Matrimonio Forzado/C8 Capítulo 8
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C8 Capítulo 8

Saravi.

¿Qué es lo que acabo de leer?

Llevo la palma de la mano a mi boca, no sé si estoy temblando porque estoy leyendo esta carta sin permiso del rey, o si estoy temblando por lo que acabo de leer. Realmente no sé qué pensar.

¿El rey está enamorado? ¿Abandonó su relación por cumplir con su nación?

Muchas conjeturas se hacen en mi mente, ahora puedo entender muchas cosas de las que me habló, ahora puedo creer la verdadera razón del por qué no quiso consumar nuestro matrimonio. Simplemente no quiere tocar otra mujer porque está enamorado… de ella. De Alinna.

Pero, ¿y por qué no se casó con ella? ¿Por mantener el pacto acordado por nuestros padres?

El sonido de unos pasos hace que arrugue un poco la carta, y con manos temblorosas me apresuro y la coloco en el libro, pero no me da tiempo de guardarlo en la gaveta.

—¡Aquí estás!

De un tiro me coloco de pie y diviso el rostro alegre de Hanna.

—Lo siento… No quise asustarle, majestad —se disculpa—. ¿Se siente bien?

—No… Sí, Hanna… No tienes que llamarme así, es solo que tenía mis pensamientos en otra parte, me has asustado. Estaba concentrada en la lectura.

Ella desvía sus ojos a mis manos, y trago forzado.

—¿Estabas leyendo economía? —pregunta con el ceño fruncido.

Entonces vuelvo la mirada en el libro y un título grande enmarca la portada; “Economía…” Y en consecuencia comienzo a sentirme en una jaula. Finjo una sonrisa y niego lentamente.

—Estaba sentada aquí, viendo cualquier libro y encontré este en la gaveta… No me interesa mucho este tema, así que lo pondré de vuelta.

Pausadamente lo guardo y me levanto, pero ella no está muy convencida de mi actitud.

—Tu hermano dijo que enviaría a alguien para hacer una agenda… —vuelvo a intervenir rápido para cambiar el tema.

—Así es, yo vine a llevarte con el Vizconde que te ayudará… ¿Vamos?

Asiento en respuesta y con una sonrisa salgo con ella de la biblioteca. Suelto un suspiro de alivio, respiro, y mi mente se va llenando de un montón de preguntas acerca del suceso.

«Está enamorado» repito una y otra vez.

Parte de la tarde estuve con el vizconde, Fais Handal, un hombre de unos cincuenta y tantos años. Por lo que Hanna me informó, parte de su vida la llevó a cabo dentro del palacio; sus consejos y sabiduría eran muy respetados por todos, incluso por el anterior rey, Umar. Al principio de la presentación, su escaneo hacia mi persona fue un poco incómoda, y era lógico, el hombre era de íntima confianza del reino.

Poco a poco y mientras me hablaba sobre las tareas que debía cumplir una reina, la conversación se hizo amena. Al parecer tenía un amor muy paternal con Hanna, y como otros más, también admiraba al actual rey.

Fue fácil llevarle el ritmo, de forma paciente realizó una agenda preguntando mi opinión en gran parte de las tareas, como también realizó algunas recomendaciones que agradecí en el instante.

—Le veré mañana, y podremos estipular el día de visita al pueblo, majestad.

—¿Al pueblo? —pregunté interesada.

—Así es, usted podrá visitar muchas casas de asistencia. El rey quiere que nos involucremos con nuestra gente y eso me ha parecido bastante bueno.

Esto me toma por sorpresa, de nuevo.

—La verdad me parece maravilloso, con todo el gusto quisiera hacerlo en cuanto se pueda.

El hombre me sonríe, asiente, y por consiguiente ante mi alegría, me acerco a él dándole un abrazo de agradecimiento. Mi gesto por supuesto lo toma por sorpresa, pero el vizconde se repone de inmediato tomando una actitud profesional, pero con mucho tacto.

