C12 Capítulo 12

Leonardo Álvarez

Cuando desperté me di cuenta de que Camila ya no estaba a mi lado, me levanté en su búsqueda, pensé que estaba en el baño aseándose, pero tampoco estaba. Bajé rápidamente las escaleras y busqué por todas las habitaciones, finalizando en la cocina, estaba preparando el desayuno o almuerzo, supongo.

Me senté en la isla y esperé a que se diera cuenta de mi presencia, se escuchaba una música suave de fondo, sonreí y me imaginé una vida así, a su lado, desayunando, almorzando, cenando, pasando mi vida con ella.

Ella se volteó hasta mí, pareció ver un fantasma, sonreí y me levanté de donde estaba, luego caminé hasta donde estaba, la tomé por la cintura y besé su frente sin que se lo esperara.

_ Estás aún más hermosa que ayer, cada día eres más hermosa. – mencioné provocando que sus mejillas se enrojecieran, cosa que me gustaba ver en su rostro.

_ Eso no es posible, Leonardo. No digas estupideces. – comentó ella tratando de apartarse de mí. – ¡Se quemará el desayuno! – alertó, sonreí por su comentario, se dio vuelta, aún entre mis brazos, y acaricié su barriga.

_ Te imaginas un pequeño pillo igual a ti. – mencioné sonriendo e imaginando un bebé de ambos, nunca me llamó la atención ser padre, es más, no está en mis planes serlo, pero sin duda podría considerarlo si Camila fuera la madre.

_ No, de seguro sería igual a ti. – comentó provocando que mis mejillas fueran las sonrojadas. - ¿Te imaginas siendo padre de una hermosa niña que tenga tus ojos verdes? – preguntó sonriendo volviendo a mirarme. – Digo, sé que no es el momento para que seamos padres, es más, creo que sacaré cita con un ginecólogo para ver que puedo hacer ahora. Pero más adelante, te imaginas siendo padre.

_ Nunca he pensado en aquello hasta hoy, Camila. No tengo intenciones de mentirte y decirte que estaría feliz si me convierto en padre, porque no lo sé, pero puedo imaginármelo siempre que sea a tu lado, no me molestaría si quedas embarazada, porque fue algo que hicimos ambos, no te dejaría sola. – comenté sonriendo y abrazándola.

_ Te amo. – susurró, pude sentir cómo una lágrima caía por su mejilla, la sequé y acaricié su mejilla.

_ Yo también te amo, Camila. No era mi intención que te sintieras mal, pero necesito ser sincero contigo, cómo cuando dije que no era mi intención lastimarte, quiero estar a tu lado y seguiré demostrándolo. – respondí sonriendo.

_ Lo sé, Leonardo, es solo que pensé que tal vez te molestaría el hecho de que no estuviera usando algún método anticonceptivo. – mencionó. Aun que quisiera no podría enojarme con ella.

_ Nunca lo harías. – respondí. – Siéntate, yo terminaré ese desayuno, después de lo que hicimos deberías dejarme consentirte, es lo menos que puedo hacer después de que me dejaras recorrer tu cuerpo. – mencioné besando su hombro que estaba medio descubierto. – Te amo. – susurré.

Le serví la comida que terminé de preparar, luego de eso sonreí, seguía sin creer lo que habíamos hecho hace solo unas horas atrás, me había entregado su cuerpo y su corazón, no me cabía duda que no quedaba otra mujer cómo ella en este mundo.

Ambos desayunamos tranquilamente, ella sonrió y llevó su plato al lavavajilla, a los segundos hice lo mismo, tomé su cintura aprisionándola contra mi pecho, se notaba la diferencia de altura, era tan solo unos centímetros más pequeña que yo, pero de igual manera tenía que inclinarse un poco para llegar a mis labios, sentía la necesidad de protegerla y cuidarla de todo el mal.

_ Te amo. – dije sonriendo, mis manos sujetaron su cintura fuertemente, pegándola más a mí, luego acerqué mis labios a los suyos, ella trató de esquivarme, pero hábilmente los uní, sentí cómo sus pestañas rozaron las mías, había cerrado sus ojos, cómo en las películas.

_ Te amo más, Leonardo. – susurró sonriendo, era la mujer que amaba, estaba seguro de eso.

Dejamos los utensilios en el lavavajilla y fuimos hasta nuestra habitación, llegando allí, Camila se dio una ducha, moría de ganas para entrar con ella y hacerla mía nuevamente, poder recorrer su piel, sentir su cuerpo chocando con el mío en cada embestida, escuchar sus gemidos de placer que emanaban desde lo más profundo de su garganta, pero no pude, se me adelantó y cerró la puerta con llave, seguro seguía pensando en lo que habíamos hecho y en las consecuencias de aquello, que en este caso, puede terminar convirtiéndonos en padres.

Salió del baño, yo estaba recostado en la cama, solo con mi ropa interior, quería ver su reacción al verme así y logré lo que había estado esperando, sus mejillas habían enrojecido, era un gesto que me causaba ternura.

