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C2 Uno

Capítulo 1

Llegue a casa de una amiga de la universidad que me recibiría por unos días, vivía en un piso común en las afueras del campus, quedamos en que pagaría la mitad del alquiler, cosa que me parece perfecta porque mi presupuesto en este momento es limitado, más que eso, bastante escaso, casi todo lo que tenía era la matrícula de la universidad.

- está es tu habitación me mostró Estefanía. El lugar era realmente pequeño, solo cabían la cama y el escritorio que ya tenía dentro, ni decir del clóset, no cabría ni la mitad de mi ropa, tendría que adaptarme- sé que no tiene nada que ver con tu casa, pero es toda tuya

- está es ahora mi casa, es cierto que no es igual al lugar donde vivía antes, pero ese lugar no es mío, es de mi padre.

- entonces vivamos felices- dijo ella sonriendo- hablé en el lugar donde trabajo para conseguirte un puesto, el dueño quiere verte mañana al mediodía.

- no sé cómo podré pagarte todo esto Estefanía, no tengo a nadie más que a ti para que me muestre el mundo real.

- sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, ahora debo irme al trabajo, en la cocina te deje comida, es solo encender el microondas.

Salió y me dejó sola, estuve mucho tiempo tratando de hacer que entrarán mis cosas en el pequeño clóset, en comparación con el de casa de mi padre, este en verdad parece una caja de fósforos, acomode lo que pude y lo que no, lo dejé acomodado sobre el escritorio. Fui a la cocina para disfrutar de lo que amablemente Estefanía había dejado para mí y me frustra mucho cuando no pude encender el maldito aparato, definitivamente para mí la vida ha sido tan sencilla que ahora voy a llorar lágrimas de sangre adaptándose a la vida es las personas comunes. Me acosté a dormir con hambre, por primera vez en mi vida conocía el sentimiento, pero eso en vez de disuadirlo de mi decisión me dio más fuerza para enfrentarme a la vida. Me despertó Estefanía en la mañana con una bandeja de desayuno.

- toma, vi que no comiste nada anoche- me dijo mientras me lo entregaba- ¿qué fue lo que sucedió?

- si te digo, ¿prometes no reírte?

- al menos te prometo intentarlo

- no pude encender el dichoso equipo- como me imaginé se dobló de la risa- me alegra que te estés divirtiendo a mi costa- le reproché

- ¿no se te ocurrió revisar el cable, al parecer se desenchufó en algún momento- la escuché y se me callo la cara de vergüenza- no te preocupes, con el tiempo te vas a adaptar, vamos a correr antes que volar, vístete que casi es medio día y tienes que ir a encontrar un trabajo?

Devore el plato de sobres que me trajo, y sí; también por primera vez estoy probando el sabor de las sobras, en mi casa, o más bien, en casa de mi padre. No sé cómo la comida que queda, eso es para el servicio. Me vestí y la fui a buscar para que me diera la dirección de su trabajo. La encontré tras de la puerta espiando por la mirilla

-¿qué miras con tanto interés?- como no me esperaba dio un brinco por el susto

- Luna, ¿quieres matarme de un susto?- me reprochó

- yo no te mando a estar espiando tras de la puerta- vino hacia mi

- es que en el departamento de enfrente se está mudando un tipo que está de infarto

- tú siempre de exagerada- le dije

- eso lo dices porque no lo has visto, cuando lo veas me vas a dar la razón- yo me reí y fui a la cafetera, por suerte ella había hecho café y no tuve que enfrentarme al monstruo. Salimos dé casa y pude ver el motivo del desasosiego de Estefanía, de verdad estaba de muerte el tipo, de piel morena, parecía latino o algo así, músculos en todas partes del cuerpo, una cara de miedo y los ojos más negros que vi en mi vida. De verdad los miré y me recordaron a una noche sin estrellas.

- buenas noches, señoritas, yo soy Gabriel Martínez, acabo de mudarme aquí- se presentó y señaló su departamento, yo estaba con la boca abierta sin saber qué decir.

- ¿eres latino?- pregunto la indiscreta de mi amiga

- bueno- dijo él, un poco cohibido- como tal no lo soy, mis padres lo eran, colombianos para ser preciso, pero yo jamás he puesto un pie en ese país, así que no puedo decir que sea latino.

- lo siento, solo preguntó por tu apariencia, parece que eres de ahí- aclaro ella, creo que sintiéndose algo apenada. De ser ella, yo lo estaría- yo soy Estefanía Jones y ella es Luna Smith- nos presentó a ambas- vivimos justo frente a ti

- a, así que ustedes son las que viven ahí, y puedo saber¿cuál de ustedes era la que me estaba espiando por mirilla de la puerta?- pregunto aguantando la risa. Estefanía me miro y salimos casi corriendo

- lo que yo Gabriel, es que llegamos tarde a un compromiso- dijo ella y me arrastró el resto del camino hasta salir del edificio. Cuando llegamos a la entrada yo no pude aguantar mi risa.