—La veré mañana, alteza —repite sonriendo un poco—. Me retiro con su permiso —dice dando unos pasos hacia atrás y yo asiento afirmando su petición. Esto es un poco incómodo, la gente me pide permiso para muchas cosas, porque si me fastidiaba los protocolos en la casona, estos se multiplican por mil en este lugar.

Al girar mi cabeza, observo que Hanna está completamente divertida.

—Que bien, yo te divierto.

Ella toca su boca dejando salir su risa contenida.

—El vizconde nunca se imaginó que hoy sería abrazado por la reina… Lo siento Saravi, su rostro fue muy chistoso —dice ruborizándose.

—No te preocupes, me gusta verte sonreír.

Ella hace un gesto dulce mientras me toma para caminar.

—Hoy compartiremos cena, no nos reunimos siempre, pero todos los viernes lo celebramos como algo importante, es una costumbre familiar.

Suelto el aire entre tanto camino con ella, tenía pensado ir a mi habitación a escribir la carta a Mishaal, pero por lo que veo, se postergará de nuevo.

—Gracias por decirme, estaré lista.

—Puedes preguntarme siempre lo que quieras, cualquier duda, incluso si te parece, puedes confiar en mí —dice en tono sincero.

—Hanna —tomo sus manos—. Quiero agradecer tu hospitalidad y sobre todo tu amistad, es muy valioso para mí tener a alguien… En quien confiar.

Su sonrisa me hace sentir bastante segura, incluso estar con ella hace menos pesada mi carga aquí en el palacio.

Luego de caminar unos minutos más, decidí por ir a mi habitación y descansar un poco, saludar a Nadia y prepararme para la cena. Quisiera pensar que sería un momento en familia como lo dijo Hanna, un momento de tranquilidad; pero en mi caso y con esta familia, está muy lejos de serlo.

Ya comienzo a extrañar a mis padres, más que todo a papá, el calor de hogar desde hace rato se ha alejado de mi vida. Sé que me sentiré extraña por mucho tiempo, sé que será difícil levantarme cada día con un hombre extraño a mi lado, uno que descubrí renunció también al amor de su vida, por hacerse cargo de su nación. No sé cómo sentirme con eso, y no sé por qué me ha tomado desprevenida el saber dicho suceso, siendo sincera conmigo misma, el tema me tiene bastante confundida.

Por otra parte, sé que mi lejanía con Mishaal de cierto modo irá afectando nuestra relación. Hay muchas cosas que por mi grado de enamoramiento no quise preguntar, ahora que puedo ver otra cara de la moneda, hay miles de preguntas que me gustaría hacerle.

—Se ve hermosa, el dorado es su color, le luce mucho con ese vestido color crema.

Una sonrisa se forma en mi rostro mientras que Nadia comienza a cepillar mi cabello.

—Gracias…

—Ha estado muy pensativa hoy, yo he hablado como una lora, y usted está en otra parte —dice ella colocándose en mi campo de visión.

—Ni yo sé que me ocurre…

—¿Qué quiere decir?

—No sé, Nadia, hay muchas cosas que me están carcomiendo, muchas dudas, tengo muchas preguntas por hacer… Por un lado, Hanna es LA persona que jamás pensé conseguir aquí; atenta, dulce, buena persona, y el vizconde… Tiene su carácter, pero una vez lo conoces, lo quieres…

—¿Y el rey?, ¿qué piensa de él?

Le observo fijamente queriendo decir algo, pero nada sale de mí. Entonces unos toques en la puerta nos hacen girar.

—Su alteza, vengo a anunciar que ya debe pasar a la mesa —indica una dama de compañía, terminando con nuestra conversación.

—Gracias, iré ahora mismo.

Esta asiente y se retira. Por consiguiente, comienzo a caminar en dirección a la salida junto a Nadia y las demás, teniendo ansias ante la velada.

