Matrimonio Forzado/C5 Capítulo 5
+ Add to Library
Matrimonio Forzado/C5 Capítulo 5
+ Add to Library

C5 Capítulo 5

Saravi.

El día de la boda real ha llegado, estos dos últimos días han sido algo… Extraños para mí, le he huido en muchas ocasiones a mi madre para no tener ningún tipo de confrontación con ella, así que, he pasado la mayoría del tiempo con la hermana de Kalil, Hanna.

Al principio tenía mucha reticencia de entablar alguna relación con personas de este palacio, incluso sabiendo que no duraré mucho tiempo aquí. Pero Hanna es diferente, muy diferente. Por otra parte, no volví a ver al príncipe Kalil en las instalaciones del palacio, su hermana en repetidas ocasiones me informó que necesitaba cerrar asuntos pendientes, y yo no reparé en ello.

Un vestido inigualable es el que logró divisar, mientras me detengo en un gran espejo. Mi cabello está delicadamente recogido, mientras hermosas horquillas toman cada mechón.

«Si esta boda fuera con el hombre que amo, sería el día más feliz de mi vida» Sin duda alguna.

—Te ves muy hermosa —dice Hanna llegando a la habitación y sacándome de mis pensamientos.

—Gracias —trato de asomar una sonrisa fingida, porque a la verdad, en este preciso momento quisiera olvidar todas las promesas e irme de este lugar.

—Debemos salir ya, los hombres y el resto ya se ha ido en los carruajes, yo pedí irme contigo.

¡Qué inteligente!

—De acuerdo —mi voz apenas sale. Entre tanto un grupo de damas comienzan a recoger todo el vestido sobrante para irnos.

Después de un tiempo el carruaje se detiene justo delante de la enorme iglesia. La impresión comienza a invadirme, cuando salgo con ayuda de varios lacayos, y observo una multitud de gente que es apabullada por varios guardias que protegen los alrededores.

El pánico de la multitud me deja estática, jamás en mi vida había visto tanta gente reunida, ni siquiera puedo concentrarme en un solo rostro; todos gritan, todos aplauden, todos tienen alegría en sus rostros.

Menos yo.

—Tranquila, Saravi, solo saluda con tu mano, ellos son tu gente —susurra Hanna muy cerca de mí—. Solo daremos unos pasos, tu padre y el rey te esperan en la puerta.

¿El rey? No, no, no, no quiero que el rey esté cerca de mí.

De un tirón suave, Hanna me lleva para que yo iguale su andar, y con la inseguridad más grande, comienzo a dar el paso que quería postergar por el resto de mi vida.

Al llegar a la puerta mi padre me sonríe, entonces mi garganta se aprieta al instante, y un escozor en mis ojos anuncia que mis emociones están al límite. Hanna se despide de mí y se pierde entre la multitud, así que mi padre toma mi mano, y el sonido del piano anuncia el comienzo de mi triste futuro.

Gente y más gente desconocida, es lo que observo a través de mi velo, no logro retener algunas lágrimas, me es imposible no sentirme impotente en este momento, y cuando pienso que nada puede ir peor, mi padre se detiene a mitad de la iglesia.

—Te amo… —dice con tono compungido.

—¿Papá? Qué…

Una mano dura toma la mía dirigiéndola a su brazo, cara a cara me encuentro con Umar Sabagh haciéndome temblar del repudio ante su tacto. El hombre sonríe ante la gente y camina un poco más rápido de lo que lo hacía mi padre. Pareciera que se apresura porque todo esto termine cuanto antes.

Al llegar al punto final, el príncipe Kalil da media vuelta abrazando a su padre, besándolo con respeto en ambas mejillas, y luego se acerca a mi vacilante, pasando un trago por su garganta. Aunque no es mi propósito, no puedo evitar quedarme observándolo detenidamente. Su ropa, su porte, y el aire de autoridad que emana su cuerpo, no pasa desapercibido así quiera hacerme la ciega.

