Miedo al amor/C3 El amigo de Jack
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C3 El amigo de Jack

—¿Eh? —El chico de cabellos dorados, que con anterioridad se veía relajado, se giró con una mueca de disgusto y susto al escuchar la pregunta de aquel individuo. Le pilló por sorpresa que alguien le hablase ya que estaba ensimismado en el elefante.

Christian tenía los labios fruncidos y no estaba seguro si debía contestar tal información básica a un extraño; así que, en un acto reflejo, agachó la mirada y empezó a jugar con sus dedos, tornándose un silencio un tanto incómodo entre los dos.

Christian era un chico de pura raza inglesa, con el pelo rubio y ojos color caramelo. Era bastante tímido al principio pero después puede coger bastante confianza. Era un tanto afeminado, pero sin fuertes rasgos.

El rubio sentía la mirada atenta de aquel joven puesta en él, pero no era capaz de decir ni una sola palabra y eso era extraño ya que solía ser parlanchín, bueno o eso aparentaba ser.

Jack, sin saber muy bien el comportamiento del chico, suspiró y miró a Mochi. El elefante seguía ahí, oliendo el pelo del "chico bocata".

En sus ojos negros como el carbón, se podía ver ese brillo que, en un momento dado, se había apagado.

Aunque Jeon no lo quisiera admitir, se sintió aliviado al ver, que de nuevo, los ojos de su amigo trasmitían algún signo de vida. Se sintió contento y esperanzado de que todo volviera a la normalidad, aunque sentía que pasaba algo.

—¿No vas a contestar? —Jack se posó al lado de Christian, el cual le llegaba hasta el hombro. Algo que le pareció tierno al mayor.

El pelirrojo estiró el brazo para acariciar la trompa de su animal, mientras esperaba una respuesta. Y a ver que había un silencio incómodo, intentó romper el hielo.

—¿Sabes? Lo que has hecho de dar comida a...

El peli-dorado no dejó terminar de hablar al mayor. De repente, en un acto hiperactivo, agarró un trozo de la manga de la camisa de Jack y se agachó en signo de disculpa.

Christian no entendía ni su propio comportamiento, pero su corazón se sentía acelerado. Tal vez sea por la idea de creer que ha hecho algo malo, o por el simple hecho de pensar que iba a regañarlo y entregarlo a las autoridades por haber hecho algo ilegal. Porque Christian lo sabía: no estaba permitido dar de comer a los animales del Zoo. El siempre había sido un chico ejemplar, y pensar por lejano que sea, la idea de ser llevado a comisaría, lo estremecía.

—L-lo siento. ¡No lo volveré a hacer! —La respiración de Chris se volvió entrecortada y pesada— Se veía indefenso y pensé que tendría hambre. Se acercó y... y no lo pude evitar —. Continuó hablando en sollozos continuos. Ni siquiera se dio cuenta cuando comenzó a llorar, pero muy interiormente sentía que se veía ridículo, algo que no pensó en absoluto Jack.

El chico siempre pensaba que si podía hacer el bien, alegrar, ayudar y trasmitir amor a los demás, él también podía estar feliz. Y al ver a Mochi triste, pensó que podía hacer que estuviera alegre. Para él, el amor era algo primordial en la vida, un pilar que no podía faltar, porque según Christian, si no hay amor, no es posible que alguien esté feliz. Y si Park Christian no lo está, los de su alrededor tampoco. Así que, cuando tenía ocho años de edad, se prometió que siempre haría sonreír a las personas cercanas incluso si se sentía triste.

Por otro lado, Jack se sintió consternado. Nunca hubiera imaginado tal reacción por parte de nadie. El chico que se encontraba a su lado era extraño y eso provocaba que nuevos sentimientos aflorasen en el pecho del peli-rojo. Unos sentimientos que llevaba muchos años sin sentir.

—Sólo quería agradecerte por alimentarlo—. Aunque estuviera algo celoso, consiguió que Mochi comiera después de que pasara una semana, lo menos que podía hacer era agradecer.

Christian se sentía confuso. ¿Acaso no era ilegal alimentar a los animales?

—Pero no me malentiendas —continuó como si hubiera leído la mente del menor —, no se puede dar de comer a los animales; pero Mochi llevaba sin dar bocado una semana. No sé que pueda pasarle.

Chris asintió sin decir nada, comprensivo. Veía que el elefante estaba sano. De hecho, nada más acercarse él antes, se levantó y estiró su trompa a su bocata, eufórico. Volvió a mirar de soslayo al animalito, mirándolo a los ojos fijándose si realmente el alto decía la verdad. Y sin esperarlo, al fijarse bien, se percató de algo.

