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C8 Capítulo 8

Leonardo Álvarez

Cuando desperté me di cuenta de que estaba abrazando a Camila, es impresionante lo que esta mujer provoca en mí, con solo imaginarme besándola mi piel se estremecía provocando que mi entrepierna se endureciera, traté de alejar aquellos pensamientos de mi mente para que no se sintiera incómoda al sentir mi miembro rozando su trasero.

Volví a dormirme embriagado por el aroma de su cabello, aunque suene loco, nunca había dormido al lado de una mujer, siempre cumplía mi cometido y me largaba dejándolas solas, pero ahora era diferente. Claro que había planeado quedarme junto a ella, mi madre bien pudo mandar a arreglar la habitación de invitados, pero me negué a que lo hiciera, tal vez esperaba tener sexo con ella, pero finalmente eso fue lo último que quise.

Sonreí acariciando la poca piel descubierta que sobresalía de su espalda, era tan suave que desearía poder besarla, pero seguramente lo vería mal, tal vez se asustaría y se iría de mi lado y no dejaría que eso pasase, deseaba tenerla conmigo, ser feliz con ella, amarla, besarla, sentir su piel rozando con la mía, en nuestra intimidad.

_ Hola. – susurró mientras se daba vuelta para verme, mis ojos se fijaron primero en sus ojos soñolientos, luego en sus labios que estaban levemente separados cómo incitándome a besarlos, y finalmente, me fijé en sus senos, uno de ellos estaba casi fuera de su polera, ella miró abajo y su cara se palideció. – Um. – mencionó.

_ Eres hermosa. – comenté sonriendo, sabía que sus mejillas se enrojecerían y cómo lo pensé así se cumplió. – No tienes por qué cubrirte el rostro. – agregué, solo estoy diciendo la verdad. Mi mano se fue sin siquiera notarlo a su mejilla, acerqué su rostro para poder besarlo, la quería, la deseaba, amaba a esta mujer.

_ Te amo, Leonardo. – mencionó sonriendo en medio de nuestro beso. Mi pecho se contrajo, definitivamente nunca había sentido nada parecido y no quería echar todo este sentimiento por la borda.

Devoré sus labios nuevamente, cómo si se tratara de un caramelo los lamía una y otra vez, sentía cómo su cuerpo se estremecía, tal vez lo hacía por que esperaba algo más, no lo sabía, pero quería tratar. Me incorporé y acomodé entre sus piernas, nuestras intimidades solo estaban separadas por mi bóxer y por su ropa interior, además del diminuto short que llevaba puesto.

Sus piernas se entrelazaron en mi cadera, todos sus movimientos eran torpes, cómo si temiera hacerlo, y eso solo dejaba claro una cosa, nunca había hecho nada de esto, cosa que me encendía aún más.

_ Te amo, Camila. – mencioné. – Te deseo completa para mí. – agregué sonriendo mientras mis besos lentamente bajaban hasta su cuello.

Sentía cómo su piel seguía estremeciéndose debajo de mi cuerpo, además también podía sentir los pequeños espasmos que estaba provocando en su ser, mis manos se colaron por su polera, llegando hasta sus senos.

_ Leonardo. – susurró tratando de esconder su rostro, retiré una de mis manos para sostener su mejilla.

_ Eres hermosa, Camila, no tienes que cubrirte, me traes loco por ti. – agregué sonriendo y besando sus labios. – Te amo. – susurré tratando de retirar su polera y besando su abdomen, su piel estaba completamente erizada de pura excitación.

Estaba a punto de llevar uno de sus pezones dentro de mi boca, quería seguir extasiándome con su cuerpo, pero el sonido de golpeteos en la puerta me detuvo. Sus mejillas se enrojecieron casi como un tomate, le ayudé a ponerse su polera y antes de levantarme besé sus labios tiernamente.

_ Padre. – mencioné cuando abrí la puerta y me di cuenta de quién se trataba. – ¿Necesitas algo? – agregué. Su cabeza se echó a un lado, su mirada se posó en Camila, inmediatamente sonrió y yo salí de la habitación para cerrar la puerta.

_ Veo que estás ocupado. – comentó de una manera libidinosa en la que nunca le había escuchado. Traté de no tomar en cuenta lo que había dicho.

_ ¿Me necesitas? – pregunté nuevamente.

_ Solo quería decirte que me gustó tu teatro de anoche. – mencionó. No tenía idea de que mierda estaba hablando ahora. – Se nota a leguas que esa muchachita no es de nuestra clase social, así que puedes decirle que se vaya de una vez, no insistiré en que debes tener a alguien a tu lado. – mencionó nuevamente.

_ No era una actuación, padre. – dije sonriendo. – Nunca había sentido algo así por una mujer. – agregué. – Ella no se irá, por lo menos no pronto. – agregué. En su mirada pude ver la furia que le causó escuchar mis palabras, después de todo, estaba acostumbrado a que siempre hiciera lo que pedía.

