Matrimonio Forzado/C11 Capítulo 11
+ Add to Library
Matrimonio Forzado/C11 Capítulo 11
+ Add to Library

C11 Capítulo 11

Saravi.

El aire comienza a faltarme deliberadamente mientras niego varias veces. «¡Es imposible! Mishaal no puede ser capaz ¡No puede!».

Me niego rotundamente a creerlo, debe haber una explicación para esto.

«¿Una explicación para dejar a estos niños así?»

—No… Es imposible… —digo en susurro sin poder contenerme.

—¿Disculpe?

Fais me observa interrogante, pero yo necesito tomar aire fresco, y aunque quisiera hacerle miles de preguntas, por ahora lo que quiero es respirar y tranquilizar mis nervios.

—Quisiera salir por un poco de aire.

—Claro, la acompañaré.

—No se preocupe vizconde, vendré en unos minutos.

El hombre duda por algunos segundos, pero luego asiente haciendo una reverencia. No reparo mucho en su acto ni demoro en salir de la villa, los guardias están por todas partes y vigilando cada uno de mis pasos, siguen alertas a cualquier movimiento cerca de mí. Alzo mi brazo impidiendo que se acerquen y me alejo un poco más a la tranquilidad que asoman dos árboles enormes en el lugar.

Reposo en uno de ellos al instante.

Confusión y tinieblas rondan en mi cabeza, no puedo organizar mis pensamientos, ni siquiera puedo tener claro qué es lo que voy a hacer.

—Imagino debe sentir mucha presión… Su alteza.

La dura voz de Borja termina por alterarme. No sé de dónde salió, ni siquiera sabía que venía con nosotros. No confío plenamente en él, tampoco sé qué papel juega realmente, aún no logro descifrar de qué lado esta.

—Tiene razón, estoy bastante confundida aquí… Por lo que sabrá, cada día me entero de algo nuevo, y ya no sé en qué creer —expulso rudamente.

El hombre me mira fijo sin demostrar sentimiento alguno. Por mi parte hago lo mismo sin dejarme amedrentar.

—¿Quiere dar algún mensaje? —pregunta por fin después de algunos tortuosos segundos.

Suelto el aire contenido y recuerdo la carta, por supuesto no la llevo conmigo, pero no perderé el tiempo y prosigo a decir lo que necesito.

—Es bastante arriesgado el verle, sin embargo, dígale que arreglaré una nueva salida con el vizconde, le enviaré el mensaje con usted para que sepa dónde podrá encontrarme para que haga lo posible por llegar. Es todo.

Hablo sin nombrarlo, pues sabemos a quién nos referimos; y él parece no tener problema con seguirme el hilo.

—Se lo haré saber…

Y sin más me deja sola.

Cierro mis ojos con una sensación amarga, recuesto mi cuerpo un poco, olvidando por un instante quien soy y como debo comportarme. La ansiedad por saber la verdad me come por dentro y juro que Mishaal tendrá que darme una buena explicación.

Cuando hablábamos en un pasado de un cambio, me entusiasmé con la idea de inmediato, sus ideales eran sólidos y buenos, dictaminaban un cambio radical, uno, en el que la muerte y el sufrimiento se dejarían a un lado, y que el único afectado sería la monarquía. Pero esto, esto no es nada parecido. No estas desgracias.

—Majestad, ¿está mejor ahora? —pregunta Fais acercándose.

—Sí, ya mucho mejor… Solo necesitaba aire fresco.

—Creo que ver estas situaciones afectan a cualquiera… Bueno, al menos a alguien que ame su pueblo.

Asiento.

—Vizconde… ¿Qué ha hecho la corona para cortar con ese grupo de rebeldes?

—Por ahora no lo sé mi señora. Son reuniones que no he presenciado. El rey solo me ha comentado por confianza de lo que está pasando, pero desconozco los pasos a seguir.

—Entiendo —es lo único que logro pronunciar.

—Venga, entremos, deje que los niños la conozcan. Algunos están algo ansiosos.

Me dejé llevar del brazo del vizconde mientras que los pensamientos iban y venían confundiéndome al extremo. Llegamos a una sala donde los niños jugaban, pero el rey no estaba por ningún lado. Poco a poco me acerqué, entre tanto las sonrisas sinceras de aquellos pequeños se dirigían hacia mi lugar con emoción.

La damisela hace una reverencia incitando a los chicos hacer lo mismo, entonces yo me adelanto y niego para que ellos puedan estar cómodos y comportarse según su personalidad. Son muy chicos para entender algunas cosas y no quiero predisponerlos.

Me fui a sentar en medio de un grupo donde algunos estaban jugando.

—Quiero tener el cabello como usted, majestad —dice una niña pecosa con el cabello corto, la cual logra arrancarme una sonrisa mientras se acerca a tocar mi cabello.

La damisela se alarma un poco y nuevamente le pido sea discreta.

—Si comes todo lo que te den aquí, tu cabello crecerá sano y fuerte y mucho más lindo que el mío… ¿Cuál es tu nombre?