_ ¿Qué haces? – preguntó ella sonriendo tímidamente. Trataba de no mantener la mirada fija en mí, pero sus ojos le traicionaban, me miraba y yo estaba expectante, interesado en saber lo que iba a hacer.

_ Estaba esperando a que salieras de la ducha, quería meterme a bañar contigo, pero te adelantaste y cerraste la puerta. – mencioné sonriendo y levantándome de la cama, cuando estaba cerca de ella, retrocedió, sonrió y me acerqué nuevamente. – ¿Por qué retrocedes? – pregunté sonriendo de lado. – Siempre te atraparé. – mencioné nuevamente.

_ Lo sé, siempre estarás para mí. – sonrió. – Te amo, Leonardo, pero tengo miedo. – mencionó nuevamente, no entendía por qué. – No sé si sea bueno que sigamos teniendo relaciones exponiéndonos de esa manera. – agregó sonriendo tímidamente.

_ No pasará nada, Camila, y sí es que llegas a quedar embarazada estaré contigo. – mencioné acercándome más a ella para quedar frente a frente y luego acaricié su mejilla.

_ No quiero que lo hagas solo por obligación. – susurró. La abracé, y ejercí un poco de fuerza cuando trató de separarse de mí, no iba a dejar que creyera que estaría con ella por la obligación, aunque así se hayan entendido mis palabras.

_ Te amo, Camila, de verdad lo hago y quisiera que lo entiendas de una vez, haré todo lo posible por estar contigo y por hacerte feliz. – mencioné levantando su mirada para que me observara. – Podemos tener todos los hijos que desees si eso te hace feliz. – ella sonrió.

_ Eres un loco, Leonardo. – mencionó. – No quiero llenarme de hijos, menos ahora, recién nos estamos conociendo, nos amamos, pero no sabemos si eso será suficiente. – mencionó, en cierto punto ella tenía razón. – Tal vez, ahora que vivimos juntos nos demos cuenta que somos el uno para el otro, o puede ser lo contrario. – agregó sonriendo tímidamente.

_ Solo te digo lo mucho que te amo y lo que estaría dispuesto a hacer. – respondí. Besé su frente y sonreí, quería sentir que no me dejaría, pero no podía asegurarlo. Ella acercó sus labios a los míos, volví a sonreír en respuesta hasta que terminé besándola.

La llevé lentamente a la cama, no dejé de besar sus labios, la quería para mí, solo para mí, no la merecía, estaba completamente seguro de ello, pero de todas formas sentía que nunca me dejaría, y qué, a pesar de toda mi vida de mierda, estaría conmigo.

Comencé a desabotonar la blusa que llevaba puesta, sonreí, al poder sentir su piel nuevamente, me acomodé entre sus piernas, pero no quería ir rápido, solo quería que disfrutara del placer que podía causarle sin necesidad de penetrarla.

Besé su cuello, dejando un camino de besos húmedos hasta sus senos, desabroché su sostén y apresé uno de sus pezones rozándolo con mi lengua, provocando todo tipo de espasmos en su cuerpo.

_ Te amo, Camila. – susurré sonriendo y volviendo a apresar su pezón, terminé mordiéndolo, provocando que gimiera de placer. Sonreí, me encantaba escuchar y ver las expresiones de placer que provocaba en ella.

Escuché golpes en la puerta principal, ella también lo hizo, nos habían interrumpido, la pregunta era ¿De quién se trataba? Ayudé a Camila a vestirse, ella bajaría a abrir la puerta mientras yo me encargaba de la situación que tenía en mi entrepierna.

Camila Sáez

Bajé las escaleras, estaba segura de que mis mejillas estaban enrojecidas por todo lo que Leonardo había hecho con mi cuerpo, sonreí al recordarlo, además de que mi piel se erizó.

Abrí la puerta con sonrisas en el rostro.

_ Hola, ¿Te puedo ayudar en algo? – pregunté sonriendo cuando me di cuenta de que se trataba de una mujer, nunca antes la había visto.

_ Busco a un chico, ¿Podrías ayudarme? – mencionó, asentí. – Se llama Leonardo, Leonardo Álvarez, su padre me dijo que estaba aquí y necesitaba compañía. – mencionó. Luego me miró de los pies a la cabeza y sonrió. - ¿Eres la sirvienta que contrató? – agregó.

Escuché los pasos de Leonardo bajar por las escaleras, sonreí de mala gana y lo miré, él se quedó petrificado mirando a la mujer que estaba parada en la puerta, en ese momento lo entendí, entre ellos había pasado algo, Luciano lo sabía, él la había enviado, seguro era del tipo de mujer que quería para su hijo.

_ Señor Leonardo, tiene visitas. – dije haciéndome pasar por lo que la mujer creía, una simple sirvienta.

_ Camila. – dijo cuando me vio pasar por su lado, sujetó mi brazo, pero lo solté, vio las lágrimas que llenaban mis ojos y amenazaban por salir, le había creído, pero al parecer solo era otra más del montón.