- no sé que es lo que te da tanta gracia

- obvio que tú- le respondí- eso te pasa por andar de fisgona.- ella se puso sería, yo pensé que se había molestado, pero para mi sorpresa lo que dijo fue una tontería.

- pero es que esta de muerte, tiene músculos hasta en el trasero- no pude evitar reírme aún más; estuvimos riéndonos por largo tiempo, incluso mientras hacíamos el camino hacia el sitio donde trabajaba Estefanía, y esperaba poder trabajar yo. Llegamos al lugar y como me había dicho Estefanía, me estaban esperando.

- buenos días, señor farrel, esta es mi amiga Luna, de quien le hablé. - el jefe de Estefanía era un poco peculiar, parecía tener unos cincuenta años, pero muy bien conservado, sabía cómo vestirse. Pero me dio un poco de escalofríos el modo en que me miró; puede que sea porque no estoy adaptada a que las personas me miren directamente, pero de igual forma no me gustó.

- buenos días, señoritas - nos saludó y se recostó en el respaldo de la silla en el que estaba sentado - fany - le dijo a mi amiga, ese era el diminutivo que ella prefería entre todos los que le ponían a su extenso nombre - ve al trabajo, yo me encargo de tu amiga. - ella lo señaló con el dedo, como dándole una advertencia y se adentró en el local. - toma asiento, no muerdo - yo hice la que me pidió - ya sé que no tienes nada de experiencia, por eso tendrías que comenzar fregando el suelo y lavando trastes hasta que aprendas. ¿Dime si estás de acuerdo?- eso de fregar el suelo y los trastes no me pareció la mejor solución, pero era la única para mí en ese momento

- claro que estoy de acuerdo - respondo, mi voz saludos, inestable. No sé si él no lo notó o simplemente lo ignoró.

- perfecto, entonces puedes comenzar en este momento. Ve por la puerta que entró fany.- así lo hice, el lugar no era un restaurante de lujo a los que estaba acostumbrada, pero hay que reconocer que si era muy bonito.

- ¿qué te dijo el cretino?- me pregunto Estefanía cuando me vio aparecer.

- me dio el trabajo, me dijo que mientras aprendía a ser mesera, fregada el suelo y los trastes - le dije, no sabía que iba a reaccionar como lo hizo

- ¿qué te dijo que?- grito, su tono de voz era realmente desmesurado - ¿estás bromeando no?

- no, no lo estoy haciendo

- quedaré aquí un segundo - tiro su delantal y se fue por la puerta por la que yo acababa de entrar. Yo no quise inmiscuirse así que me quede donde estaba, realmente no me interesaba tener que limpiar el suelo, mi independencia lo valía. Ella entró un rato después con cara de triunfo.

- todo resuelto, eres mesera- dijo con una voz muy pintoresca y alegre, como su personalidad.

-¿cómo lo hiciste?- le pregunté intrigada

- una tiene sus trucos- me guiño un ojo y se dirigió a ponerse nuevamente su delantal- también me dijo que a partir de hoy viene un administrador, él va a abrir otra sucursal y necesita quien atienda esta.

-¿tanto dinero da este café?- ella me miró y rio

- la verdad es que no, si da dinero pero no para eso. Ese dinero él se lo quita a su mujer, ella es millonaria - me dijo en confidencia.

- oh, ya entiendo.

- así es- ahora sígueme, tienes mucho aprender y rápido, en la tarde llega el nuevo administrador, y no conocemos su carácter - se acercó hasta mí para decir estas últimas palabras.

Me trajo toda la mañana de un sitio hacia el otro del café, me enseñó el funcionamiento de las máquinas.

- la verdad, no creí que trabajar en un café fuera tan complicado. La verdad - le dije a Estefanía cuando al fin logré que se sentara y me dejara sentarme a mí para tomar un descanso. Resoplé dejándome caer en la silla - mis pies están que no dan más. - ella se veía fresca, como si no hubiera hecho nada en todo el día.

- eres muy exagerada - me dijo dando un sorbo a su bebida.

- ¿exagerada dices? - pensé que me moría

- tienes que adaptarte, el nivel de trabajo aquí es alto, pero cuando te adaptas; tampoco es para tanto.

- ojalá - deje caer la cabeza en la mesa - a esa hora el café estaba tranquilo, por eso me asombre cuando sentí la campanilla de la puerta, me voltee y quede impresionado al ver su cara, ese sujeto sí que es sexi.

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