—Laia —responde casi para ella misma.

—Eso es imposible —dice otra—. No será igual, su cabello es muy hermoso.

—Ammm… Pues… entonces tendré que venir muchas veces aquí, para cuando crezca el suyo haremos una competencia, aunque creo que perderé —finjo tristeza—. Estoy segura de que cuando ella coma todos los vegetales se le pondrá más bonito.

Las niñas ríen mientras que varios aplauden, entonces alzo la vista alrededor y el vizconde también se ha ido.

—Laia es un bonito nombre —me dirijo nuevamente a la niña de ojos miel, ella solo asiente avergonzada.

—Mi mamá también se llama así… Laia.

Su mamá esta aún con vida.

—Y… ¿Ella viene alguna vez?, ¿te visita mucho?

Niega.

—Solo dijo que pronto vendrá por nosotros después que pase el peligro…

Paso un trago. Y llevo mi mano por su cabello dándole aún más confianza.

—Entiendo… Aquí estarás segura. No te preocupes, pronto podrás verla y estarán todos juntos. ¿Qué te gusta? —Pregunto para cambiar el tema—. A mí me gusta la naturaleza, el bosque…

Sus ojos se encuentran con los míos, pero ahora su mirada es de terror, y temo haber dicho algo que la alterara.

—Lo siento pequeña, quizás a ti no te guste…

—En el bosque… Están los hombres malos…

Mi respirar se agita, levanto la mirada y todos parecen estar en sus juegos y las damiselas atendiendo algunos más pequeños.

—¿Los hombres malos? —pregunto cautelosa.

Ella asiente temerosa y luego se acerca a mí.

—Mamá dice que… Ellos asesinaron a nuestro padre, y también a mi hermano mayor, debemos escondernos para poder salvar al resto de familia.

Mis ojos se abren tanto, que la irritación que comienzo a sentir en ellos empieza a ser dolorosa; sin pensarlo tomo a la niña de al menos siete años y la siento en mi regazo para poder ofrecerle algún tipo de consuelo. Ella me rodea con sus manitas en silencio aceptando el gesto, sin quejarse, sin temer, solo esperando paciente lo que su mamá le prometió.

¡Que injusto! ¡Que desgracia!

—Lo siento mucho… —termino por pronunciar—. Toda va a mejorar, no te preocupes… Yo… Quiero visitarte todo el tiempo que pueda, hasta que llegue tu mamá, ¿de acuerdo?

—Gracias —Escucho pronunciar a la pequeña, al mismo tiempo que contengo todos mis sentimientos en mi garganta a punto de abrirse. Me despego lentamente de Laia y tomo sus mejillas dando una caricia para asomar una sonrisa.

—Conociste a Laia —La voz de Kalil hace que la niña se separe inmediatamente de mí, para correr a sus brazos por decisión propia.

Esta lo toma como si él fuera su íntimo pariente. Entonces el rey se agacha a su altura y le ofrece sus brazos. Le pregunta por sus hermanos y le pide portarse como corresponde.

Esto me trastoca por supuesto, está superándome tanto que ni siquiera puedo describir claramente un concepto corto de mi anterior plan.

El momento de la despedida de la villa llegó, conocí otros niños como Laia, que por obvias razones no tuve el valor ni el coraje suficiente por saber de sus vidas, conversé con algunas damiselas y traté en lo que mis fuerzas me dieron, de no arrojarme a llorar al ver las miradas de aquellos niños con sus esperanzas rotas.

Y todo esto, por el poder.

Definitivamente el grupo sublevado Ayatolá también tenía un fin, llegar al poder. Y eso yo lo sabía desde el principio, sabía que querían instaurar un nuevo gobierno. El ardor de Mishaal era uno en donde el pueblo tuviese más oportunidad y donde fuera escuchado, donde fuese parte suficiente. Solo que por lo visto también pondría como carne de cañón a ese mismo pueblo que decía querer proteger para conseguirlo.

Hay amargura dentro de mí, hay decepción y desesperación, siento que el veneno corre por mis venas quemando todo a su paso, no puedo sacar de mis pensamientos el rostro mortificado y temeroso de la pequeña Laia, no puedo quitar de mi conciencia su infortunio.

Ahora me reía irónicamente al verme a mí misma quejarme ante el caos de mi vida, ahora mi destino me parecía una nada a lo que otros pasaban. Yo era muy afortunada y aunque en contra de mi voluntad estaba resolviendo mi vida, nunca en ningún punto de comparación podría asemejar mi situación con la de esos niños.

Me sentía una tonta, una cobarde y una persona bastante inmadura. La vergüenza teñía mis mejillas al verme chillar y alardear por todo y ante todos, podía verme lanzando veneno a las personas despotizando que mi causa era perfecta y que el mundo era cruel conmigo.

Report
Share
Comments
|
Setting
Background
Font
18
Nunito
Merriweather
Libre Baskerville
Gentium Book Basic
Roboto
Rubik
Nunito
Page with
1000
Line-Height