Él aún no puede verme, porque mi velo cubre todo mi rostro, y gracias a Dios mis expresiones. Entonces para terminar de hacer de mi cuerpo un mar de emociones, justo cuando nos colocamos de frente al obispo, su mano busca la mía y la entrelaza teniendo un agarre firme. La corriente eléctrica que pensé era mi imaginación, comienza a hacer estragos en mí de nuevo. Reprimo los ojos haciendo caso omiso a su tacto, al impacto que tienen mis fosas nasales teniéndolo tan cerca, y pienso una vez más en Mishaal… y en que no debo perder mi norte…

Palabras sin sentido, vacías y carentes de importancia era lo que podía escuchar a lo lejos de mis oídos, por supuesto provenían del obispo que estaba dictaminado la boda.

Por algún motivo quería llevar mi mente al bosque y centrarme en visionar una fantasía, donde Mishaal y yo éramos los protagonistas; una y otra vez repetía sus últimas palabras en mi mente; solo que el permanente tacto del príncipe y su firmeza en tomar mi mano, no dejaron que tuviera dicha concentración. No me quedó de otra que reprimí mis ojos varias veces, intentando liberar mi mano disimuladamente.

Pero no pude lograr mi objetivo.

Es como si de alguna forma él estuviera leyéndome el pensamiento, como si quisiera sabotear mi estado de ánimo.

Entonces un carraspeo torpe me vuelve a la realidad; la mirada del obispo se centra en mí esperando una respuesta, así que afirmo pausadamente declarando una disculpa en silencio, y seguido de esto él vuelve a su libro y dice:

—Repito… mi lady —pronuncia bajo, para que solo nosotros dos escuchemos las primeras palabras—. Saravi Eljal, ¿Acepta usted en matrimonio al Príncipe Kalil Sabagh? ¿Para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en el tiempo bueno y en el tiempo malo, hasta que la muerte los separe?

Mis labios comienzan a temblar ante la magnitud de esas palabras, unas ganas impresionantes de llorar me invaden, tanto, que terminó por apretar equivocadamente la mano del príncipe, buscando algún refugio.

No quiero, no quiero… ¡No quiero hacerlo!

—Acepto… —emito por fin casi obligando a mi boca abrirse, mientras que las lágrimas comienzan a derramarse en mi rostro y por dentro mi corazón reclama mis actos.

Paso el trago forzadamente.

Una pareja de niños camina lentamente entregando al obispo una almohadilla lujosa, donde reposan dos anillos. El hombre la toma haciendo algún tipo de reverencia ante ellos, «parte del protocolo», luego me ofrece uno de ellos, el más grande, para que yo puedo colocarlo en el dedo del príncipe.

Mi mano temblorosa toma con cuidado el anillo y de forma torpe lo voy colocando lentamente en su mano, a la vez que su mirada fija a través del velo trata de aumentar mis nervios. Luego de mi acto él toma el otro anillo y atrapando mi mano con las suyas, comienza a deslizar el anillo por mi dedo anular, y junto con eso una oleada de calor me estremece.

No sé qué ocurre, ¿Puede ser esto parte de mi aborrecimiento por él?

—Entonces —dice el obispo alegre, sacándonos del momento en que nuestras miradas se encuentran—. Con un beso esta pareja sellará un pacto, nuestra nación, Angkor se prepara para esta unión y así coronar a nuestros nuevos reyes.

Nunca escuche su “acepto” no puedo creer que mientras dejé divagar mi mente, él pronunció esas palabras.

Un mar de aplausos comienza a inundar el lugar restando importancia a mis pensamientos, rápidamente limpio las lágrimas sin ser vista, y como si me leyera otra vez la mente, el príncipe levanta mi velo descubriendo mi rostro completamente.

No logro descifrar lo que puedo ver en su mirada, pero esta parece estar metiéndose hasta mi alma, rebuscando todo lo que pueda encontrar, y sin ninguna advertencia el hombre se inclina lentamente hacia mí.

