
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C7 El amor es mortal

Al volver a casa me encuentro con que Valentina no está, pero sí mi padre. Es increíble que sin la presencia de la mujer hasta el aire se respira diferente, incluso se siente menos tensión en el ambiente. Me pregunto qué tendrá esa mujer que me hace querer repelerla y verla lo más lejos posible de mi padre y por supuesto de mí.

—Visité a mamá —confieso sin saludar antes—. Se ve muy cuidada la tumba, gracias por mantenerla.

—Oh, hola Di, me alegra que sigas procurando a tu madre —me dice cabizbajo—. Espero un día poder seguir tu ejemplo. ¿A qué te refieres con mantenerla?

No estaría mal que fuera a verla, sé que fue difícil su muerte, pero al fin y al cabo fue su pareja por varios años, me tuvieron a mí y recuerdo que se amaban. Hubo altibajos, como todo, pero nada tan grave, según recuerdo. Un poco de respeto no estaría de más, de por sí ya la mantuvo y... ¿Qué? ¿Cómo que a qué me refiero?

—Sí, la tumba está limpia, tiene flores y ...

—¡¿En serio?! —mi padre me mira extrañado—. Supongo que venía incluido cuando compré el espacio.

Y así me corta y continúa en lo suyo. Lo cual es la cocina. ¿Qué habrá hecho Valentina con mi padre? Está irreconocible, más de lo que ya era. El amor es increíble y dañino por momentos, te puede volver mejor persona, enseñar algo que no sabías, convertirte en la mejor versión de ti... Pero también te puede traicionar, te hiere; es mortal.

Le agradezco a mi padre que me haya sacado adelante, por apoyarme cuando le dije que quería irme a Estrada y por verificar que no me faltara nada. Pero el hecho de que no frecuente a mamá me causa una sensación de pesadez. A veces me sorprende lo distanciados que estamos, antes de volver, nos veíamos en las fechas importantes y hablábamos dos veces al mes. Le tengo aprecio, pero nuestra relación padre-hija no es la mejor.

Subo a mi habitación y me meto al baño para tomar una ducha. La fiesta es hasta dentro de unas horas y vivo a pocas cuadras de la ubicación, pero conociéndome, me tardaré muchísimo en decidir si ir o no, porque cuando eres curioso, te atienes a cualquier descubrimiento sea bueno o malo. Y tal vez no quiero saber qué es lo que busca Catarina en Elisa. Tal vez no quiero saber de qué manera está relacionado Aiden con Gustavo y posiblemente no me guste lo que descubra de Valentina.

Lo peor es que mi padre se ve muy enamorado, si hay algo malo en su prometida, le va a doler enterarse.

No hay tiempo que perder, mientras más rápido me prepare, más tiempo tendré para meditar cómo hacer para pasar desapercibida, que nadie me note y descubrir qué busca Catarina en este pueblo. Si descubro la razón por la que quiere a Elisa, puedo usar eso a mi favor para sacarle a Aiden información sobre Gustavo y a su vez de Valentina.

Apenas me salgo de bañar cuando escucho voces fuera. Al inicio creo que son de Valentina y mi padre, pero luego me doy cuenta de que la voz es grave. Me pongo la bata, me agarro el cabello y me asomo por la ventana. No veo gran cosa desde aquí, pues están en la entrada principal, pero alcanzo a ver una figura masculina que está recargado en un automóvil color negro. Usa lentes de sol y tiene una capucha que tapa la mitad de su cara. No lo reconozco, pero no se ve peligroso. Más bien ridículo.

Tú tampoco te ves peligrosa, pero ya mataste a alguien. Tienes sangre en tus manos.

Veo a mi padre frente a él, sé que es él por el delantal que está utilizando. Me rio, es todo un chef.

Se queda parado a una distancia aceptable del tipo de lentes. Al parecer está hablando, pero se mueve un poco y lo pierdo de vista. Hay otro tipo que solo se cruza de brazos, tampoco lo reconozco. Agudizo el oído, las voces se pueden escuchar, estoy segura.

—No está, yo estoy ocupado —mi papá parece irritado—. Por favor si tienes asuntos que resolver con ella, búscala en su oficina.

¿Su oficina? ¿Acaso trabaja? Creo que se refiere a Valentina, no sería la primera vez que alguien la viene a buscar. Cuando llego de la universidad ella está aquí junto con papá, pero papá trabaja desde casa, puede manejar todo desde su computadora. Sus tiendas en línea corresponden a sucursales repartidas por el mundo, en ciudades grandes. No en pueblos como Sores.

Vale, no debí escuchar eso, ahora siento como la pequeña semilla de la curiosidad es sembrada en lo más profundo de mi mente. Por mi bien espero que no germine una plantita de duda porque si de por sí sospecho de Valentina, esto lo haría aun peor.

