C4 Introducir 2

Desde la perspectiva de Clara

Erik avanza hacia el escenario bajo las miradas llenas de admiración de los miembros de la manada. Golpea el micrófono dos veces y se aclara la garganta para captar la atención de todos.

"Buenas noches a todos", saluda Erik a la manada. Observo cómo todos inclinan sus cabezas en señal de respeto.

"Tras aquel incidente, me he encontrado solo. He llegado a donde estoy hoy gracias a ustedes, mi manada. Los he liderado en solitario y sé que algunos se preguntan si encontraré a mi compañera o si, en su defecto, tendré que resignarme a un matrimonio por contrato cuando se termine el plazo para el apareamiento forzoso. ¡Pero no teman, mi manada!" Erik eleva la voz de manera sorpresiva en las últimas palabras, lo que me deja atónita. Se detiene y observa a los miembros de la manada con una mirada cálida y comprensiva. Tras recorrer con la vista a sus compañeros, comienza a levantar la mano que sostiene el micrófono.

"Pocos de ustedes saben que he encontrado a mi compañera y en este preciso instante me llena de emoción anunciar que ¡HE ENCONTRADO A MI COMPAÑERA!" exclama con fuerza al final. Después de que la multitud termina de aclamar y celebrar a su alfa, Erik me dirige la mirada, nuestros ojos se encuentran y yo le respondo con un asentimiento. Al verme asentir, Erik sonríe y me invita con un gesto a acercarme. Levanta su mano libre en espera de tomar la mía.

Me dirijo hacia Erik, consciente de todas las miradas que se posan sobre mí. Avanzo con lentitud hacia él, erguida y con elegancia. Mi madre me entrenó para momentos como este. Era estricta, pero amaba nuestras sesiones de entrenamiento juntas. Pienso en mi madre. Recuerdo sus palabras constantes:

"Muévete siempre con elegancia".

Una sonrisa se dibuja en mi rostro al recordarla. La extraño inmensamente. Desearía que estuviera aquí para ser testigo de este momento.

"¿Qué diría mamá si viera esto?" le pregunté a Angeline.

"Se sentiría tan orgullosa como triste a la vez", respondió Angeline con su voz más dulce.

"¿Triste? ¿Por qué?" pregunté, confundido.

"Porque al verte así, podría darse cuenta de que ya has crecido", explicó Angeline, y me pareció detectar un dejo de tristeza en su voz. Sonreí al escucharla y me erguí con más dignidad.

Erik extendió sus manos hacia mí y yo las tomé con alegría.

"Es un honor presentarles a mi compañera, Clara Lee. ¡Vuestra única y excepcional Luna!"

Me planté firme y los enfrenté con aplomo. Todos se inclinaron ante mí. Al levantar la vista, recorrí con la mirada a todos y les ofrecí mi sonrisa más cálida.

Después de que me observaron bien, escuché a algunos murmurar "es hermosa", mientras otros gritaban y aplaudían con entusiasmo.

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Tras el discurso, descendimos del escenario y comenzamos a saludar a todos los que se acercaban. Erik me presentaba y me sorprendió descubrir su popularidad en la manada. No solo por ser el Alfa, sino porque es Erik, en resumen, amigo de todos. Era evidente ver al hombre implacable comportarse como un muchacho frente a su gente. Se acercaban para presentarse, algunos incluso me abrazaban y me felicitaban con un "enhorabuena".

"Estoy agotada, hay tantos nombres que recordar", se lamentó mi lobo interior.

Coincidía con ella. Hablar con tanta gente resultaba extenuante. Traté de buscar a Erik entre la multitud y, como era de esperar, él me encontró primero. Avanzó hacia mí sin perder el contacto visual. Al llegar frente a mí, sus manos se posaron instintivamente en mi cintura, y sentí esa chispa eléctrica de siempre al tocarme.

"¿Cómo te sientes?" me preguntó con ternura.

"Bien, solo que..." me interrumpí y apoyé la cabeza en su pecho, sintiendo su solidez y amplitud.

"¿Solo eso?" susurró Erik mientras besaba mi sien.

"Solo cansancio."

"Vamos a casa", propuso Erik, guiándome a través de la multitud.

"¡Pero no podemos irnos así sin más!" exclamé sorprendida. El evento está a punto de concluir, creo que deberíamos quedarnos hasta el final.

"Sí que podemos", replicó Erik con un tono que no admitía réplica. Cesé mi resistencia y me dejé llevar hacia la casa de la manada.

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Desearía que fuera como la casa principal, con puertas que la conectan directamente con la de Erik. El salón lleno se encuentra en el corazón del territorio.

"Cambiemos. Así llegaremos a casa más rápido", sugirió Erik, y estaba a punto de transformarse cuando intervine.

"No puedo", afirmé con decisión. Capté la confusión en la mirada de Erik, pero rápidamente la ocultó. Como era de esperar, puede que se muestre tierno siempre, pero no puede ocultar su naturaleza de alfa.

El lobo de Erik es tan imponente y majestuoso que no puedo evitar quedarme embelesada mirándolo. "Está bien, súbete a mi espalda", dijo con una sonrisa. Estaba lista para poner excusas en ese momento, pensando que me preguntaría por qué, pero me alivió que no lo hiciera. No quiero ocultarle nada a mi compañero, pero la vida no siempre es sencilla.

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Desde el punto de vista de Erik

"Cambiemos. Así llegaremos antes a casa."

"No puedo", dijo ella con firmeza. Quise preguntarle el motivo, pero me detuve un instante. No quiero forzarla a revelar sus secretos. Sé que confía en mí, pero intuyo que todavía no es el momento. Acaba de perder a su antigua manada. Le daré el tiempo que necesite. Aunque tome una década, sé que poco a poco se abrirá a mí, porque soy su compañero. Nada puede cambiar eso, solo la muerte lo haría.

"De acuerdo, súbete a mi espalda", le dije, sonriendo. Vi alivio en sus ojos y permití que mi cuerpo se transformara en mi forma de lobo.

Ahora me encuentro de pie sobre cuatro patas. Puedo sentir la hierba rozando mis patas y mi pelaje ondeando al viento. Le indico a Carla que se monte en mi lomo y flexiono un poco las rodillas para facilitarle el ascenso.

Gracias a mi linaje alfa, soy más grande que los lobos comunes. Una vez que siento que Carla está bien acomodada, comienzo a correr rumbo a nuestro hogar.