«Será un momento nada más… Será solo un momento»

Los labios del príncipe se unen a los míos de forma cálida, pero yo mantengo mi boca cerrada y sin ninguna respuesta de mi parte, solo esperando que pueda retirarse lo antes posible. Sin embargo, mi gesto parece que causa furor en él, porque de inmediato entrelaza sus brazos en mi cintura y me aprieta hacia él acentuando su beso, y de esta forma, obligándome a darle una respuesta.

Su brusquedad no me deja otra cosa que corresponderle; entonces la calidez entra a mi cuerpo de forma inadvertida, hasta que el tacto de su lengua hace que me estremezca por completo, y por consecuencia cierro los ojos involuntariamente.

El momento no dura mucho, justo cuando comenzaba a tener un torbellino de sensaciones, el príncipe se retira dejando una impresión bastante extraña en mí.

¡Vivan el rey y la reina! ¡Vivan!

Es la ovación que puede escucharse entre la multitud. La mano de Kalil se posa en su pecho, como haciendo una promesa a su pueblo, aunque aquí se encuentra la clase acaudalada, mientras que nos dirigen a dos sillones dorados en el púlpito de la iglesia.

El mismo obispo está de pie junto a nuestras sillas, mientras logro divisar como Zura, la reina, y el rey Umar pasan a nuestro encuentro. Acto seguido retiran las coronas de sus cabezas y las alzan para que el gentío en la iglesia logre divisarlas.

Mientras Umar coloca la corona en la cabeza del príncipe, la reina la coloca en la mía.

—Ama y cuida a tu pueblo, Saravi —dice Zura, mientras toma mi mejilla—. Ama y cuida a mi hijo, el rey.

Su mirada cariñosa hace que sienta cierta culpa ante mi proceder, entonces solo asiento dándole una sonrisa, quizás tomando su palabra con respecto a mi pueblo y a mi gente. Porque, aunque esté en contra de esta monarquía, por supuesto que quiero el mejor futuro para Angkor.

Los ex reyes nos aplauden y el resto de gente se levanta imitando el acto. Kalil se coloca de pie y toma mi mano, llevándome más al centro donde puedo ver toda la iglesia repleta. De inmediato trato de forzar una sonrisa y levanto mi mano en señal de saludo para todos los presentes.

Luego de salir de la iglesia, con bastante dificultad, y a pesar de la gran seguridad que nos rodeaba, uno que otro lograba pasar las cuerdas para hacerle reverencia al nuevo rey. Y en una de ellas, incluso él permitió un abrazo de un niño que escapó de los brazos de su madre, lo que ocasionó las risas y la aceptación del ahora coronado.

Varias paradas desde nuestro carruaje abierto hicieron que se prolongara nuestro paseo para el saludo del pueblo presente. Así que durante este tiempo solo vi kilómetros y kilómetros de gente, hasta que varios minutos después, por fin logramos llegar al palacio, donde nos esperaba la celebración.

¡Así es! Mi tortura no acabaría tan rápido.

Guardias, lacayos y damas estaban constantemente a mi alrededor, pero no podría aún divisar ni por equivocación a Nadia, quizás ella jamás pudiera estar aquí, y eso me hacía sentir mucho peor.

El salón era una hermosura si hablamos de decoración, cada detalle fue trabajado a la perfección. Las mesas estaban llenas de gente que en algunos casos había escuchado nombrar, pero eran completamente desconocidos para mí.

Una vez de mi entrada todos se pusieron de pie, logré divisar donde estaban mis padres, sin embargo, los lacayos me dirigieron a otra mesa, una que quedaba más apartada de las demás y que era más reluciente. Donde estaba la familia real.

Traté por todos los modos de forjar una sonrisa, pero al mismo tiempo me hago a unas sillas a distancia de los demás. De un momento a otro el puesto a mi lado fue ocupado por el presente rey, y mi tensión regresó.

—¿Está bien? —pregunta sin mirarme.

¿Por qué siento que habla de forma impersonal a propósito? ¿Por qué no me llama por mi nombre? ¡Me irrita en gran manera!

—Lo estoy… Majestad —digo apropósito.

Su rostro voltea a verme seriamente, pero no se deja amedrentar.