—Yo también creo que le pasa algo—. Masculló sin decir exactamente lo que había sentido.

Sintió miedo, y unas visiones vinieron a él, donde iba a sufrir bastante, pero que el amor todo lo podía conseguir.

Apretó más fuerte la manga que tenía sujeta del mayor, mientras le temblaban los labios. Lo que había visto en sus ojos era miedo. ¿A qué? ¿Por qué? Christian no le gustaba nada que alguien sintiera miedo, porque el miedo paraliza y bloquea cualquier sentimiento de amor.

Jack dirigió su vista a su brazo y seguidamente al peli-crema, fijándose en sus labios tembloroso mojados por alguna lágrima traviesa que aún recorría el rostro del joven, haciendo que su corazón se acelerase.

—¡No me toques, enano! —dijo nervioso ante la situación. No le gustaban las sensaciones que le hacía trasmitir el peli-dorado; y eso que lo acaba de conocer. No podía creer que se hubiera fijado en los labios del menor.

Era y es una locura.

Ver los ojos llorosos de alguien, le recordaban algunos recuerdos dolorosos de su pasado: cuando nadie estuvo a su lado y cuando más necesitaba una compañía. Aquellos tiempos que temía de la soledad, añorando una familia a quien recurrir.

—Eh... sí. Lo siento. Yo... —comenzó a hablar el menor. Jack, con cierta pizca de culpabilidad y desespero al ver la voz dubitativa de su acompañante, interrumpió a Christian con un bufido.

—No te preocupes, seguro que no le pasa nada grave a Mochi—. Intentó sonreír, para reconfortar al chico.

—Sí... Espero que no sea nada—. «¿Por qué tiene miedo?» —Se repetía en su mente una y otra vez.

El más pequeño, al escuchar el apodo «Mochi» por segunda vez, se dio cuenta que el mayor no se había equivocado. Realmente se llamaba así el elefante.

Por un momento dado pensó que el joven que se encontraba a su lado se refería a él. Mochi era uno de los muchos apodos que su familia le habían puesto.

—¿Lo quieres mucho, verdad? —Chris sujetó la cámara entre sus manos esperando la contestación.

Jack con cierta desconfianza, vaciló un momento antes de decir su respuesta. Aunque para él, el elefantito era su mejor amigo, su consejero, su acompañante; seguramente para los demás, ese pensamiento era una locura.

—Es, bueno... Es mi mejor amigo —El adolescente, dudoso, quitó el agarre que tenía ante la máquina de fotos. Era extraño encontrar a alguien que amara a un animal salvaje.

Christian se sorprendió bastante y se sintió emocionado al pensar que había encontrado una persona que ama algo por lo que es. No una persona hipócrita como muchos compañeros de clase de su universidad.

Para asegurarse de que sus pensamientos no eran erróneos, preguntó:

—¿En serio el elefante es tu mejor amigo? —Deseaba con todas sus fuerzas que la respuesta fuera afirmativa.

Jackie se sintió atacado. Y tras lanzar una mala mirada al pequeño, hizo un chasquido con su lengua. De repente, se sintió molesto. Siempre era lo mismo. Decir que tu mejor amigo era un animal era foco de burla de todos, y al parecer para el pelicrema no era una excepción.

«¿Por qué tenía que seguir entablando una conversación con él?» —pensó.

Para Jack era típico que le miraran raro al decir que tenía como mejor amigo a un animal. En cierta manera, era una locura. Pero Mochi era mucho más humano que muchas personas del planeta.

—Largo —dijo sin más, ante la sorpresa de Park, que se sintió indefenso ante el comportamiento del mayor.

No esperaba esa reacción.

Christian, alejándose un poco con la cabeza gacha, susurró un "lo siento"; y tras varios segundos, agarró la cámara que tenía colgando sobre su cuello enfocando al elefantito roba-bocatas, alias Mochi, de nuevo. Su cámara era muy importante para él.

Tal vez le había malinterpretado. El pelirrojo había tenido una vida dura donde nadie lo comprendía. Chris estaba seguro de eso. Y en parte era normal que se pusiera a la defensiva. No lo conocía de nada, y el simple hecho de pensar que el comentario fue para atacar, cuando no era así, se comprendía el comportamiento de Jack.

El mayor no se movía y eso hizo que la tensión fuera aumentando entre ellos dos.

—Por cierto, ¿cuál es tu nombre? —preguntó el fotógrafo, intentando tranquilizar el ambiente. Devolviendo la pregunta que no había respondido él con anterioridad.

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