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C7 Capítulo 7

Camila Sáez

Tenía que salir del baño en pijama, para peor solo traía puesto un short corto y una polera corta, definitivamente esperaba que Leonardo no me viera así, ojalá y siguiera abajo con su padre, quien lo había mandado llamar hace unos minutos antes.

Aún podía sentir la presión de sus labios contra los míos, la forma en la que apresaba cada espacio de mi boca con su lengua, me mordí el labio pensando en su forma de besar, en su manera de hacerme sentir esto aquí dentro de mi corazón.

Pero, aún así, lo único que deseaba, era que esto no fuera una farsa, deseaba que él sintiera lo mismo que yo, asegurarme de ello, pero no podía hacerlo, solo me quedaba confiar a ciegas en Leonardo, aunque eso me llevara a la mismísima mierda, confiaría en él y me entregaría a este amor que siento en mi pecho y en el que late su nombre.

Salí del baño y rápidamente me dirigí a la cama, quería entrar lo más rápidamente en ella.

_ Que hermoso pijama. – mencionó Leonardo, miré a mis espaldas y estaba sentado en el sofá, se veía paciente, cómo si esperara que saliera del baño.

_ Em… gracias. – mencioné nerviosa, sus ojos tenían algo peculiar, aunque no entendía de que podía tratarse, nunca había prestado atención a las miradas de los hombres, no podía comprender aquellas miradas que seguramente tenían distintos significados.

_ Pero eres más hermosa tú. – comentó. Mis mejillas se enrojecieron, lo vi levantarse hasta donde yo estaba, se sentó en la cama, enfrente de mí, llevó una de sus manos a mi mejilla, luego acercó su rostro al mío, supongo que quería besarme, torpemente acerqué mi cara a la suya, aún no tenía ni idea de lo que hacía, solo quería que nuestros labios se unieran.

_ ¿Por qué dices esas cosas? – susurré tratando de calmar mi pecho que latía aceleradamente, mis nervios parecían apoderarse de mi cuerpo al sentirlo tan cerca de mí. Sonrió nuevamente tomando mi mentón y acercando sus labios a los míos, pudimos unirnos y parecía cómo si nuestras lenguas estuvieran bailando en nuestras bocas.

_ Es la realidad. – dijo cuando por fin pudimos separarnos, aquel beso me dejó sin aire, pero de todas formas quería más, sus labios eran adictivos, quería más de él, pero tenía miedo, mi mente seguía llenándome de dudas. – Te amo, Camila. – mencionó sonriendo.

_ Lamentablemente si sigues diciendo aquellas cosas, me las terminaré creyendo, además de que generarás una dependencia y tendrás que decírmelas todos los días. – respondí sonriendo.

_ No tengo problema en recordarte todos los días lo hermosa que eres, Camila. – respondió acariciando mi mejilla, el tacto de su piel sobre la mía me causaba escalofríos, pero me gustaba, puso una mano en mi pierna y me puse aún más nerviosa que antes.

_ Creo que debemos acostarnos. – mencioné sonriendo, todo esto me estaba causando sentimientos nunca antes experimentado.

_ Está bien. – dijo sonriendo, levantó las frezadas para que pudiera acostarme. – Hace frío por las noches. – mencionó, me arropó como si fuera una niña pequeña… bueno, más pequeña, por que él me llevaba alrededor de cuatro años, tenía veintidós mientras que yo me quedaba en los dieciocho.

_ ¿Qué haces? – pregunté cuando lo vi quitándose las prendas con las que vestía, me puse nerviosa, miles de sucesos pasaron por mi cabeza en ese momento, desde los más obvios, a los más libidinosos.

_ No duermo con ropa, Camila, sólo con bóxer. – mencionó provocando que mis mejillas se enrojecieran, prácticamente iba a dormir desnudo, pensé. – No te preocupes, si no quieres que nada pase no haremos nada. – agregó, entendí enseguida a lo que se refería.

_ Gracias. – mencioné, no sabía que más decir, solo agradecía que entendiera que no estaba lista para eso, al menos por ahora.

_ No tienes por qué agradecerlo, Camila. Todo el tiempo he estado acostumbrado a que me den lo que quiero, pero no sucederá esto contigo, quiero que nos demos nuestro tiempo y que sea lo que el destino desee. – dijo. Mis mejillas seguían rojas por las palabras que decía. – Te amo y quiero demostrarlo. – agregó.

_ También te amo, Leonardo. Me encanta estar a tu lado y qué, además, seas así de comprensivo. – respondí sonriendo y él me devolvía con otra sonrisa, estaba encantada con este hombre, pero al igual que hace un rato, mi mente comenzó ha atormentarme con distintas historias creadas por mi misma.

_ Ven. – comentó ganándose de lado hacia donde yo estaba. Me gané cerca de él mirándolo de frente. Sonrió y besó mi frente, mi corazón parecía que explotaría en cualquier momento de tanta felicidad.

_ Se siente raro dormir con alguien que no sea de tu familia. – mencioné sonriendo. – Me gusta estar a tu lado. – agregué.

_ Deseaba con el momento de poder tenerte así, entre mis brazos, poder besar tus labios y tu cuerpo, estoy completamente enamorado de ti, Camila. Y me da miedo, tengo miedo que un día cualquiera te des cuenta de la mierda de persona que soy y me dejes solo, que detrás de todo el poder y riqueza de mi familia no valgo nada, soy una de las peores ratas de esta tierra. – mencionó, mi mente pensó distintas cosas, aunque mi corazón no creía ninguna, sabía que Leonardo era una buena persona, con algunos gustos afrodisiacos, si es que así se le puede llamar a un hombre que le gustaba encamarse con cuanta se le cruzara.

_ No creo que seas malo cómo dices, Leonardo. Tal vez eres poco comprendido por los demás. – mencioné tratando de calmarlo, se notaba que aquellas palabras lo habían puesto triste y obviamente no quería eso.

_ Espero que tengas razón. – mencionó sonriendo y volviendo a besar mi frente, para que lentamente, siguiera un camino de besos hasta mis labios, sentía cómo me derretía entre sus brazos, deseaba detener el tiempo, quedarme con él para toda la vida y que sus labios, tan adictivos, no perdieran esa fuerza y ese fervor con el que me besaba.

_ Así será, para mi significas demasiado, Leonardo, no me gustaría apartarme de ti. – mencioné nuevamente. Después de algunos segundos me di la vuelta para poder dormir, pensé que él ya estaba dormido, pero apenas lo hice, también se volteó hacía mí y me abrazó por la espalda, acomodamos nuestros cuerpos cómo si ya lo hubiéramos hecho miles de veces.

Me quedé profundamente dormida con el calor de sus enormes brazos rodeando mi cuerpo, con su respiración chocando en mi cuello provocando mil sensaciones cosquilleantes en el, sintiendo cómo nuestros cuerpos encajaban perfectamente el uno con el otro, como si estuviésemos destinados a esto, a estar juntos, pero aún así, trataba de hacerme las menos ilusiones posibles, ya había sufrido sin sentir amor, no quería imaginar el alcance de dolor que una decepción así podría hacerle a mi corazón.

A la mañana siguiente, para mi sorpresa, seguía abrazándome, no desperté por la noche, pero algo había diferente en su abrazo, su mano estaba por debajo de mi polera, acariciando mi abdomen, no me gustaba, no quería que sintiera aquella piel que había sufrido tantos cambios quedando con aquellas cicatrices que tanto nos acomplejan, las estrías.

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