—Tendrá que cambiar su ánimo, ya que esta… será una jornada larga.

—¿Una jornada? —Pregunto a su falta de tacto—. ¿Así le llama a su boda?

Por primera vez logro ver una semi sonrisa en él, una que me desconcentra totalmente a mi deseo de fastidiarlo.

—Recuerde que debemos ser… ¿Cómo fue que me dijo?, ¡A, sí! ¡Sinceros! —Dice tratando de reprimir sus labios—. Usted me confunde bastante…

Quito rápidamente mi mirada sostenida de él negando. No caeré en sus provocaciones. Así que suelto el aire mientras que observo a mí alrededor más tranquila.

—Traté de persuadir a su dama de compañía —habla nuevamente—. Pero no quiso estar presente.

¿Qué?

—¿Le permitió estar aquí? —pregunto incrédula.

—Así es… Para apoyarla a usted. Pero creo que ella no se sintió bien con eso. Y no me refiero a usted, sino a este lugar…

—Sé exactamente a qué no se sintió cómoda —irrumpo—. La han acostumbrado a eso, lamentablemente.

Mis palabras fueron duras, con toda la intensión de herir, pero una vez más el rey no se sintió aludido.

—Entiendo perfectamente, lamentablemente como usted dice, hay personas que se acostumbran a creer solo lo que escuchan… Y no crean una opinión propia, o al menos una desde su experiencia —dice trastocando mi estabilidad con la mirada fija en mis ojos, esa misma que sostuvo en la iglesia como si quisiera descubrir todo mi interior.

—¿Qué quiere decir? —pregunto con un poco de miedo.

Este titubea un poco, abre su boca para hablar, pero somos interrumpidos en el instante en qué sí quería escuchar su respuesta.

—Mi rey y mi reina… ¿Interrumpo? —la dulce voz de Hanna calma mis nervios en el momento y su hermano hace un gesto para que se siente a nuestro lado.

—Puedes sentarte aquí —dice Kalil.

—Gracias, majestad… Ya llega el momento del primer baile, quería venir a avisarles… Porque los vi bastante distraídos del resto.

Sus palabras intencionales solo crean incomodidad en mí, pero, logro ocultar todos mis sentimientos dando una sonrisa a ella.

—Vendré en un momento —expone Kalil levantándose y asintiendo con su cabeza hacia mí.

—¿Cómo te sientes? —pregunta Hanna al momento de quedarnos a solas.

¿Todos me preguntarán eso hoy?

«Respira, Saravi, estás tensa por la conversación, ella no tiene la culpa»

—Un poco… Nerviosa si te soy sincera… No conozco a la mayoría de las personas aquí…

Una mano cálida aprieta la mía, impactándome un poco. Su toque es sincero, y noble. Hubiese querido conocer a Hanna en otras circunstancias, quizás no tendría duda en contarle mi historia; pero en nuestros contextos, no sería posible, no viendo como ella observa a su hermano con un amor entrañable. Como si él fuera su héroe.

Pobre de ella.

—Poco a poco verás que todo cobrará sentido aquí, y te enamoraras de todos ellos, de este pueblo tan gentil, y de este palacio.

Sus palabras revuelcan todos mis sentidos, porque ella ha sido vendada ante las mentiras de su padre, no conoce más allá de estos muros y lo que mucha gente sufre por causa de la monarquía.

—Gracias… Yo… Hanna, tenemos pensamientos tan diferentes, hay cosas que no sabes de mí, hay cosas…

La anunciación del baile coloca a todos en el gran salón junto con sus parejas, irrumpiendo nuestra conversación. Así que Hanna aprieta mi mano levantándose, haciendo que yo haga lo mismo, mi mirada va hacia el centro de la sala, justo donde esta Kalil Sabagh asomando su mano para que yo me una a él…

Un baile… es solo un baile.

Report
Share
Comments
|
Setting
Background
Font
18
Nunito
Merriweather
Libre Baskerville
Gentium Book Basic
Roboto
Rubik
Nunito
Page with
1000
Line-Height