Cuando entro al gran comedor, todos están allí, y ya me siento un poco avergonzada. ¿Por qué siempre tengo que llegar de última?

—Buenas noches —anuncio bajo.

—¡Bienvenida, Saravi! —exclama Zura colocándose de pie, mientras que el resto le imita.

Todos lucen maravillosamente vestidos, en especial Kalil.

Está… está…

Él abre un asiento a su lado sin darme tiempo, y yo me posiciono en el lugar dando las gracias rápidamente, pero en el momento en que alzo la mirada al frente, los ojos de Umar penetrando mi posición, me ponen muy nerviosa.

Este hombre parece que me odiara. ¿Su hijo también compartirá el mismo sentimiento?

—Esta es nuestra cena familiar, la acostumbramos a hacer todos los viernes, aquí olvidamos un poco nuestros títulos y nos mezclamos como la familia que somos, por eso mi madre te llamó por tu nombre. Espero eso no te incomode —la voz de Kalil explicándome la situación es suave y paciente, queriendo hacerme sentir cómoda en su ámbito.

—Para nada, si fuera por mí, hiciera esto todo el tiempo, ustedes pueden hacerlo conmigo, si lo desean —me atrevo a decir.

—Eso no es posible, Saravi, es importante cumplir el protocolo —antepone Umar, con un tono más alto.

—Ella lo sabe padre —defiende nuevamente el rey—. Solo está diciendo lo que hubiese querido hacer, ya que este espacio es para liberarnos un poco de la rutina.

Mis ojos se centran en él, parece que hubiese citado un pensamiento mío. Ahora que conozco una parte del rey, una muy personal, puedo ver que también se ha sentido presionado. Sin embargo, al mismo tiempo un sentimiento revuelca mi estómago al pensar que parte de su presión la he causado yo, que parte de no tener su libertad es por estar a mi lado cumpliendo un deber, y que su desdicha es por haberse casado conmigo.

Y eso ha sido exactamente lo que yo odié de él.

¿Sentirá odio por mí también? ¿Le repugnará mi presencia? No sé qué está pasándome, pero darme cuenta de eso, me deja un vacío algo extraño.

—Hanna me comentó que conociste al vizconde, Fais —interviene Zura sacándome de mi guerra mental, mientras los platos son servidos.

—Así es, fue una experiencia muy agradable compartir con alguien tan sabio.

Su sonrisa se ensancha, mientras que Umar sigue como una piedra.

—Así es, puedes aprender mucho de él, si así lo quieres —vuelve a decir mientras asiento en respuesta.

Umar hace una pregunta a Kalil respecto al tema del ejército, comienzan a entablar una conversación acerca de la seguridad del palacio de la que algunos participan, pero yo solo les observo comiendo mi plato pacientemente, detallando a cada uno de ellos, que en algunos momentos parecen ser personas normales que tienen una cena familiar.

Hanna es el tono dulce de esta familia, cuando se colocan un poco tensas las partes, ella saca a relucir un recuerdo y luego todos ríen, Kalil parece fascinado escuchándola, así como su madre Zura. Kader es el más reservado, aunque algunas veces se sube de tono con sus pensamientos extremistas. Umar por supuesto observa cada acción de su familia, frío y calculador, esperando el momento en que pueda entrar para decir cuatro palabras que dejen en tensión a todos nuevamente.

Así como lo siguiente:

—No quiero esperar mucho por un nuevo heredero —dice tomando desprevenido al rey y posicionando sus ojos en mí rudamente.

Yo por el contrario no me dejo amedrentar y le sostengo la mirada.

—Es muy pronto para eso, padre, hay mucho trabajo por hacer… —interviene su hijo.

Pero como yo soy Saravi, e impulsiva es mi segundo nombre, como también imprudente es mi segundo apellido, un impulso bastante descarado comienza a azotarme.