Dejo de observar la escena y mejor me centro en elegir un atuendo que no me haga destacar. Algo normal, tranquilo, no llamativo. Pantalón de mezclilla y una blusa negra. Dado que soy morena, mi piel queda opacada por el color. Perfecto.

Al dar la hora, salgo de casa y sin pedir permiso me dirijo a casa de Salomón para la fiesta.

La gente llega en montones, no tengo idea de cuánta gente hay, pero al menos sesenta sí. Maldita sea, por un momento me arrepiento de haberme aventurado. Me doy media vuelta y corro de vuelta. Me recargo en un tronco de árbol y pienso en qué tan importante es saber quién es Catarina y qué hace aquí.

Por experiencia sé que saber de más puede meterte en problemas, Gustavo da miedo, seguramente no es un pan de dios. Por ende, Valentina tampoco. Quiero que te armes de valor y descubras si Valentina es mala. No lo hagas por ti, es por tu padre. El bien de mi papá y así evitar que se meta en cualquier peligro.

Espero unos quince minutos para reunir el valor necesario para meterme en ese mar de gente y actuar como si fuera una invitada más. Nadie me invitó, pero tampoco dijeron que no podía ir.

Es la maldita peor idea, porque ahora seguramente ya hay más de cien personas. ¿Qué mierda? Por todos los cielos, los coches y la gente siguen llegando a pesar de que en el patio delantero ya no hay espacio. El patio trasero está encerrado por una cerca, pero parece igual de lleno, no quiero pensar en cómo se van a poner las cosas por aquí. Me acomodo el cabello, arreglo mi blusa, rezo porque nadie me reconozca y entro a la casa.

Es difícil, me apretujo entre las personas deseosas de entrar que cargan con sus refrescos, sus botellas de alcohol y sus latas de cervezas.

Una vez que me hallo en el interior, me encuentro con un espectáculo digno de película. Sé que las fiestas universitarias se descontrolan, sé de las fraternidades y ese tipo de cosas, asistí a muchísimas fiestas durante mi estancia en Estrada, pero esto es una falta de respeto. Son las nueve de la noche y ya hay gente tirada en el suelo o en los sillones, veo como dos tipos discuten sin golpearse y como hay varios grupitos dando besos de tres. Y esta mierda empezó a las nueve.

Me abro paso entre las personas, trato de visualizar alguna cara conocida, pero todo es tan confuso. Me paro de puntitas porque mi baja estatura es un gran impedimento a la hora de encontrar personas. Aun así fracaso.

No veo ni a Aiden, ni a Elisa, ni a Catarina. Doy dos vueltas a la casa solo me encuentro con Salomón que insta a beber a un tipo alto. Lo paso de largo.

Un par de personas me sonríen cuando llego a la parte de la cocina; una chica ebria me dice que es mi admiradora por patearle el culo a Aiden en la carrera. Un chico me pide una foto, pero eso ya es demasiado, con una sonrisa de disculpa me alejo.

Salgo al patio trasero y tal como lo predije, está abarrotado. Me doy un respiro, gracias al cielo aquí no apesta tanto a cigarro y alcohol como el interior. También estoy levemente apretujada, pero al menos no tengo a tipos que en cualquier momento me vomitarán encima.

No veo gente tan conocida de este lado. Esta gente se ve incluso mayor. Entre los veintitrés y veinticinco años. Hay chicas con ropa que deja mucho cuerpo descubierto y está bien, pero me impacta que no tengan frío, el aire es fresco.

Doy un recorrido a lo largo del patio y no encuentro lo que busco. Y entonces, como por arte de magia, veo una cabellera roja perderse en la multitud. La sigo corriendo y me abro paso entre la gente. Empujo y algunos me gritan ofensas, pero me da igual, necesito llegar a Catarina. La veo subir las escaleras que conducen al segundo piso. Genial, lo que me faltaba. Subo tras ella y veo que se encierra en el baño. Acá arriba está tranquilo así que apoyo la oreja en la puerta y escucho algo que de verdad preferiría no haber escuchado.

—¿Ir a El Arco ahorita? —escucho perfectamente su voz chillona—. Mandaron al imbécil ese para que me invitara a la fiesta para distraerme. Quédate ahí, voy para allá.

Salgo disparada hacia el piso inferior antes de que abra la puerta y me descubra. Bajo de dos en dos las escaleras. Debido a la velocidad apenas alcanzo a frenar cuando colisiono con una persona conocida.

—Tranquila —Germán me estabiliza—. Esa caída habría sido fea —esas palabras me hacen recordar un suceso pasado—. Qué gusto me da verte.