_ Esa niña no te conviene. – mencionó. – Espero que este sea otro de tus jueguitos para conseguir sexo, si no estaremos en problemas, Leonardo. – agregó, no le tomé mucho peso a sus palabras, no dejaría a Camila por nada en el mundo.

_ No tienes idea de cómo es ella para que la estés juzgando, ahora, si no me necesitas, me iré donde la mujer que amo. – mencioné sonriendo mientras lo dejaba hablando solo, nunca antes había podido decir esto.

_ Ella es una oportunista, hijo. – mencionó. Me di la vuelta para encararlo.

_ Si fuera una oportunista, como dijiste, hace mucho ya tendrías un nieto, padre. – mencioné. Su cara palideció y sonreí por ello, no era verdad lo que había dicho, pero no iba a dejar que insultara o tratara de denigrar a Camila.

Entré en la habitación y Camila estaba tratando de vestirse, la vi desnuda de la cintura arriba, tomé su cintura sin que ella se diera cuenta cuando me acerqué. Sentí cómo su piel comenzaba a erizarse nuevamente, besé su cuello y ella se dio la vuelta, tenía la polera cubriendo sus senos, pero lentamente la retiré.

_ Eres perfecta. – mencioné sonriendo, besando su clavícula, mis manos acariciaban su abdomen dirigiéndose a sus pechos.

_ Leonardo, espera. – comentó. – No es el momento adecuado. – agregó. – Lo siento. – mencionó nuevamente.

_ No tienes por qué pedir disculpas. – mencioné sonriendo. – Tienes razón, el momento no es aquí, y mucho menos con mis padres en casa. – agregué. – Te esperaré. – terminé de decir mientras acariciaba su mejilla y le ayudaba a poner su sostén para luego ayudarle con su blusa.

_ Gracias, Leonardo. – respondió. Cuando ya estaba vestida entró en el baño para terminar de asearse, ambos ingresamos, aunque por mi parte, entré a tomar una ducha, mientras ella se arreglaba el cabello y se lavaba los dientes.

_ Espera, bajaremos juntos, no quiero que te sientas incómoda allá abajo. – mencioné sonriendo.

Me vestí y ordené rápidamente, hoy tenía planeado ir a dar unas vueltas para que conociera la ciudad, todo lo relacionado con la universidad lo veríamos más adelante, después de todo se quedaría alrededor de un mes a mi lado.

_ Hola. – mencioné cuando la vi sentada en la cama checando algo en su teléfono.

_ Era mi madre, había dejado un mensaje, estaba preocupada por que no había respondido. – mencionó. Sonreí, me parecía una chica tan inocente.

_ No tienes por qué darme explicaciones, Camila, confío en ti. – mencioné sentándome a su lado y abrazándola, quería que estos momentos a su lado fueran eternos, aunque sabía que no siempre serían así.

_ Te amo. – susurró sonriendo y yo no pude evitar besar su frente, ella sonrió, era demasiado hermosa, no entiendo por qué no tenía a alguien a su lado.

_ Quiero estar a tu lado todo el tiempo que me permitas. – respondí acariciando su mejilla, ella besó mi mano y sonrió, luego reposó por algunos segundos su cabeza en mi hombro, cada gesto que hacía provocaba ternura en mi ser. – Creo que será mejor que bajemos a desayunar, no quiero que vengan a buscarnos aquí pensando quien sabe qué. – respondí sonriendo.

_ Está bien. – mencionó sonriendo tímidamente. Tomé su mano y bajamos juntos las escaleras. Cuando entramos al comedor mi padre se quedó viendo nuestras manos entrelazadas y con un gesto de desprecio abrió su periódico mientras tomaba su café. – Creo que a tu padre no le caigo muy bien. – susurró.

_ Tranquila, él es un amargado. – respondí sonriendo, se sentó junto a mí luego de saludar a mi madre, ella parecía mirarla cómo a la hija que nunca tuvo, supongo que creía que lograría lo que no hizo con la mujer de mi hermano, y tal vez, tenía razón, porque son dos mujeres muy diferentes.

Luego del desayuno subimos a mi habitación a buscar nuestros documentos de identificación, algo de dinero, además de su bolsa y otras cosas que pudiéramos necesitar, aunque si algo se nos olvidaba podría comprarlo sin problemas.

Salimos de la casa y nos fuimos a una de las plazas más alejadas, era hermosa, pero muy poca gente deambulaba por aquí, lo que la hacía privada, por decirlo de alguna forma.

Sonreí mientras volvía a acariciar su mejilla.

_ Te amo, Camila. Quiero formalizar lo que tenemos, pero tenía miedo al rechazo. ¿Quieres ser mi novia? – pregunté sonriendo.

_ Sí, sí quiero. – dijo sonriendo y lanzándose sobre mí para abrazarme.

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