Hasta que decido dejarme llevar por la euforia.

—Quizás sea más pronto de lo que usted cree, Umar —expongo sin controlar mi lengua.

¡Oh por Dios! Los ojos de todos, incluso los de Umar Sabagh se abren impactados, ninguno habla, ninguno siquiera sabe qué hacer ante este momento de incomodidad. Y entonces cuando pienso que ya he visto suficiente, giro en dirección de Kalil.

Su rostro está furioso.

Y sí, merezco una reprimenda, ¡¿Qué rayos me ocurre?!

Pero en el momento, el personal entra a recoger la mesa salvándome un poco de la incómoda situación que yo misma he creado.

—No sé si quieren tomar el té, en el otro salón podemos…

—No —corta Kalil a su hermana—. Saravi y yo nos retiramos ahora mismo.

Ay no, no, no…. ¡He tirado todo a la borda!

Todos se colocan de pie, y no me queda más que repetir el gesto nerviosa, la mano del rey me toma con fuerza y salimos de comedor en el instante.

Su paso es acelerado, puedo sentir que está tratando de controlar su rabia, y no es para menos, es como si yo le hubiese lanzado un reto.

Llegamos a la entrada de la habitación rápidamente, las damas se asoman al ver las puertas abiertas, imaginando que podrán ayudarme en algo, pero el rey cierra de inmediato dejándolas con las palabras en la boca.

Me encuentro a solas con él, con un hombre enojado por mi imprudencia, uno que me asesina con sus ojos, y que me demuestra una vez más su falta de contento para conmigo.

—Discúlpeme… —me adelanto—. Su padre a veces saca lo peor de mí. No quise ofenderlo en ningún momento.

Rápidamente se acerca a mí, tanto, que su respiración agitada choca en mi rostro.

—¿Por qué tiene que hacer las cosas más difíciles?, ¿Por qué quiere dejar tan evidente la falta de agrado por mi familia?

—No… Escuche… —intento conciliar.

—Saravi —sus brazos toman ferozmente los míos, sus ojos están inyectados en sangre y yo comienzo a tener miedo—. Aunque su mente entenebrecida no logre ver la realidad, no dejaré que lastime a mi familia, no dejaré que se burle de ellos simplemente porque son parte de mí. Descargue toda su furia conmigo, puedo ser su verdugo si quiere, pero no permitiré que ellos quieran darle amor y usted pisotee su dignidad.

Mi cuerpo está literalmente temblando, no sé qué hice para merecer sus crudas palabras, no atenté contra ninguno, no sé si esta forma de explotar sea la reunión de todos estos días juntos, de mi comportamiento poco amigable con su familia, de la carta recibida que alteró su paciencia y, sobre todo, su corazón herido.

Me zafo de sus brazos mirándole como un cordero atrapado, mi respirar está al borde, tanto que temo poder lanzar cualquier palabra al aire. Y sé que me voy a arrepentir.

—No dije nada en contra de nadie… Su padre no es de mi agrado.

—A usted nadie le agrada, Saravi. ¡Usted nos odia a todos!

—¡No es así! —Digo alzando mi voz más de lo normal—. Su madre es diferente, Hanna… Ella, es diferente, les tengo mucho aprecio, pero su padre… ¿Acaso no sabe lo que la gente pasa allá afuera?, ¡La gente se muere de hambre!, ustedes han olvidado a su pueblo, esta monarquía ha sido cruel con quienes piensan diferente a ustedes… ¿Acaso ignora la tiranía que su padre empleó por mucho tiempo? ¿Cómo puedo pensar que usted será diferente? ¡Yo he sido obligada en estar aquí! Nadie me preguntó si quería casarme con usted, yo no quería este puesto, quería mi libertad, decidir por mí misma, casarme con quien yo quería. Eso es realmente lo que me incomoda de todo esto. Y siéndole totalmente franca, su alteza, así como usted, yo también amo a otra persona…

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