Soñaba con conocerlo; cada día de su vida anhelaba encontrarse con su hermano mayor, pero jamás imaginó que el encuentro sería un desastre.

"¡Compañero!" aulló su lobo interior con fuerza y, justo cuando estaba a punto de avanzar, su padre colocó sus manos sobre los hombros de la pequeña y dijo: "Esta es Mia, tu media hermana". Esas palabras de su padre frenaron sus pasos en seco.

"Te odio, te odio con toda mi alma". Gritó y avanzó hacia mí, mientras yo, con un nudo en la garganta, retrocedía. "Tu madre conspiró con mi padre y asesinó a mi madre", vociferó y me jaló hacia él. "Voy a hacer que pagues por sus crímenes el resto de tu vida y algún día, cuando menos lo esperes, te mataré". Pronunció esas palabras como un juramento, ignorando los lamentos de mi lobo.

"¿Por qué me detestas tanto? Soy tu compañera, por el amor de la diosa..." intenté decir, pero me asfixió apretando mi cuello y golpeó mi espalda contra la pared. "Jamás, no eres mi compañera, eres mi hermanastra, mi peor enemiga y la persona que más aborrezco en este mundo". Exclamó con un desprecio abrumador.

En la celebración de su decimoctavo cumpleaños, la vida del alfa Ricardo cambió radicalmente. Su padre le presentó a una mujer anunciándole que sería su nueva esposa y, para colmo, ella traía consigo a una niña de doce años, hija de su padre.

Al conocerla, Ricardo se percató de inmediato que ella era su compañera, pero lo mantuvo en secreto porque le repugnaba la idea de estar destinado a su propia hermanastra. Cuando creía que ya nada podría sorprenderlo, descubrió que su madre no había fallecido de forma natural, sino que había sido envenenada por su padre y su amante.

Mientras Ricardo intentaba procesar todo, su padre y su amante perecieron en un accidente automovilístico, dejándolo a cargo de Mia, su hermanastra y compañera, a quien odiaba profundamente.

Proyectó el odio y la ira que sentía hacia la amante de su padre en la inocente Mia. No le ofreció más que dolor y resentimiento, sin sospechar que aún quedaban muchos misterios por desvelar.

C52 Capítulo 52