C6 6
—¿Así que saldrás con el bar tender? — me pregunta Bruno en medio del silencio que deja una breve pausa musical en el auto.
Volteo a verlo y sonrió levemente —¿Hay algo de malo con eso? — le pregunto con mucha curiosidad. —Supongo que no… no veo porque no salir al cine con él, después de todo no conozco a mucha gente aquí todavía. — continuo.
No entiendo mucho su reacción... ¿Y si Miguel tiene razón? ¿Y si Bruno siente algo por mí? «No, es imposible, él me dijo que no volvería a enamorarse y yo no me quiero hacer falsas esperanzas... tampoco lo soportaría.»
«¡Espera! ¡¿ilusiones?! No… no te enamores…» me reclamo.
—No, no tiene nada de malo, es solo que creí que una mujer como tú tenía otras aspiraciones en cuanto a su vida amorosa. — exprea y no entiendo bien de qué habla.
—No entiendo...— digo mirándolo fijamente.
—Creí que no te iban las relaciones casuales. — sentencia y lo miro totalmente sorprendida.
—¿Crees que me voy a acostar con él en la primera cita?— pregunto intentando no reírme.
Él se sonríe ampliamente y me mira por un instante para luego volver su vista nuevamente a la carretera —¿Crees que solo te llevara al cine? Estás equivocada. — rebate.
—¿Acaso lo conoces? —
«Realmente estoy sorprendida por su advertencia.»
—Conozco su reputación. — confiesa sin mirarme.
—¿Y es igual o peor que la tuya? — me atrevo a preguntarle un poco más seria esta vez.
«Veamos que tienes que decir de eso…»
—Bastante parecida, solo que él no te cuidara. — me advierte y no puedo dejar de mirarlo intentando entender que sucede aquí.
—¿Acaso todos los hombres de Madrid son así? — cuestiono sarcásticamente y no puedo evitar reírme de a donde me llevo mi imaginación.
—Si quieres una relación seria, ese bar no es el lugar para encontrarla. — advierte.
—¿Y si no quiero algo serio? ¿Y si yo tampoco quiero que me vuelvan a romper el corazón? ¿Y si yo te digo que solo tengo un contrato de un año para trabajar en Madrid y luego regresare a New York? — indago sin tregua entre pregunta y pregunta.
Bruno no nada, solo estaciona el auto frente a nuestro edificio y baja del auto para luego dar la vuelta, abre la puerta de mi lado y extiende su mano para ayudarme a bajar. Inmediatamente cierra la puerta y luego apoya su mano sobre el auto acorralándome entre su cuerpo y el vehículo.
«¿Qué está haciendo?»
—Si no quieres nada serio... si no tu corazón no se romperá llevando una relación así... y si solo te quedaras en Madrid un año, te propongo que sea yo con quien tengas algo en vez de el imbécil de Miguel. — me dice sin preámbulos y siento que mi corazón palpita a mil por hora...
—¿Qué? — pregunto con un hilo de voz.
—Seamos amigos que la pasan muy bien...— propone acercándose más a mí.
—¿Solo sexo? — pregunto casi sin poder respirar.
—Exactamente. De todas maneras, te vas en un año, ¿no? —
—11 meses exactamente. — aclaro.
—No hay riesgos aquí. — añade y con sus dedos acomoda mi cabello.
—¿De qué hablas? — cuestiono confundida.
«Respira Roció…»
—Tú no te enamoraras y yo tampoco...— explica.
—¿Y tú catálogo de mujeres? — averiguo.
—Lo dejo en pausa por este paréntesis contigo. — responde sin duda alguna.
—Por once meses...— repito.
—Exacto, ¿Qué dices? — pregunta sin dejar de mirarme.
—Once meses de sexo solo cuando ambos queramos… Sin reclamos, sin celos, sin nada que se parezca a una relación de pareja. — respondo y le ofrezco mi mano para estrecharla con la suya.
—Sin reclamos, sin celos, sin que se parezca a una relación. — afirma y me da la mano con una media y sonrisa dibujada en su rostro. —¿tu piso o el mío esta noche? — pregunta sonriente.
«¿De verdad estoy haciendo esto? ¿Me volví loca o qué?»
—Mejor el mío...— pronuncio e intento darme la vuelta para cruzar la calle e ir al edificio, pero él me detiene sujetándome por la cintura.
—Déjame probar que tan bien besas. — me dice firme y cuando menos me doy cuenta, tengo sus labios sobre los míos besándome eufóricamente.
«Que bien que besa por favor...»
Sus labios queman sobre los míos haciendo que no pueda resistirme a la tentación de que nuestras lenguas se encuentren y jueguen entre sí... Me tiene atrapada entre sus brazos y de repente, una de sus manos va subiendo por mi espalda por debajo de mi camiseta.
—Vamos arriba. — propone agitado.
—Vamos…— respondo como puedo.
«No puedo creerlo... estoy cayendo en las garras de mi vecino, el mujeriego... pero, que bien se siente esto por favor…»