—Oh, pero si el gusto es mío —lo único en que puedo pensar es que este hombre puede llevarme a El Arco—. Sabes, voy de salida, estoy un poco apurada...

—¿A dónde vas? —dice con una sonrisa—. Esto apenas va empezando.

—Bueno... Me enteré de una carrera en El Arco y puedo ganar dinero, que me hace falta.

—¿En viernes? Pero no hay carreras.

—Exacto, porque es de mucho dinero, justo lo que necesito. Perdona, tengo que irme.

Me alejo dos pasos cuando siento como me detiene. Genial, espero que mi técnica haya funcionado.

—Espera —dice con el ceño fruncido, no le sienta mal—. No puedes ir sola, déjame ir contigo. ¿O tienes con quién ir?

Germán es como un ángel caído del cielo. Niego con la cabeza y cuando vuelve a ofrecer acompañarme, le digo que sí.

Por un demonio, la impaciencia y nerviosismo me están matando. Necesito juntar toda mi fuerza de voluntad para no comenzar a mover la pierna como si estuviera convulsionando. Germán me habla sobre cosas a las que apenas atiendo. Sinceramente mi mente está en Catarina y su contacto que le hizo ir a las carreras. Solo espero que no sea una trampa y termine como una idiota. Eso sería lo que me falta para ser una perdedora total.

El camino me parece eterno, pero logramos llegar y me doy un respiro. Germán dice algo, pero solo escucho un zumbido en los oídos, mi instinto me grita que demos media vuelta y nos larguemos, pero no legué tan lejos para echarme para atrás.

—¡Dinaí!

—Eh... ¿Qué?

—¿Me meto por donde la vez pasada?

Asiento y me disculpo por el desconecte. Vaya, que vergüenza, parezco novata.

Definitivamente esta es una carrera más clandestina que las que hay siempre. Hay muy poca gente y los automóviles son de primera calidad. Santa mierda, creo que esto son ligas mayores, parecidas a las que frecuentaba en Estrada. Y esas eran levemente peligrosas.

La llegada de otro coche que se estaciona a nuestro lado, me saca del ensueño. Veo como Catarina sale del asiento del copiloto y corre hacia adelante. Hago exactamente lo mismo y la sigo con Germán pisándome los talones. Nos abrimos paso entre las personas que se arremolinan alrededor de dos automóviles (uno negro y otro gris) y entonces veo como Catarina salta a los brazos de alguien y lo besa. Es el dueño del automóvil negro, supongo.

Justo al lado, Aiden se alza imponente, mirándola con desagrado. Cuando repara en mi presencia, su mirada es de total sorpresa nada de odio. Incluso puedo ver que hay un atisbo de preocupación al verme.

Debería decir algo, hablar y no solo quedarme como tonta viendo ese par de ojos grises. Pero es tan raro, todo es tan surreal, ¿qué diablos estaba pensando al salir corriendo para acá? Tu papá, vas a dar con la verdad con tu papá. Y si me entero de que Valentina no es mala, dejo todo de lado.

Me alegro de tener a Germán conmigo porque de no ser por su mano tomando la mía (creo que fui yo quien la tomó), me caería al piso. Mis examigos se metieron en algo misterioso y posiblemente ilegal, ¿qué tanto pasó durante el tiempo que estuve fuera?

—¿Qué haces aquí?

La voz de Aiden es apremiante.

—Bueno, yo...

Volteo hacia Catarina para tratar de darme una idea de la excusa que voy a utilizar con Aiden, pero entonces ella se separa del tipo al que besaba y le veo el rostro.

Es Mateo. Nuestras miradas se encuentran y siento que mis pulmones colapsan. El aire se ha vuelto mil veces más pesado, el peso del mundo cae sobre mis hombros.

Ha pasado más de un mes desde que discutimos, un mes desde que le dije que se largara y no volviera. Un mes en el que intentaba borrarlo de mi mente. Una parte de mí anhelaba que viniera a Sores para pedirme otra oportunidad y entonces yo accedería sin dudarlo. Pero no creí que vendría a Sores por una pelirroja. Por Catarina.

Vaya, quisiera ser como él y superar a alguien en un mes. Un profundo dolor nace en mi pecho, se retuerce en mi interior y quiebra mis pensamientos. Sí, el amor es mortal.

¿Qué hace aquí? ¿Por qué con la pelirroja? Él estaba buscando a su maldito mafioso. A menos que esté aquí justamente en busca del mafioso ¿Y Elisa o Aiden o ambos son sospechosos? ¿En qué mierda se metieron los imbéciles? Joder, este pueblo era olvidado por los dioses y ahora...

Antes de que pueda expresar un pensamiento de los muchos que se arremolinan en mi mente, alguien me jala del hombro.

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