Perverso Millonario © +18/C5 Susto De Muerte
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C5 Susto De Muerte

Capítulo: “Susto De Muerte”

Ciudad de New York.

6 meses antes.

El día augura un clima frío, es de esperarse el panorama grisáceo durante esta estación del año en la ciudad que nunca duerme, es invierno. Tomo de la percha la gabardina beige, y me doy un vistazo en el espejo, para el día de hoy he decidido llevar un vestido blanco al ras de las rodillas, stilettos del mismo color y escaso maquillaje. Mi cabello castaño y lacio permanece en un recogido, algunos flequillos adornan mi frente. Tal parece que me veo bien, así que tras cerciorarme de que todo está en su sitio, puedo irme a trabajar.

Y sí que debo darme prisa.

¡El tiempo apremia!

Llego al parking, presiono el botón del control para desbloquear las puertas. El Porsche blanco parpadea con las luces delanteras. Me encamino al auto y abordo. Me meto en el tráfico tedioso, es terrible, ni modo. En la espera me pongo a escuchar la radio, no suena una melodía que calme mi impaciencia, todo lo contrario, habla el locutor repitiendo qué hora es.

¡Faltan cinco minutos para las ocho y media!

El retardo se lo echo a mi descuido, no debí quedarme despierta hasta altas horas de la noche. Pegar un ojo se me dificultó, en parte era el estúpido insomnio que aparecía inoportuno.

Uno que otro claxon suena detrás, a mi par, por todos lados. Como si eso cambiara algo. Bueno, apenas avanza la cola.

Bufo.

Le marco a mi padre.

—Buenos días Lunita, ¿pasó algo?

—Buenos días, padre. Estoy atascada en el tráfico, lo siento…

—Calma, hija. No pasa nada si no puedes acompañarme en la reunión.

—En serio quería estar, y no creo que llegue a tiempo. Me siento pésima.

—No te preocupes, ya debo entrar, cuidado al conducir.

—Espero que todo vaya bien.

—Ya verás que sí.

La llamada termina, vuelvo a poner el móvil en su sitio. Al cabo de media hora pude escapar del horrible tráfico. No lograré estar en la junta, al menos estaré presente para darle la bienvenida al nuevo accionista de la empresa. Mi pecho rebosa de felicidad a sabiendas de que el futuro del negocio familiar ya no se irá en declive.

Aunque falta hilvanar sobre algunos puntos, ya queda nada para que nuestros problemas económicos se acaben.

Llegar a Miller.Inc me saca una sonrisa, es mi zona de confort, desde que tengo uso de razón es uno de los lugares en que me siento bien. Ahora que también es mi zona laboral, me complementa.

Saludo a Paulina tirándole un beso al tiempo que me apresuro tomando el elevador.

—¡Ten un excelente día! —desea antes de que las puertas espejadas se cierren.

Logro corresponder con una sonrisa.

Una vez he llegado al piso, me encuentro de frente con la secretaria de papá.

—Buenos días, Regina.

—Bienvenida, joven Miller. Iré por unos cafés, luego lo llevaré a la sala de reuniones, con permiso —añade urgida.

—Entiendo.

Entro a la enorme oficina de mi padre en busca de unos folios firmados. Me los llevo conmigo a mi puesto; todavía no me gradúo de administración de empresas, pero mi padre me ha dejado la vacante de asistente administrativa, él cree en mí, en el potencial nato que tengo con los cálculos. Cosa que heredé de él.

Karol, la jefa de administración, me da mis tareas diarias. Es una mujer hermosa de abundante melena rojiza, perfeccionista, y sin dejar de lado su dulzura y comprensión a la hora de evaluar mi trabajo.

—Preciosa, Luna, ¿cómo estás? —su ojos miel comparten un brillo simultáneo que aviva el buen humor que trae junto a una suave sonrisa.

—Karol, de hecho me siento mal por llegar tarde, ansiaba estar con papá en la junta —hago un puchero.

Rodea el escritorio, se posa frente a mí y sus delicadas manos se posan sobre mis hombros dejando la sutil caricia de apoyo. Logra que sonría un poco.

—Ánimo, ya será la próxima, por otro lado, ten la plena seguridad de que esa reunión será un éxito. Hace mucho que conozco a Riccardo, es un sujeto de fiar, benévolo y sabe que con su aporte a este lugar va a conseguir exorbitantes ganancias.

—Tienes toda la razón del mundo, ahora si me lo permites, iré a trabajar. —aviso, hago el amago de retirarme, su mano se enrolla alrededor de mi antebrazo, impidiendo mi salida. La miro —. ¿Qué?

—¿Cómo van los estudios? Te necesito aquí, pero importa más la universidad —admite en un tono bajito.

—Todo bien, no te preocupes, puedo combinar ambas cosas sin perder el ritmo en cualquiera de las dos. Oye, Karol, ¿puedo tomarme la tarde libre? —averiguo, rara vez me negaría algo así, de todos modos pregunto.

—Por supuesto que sí, has trabajado duro estos días, que te lo mereces, preciosa. Antes de que te vayas, ve por dos cafés —añade guiñando un ojo.

—Claro, ¿descafeinado?

—No, hoy me apetece un delicioso capuchino.

—De acuerdo, volveré pronto.

De volada me marcho camino a la cafetería favorita de mi jefa, no es que la de Miller.Inc no le agrade, sino que cruzando la calle está una reconocida que frecuenta desde pequeña, eso me contó. También se ha vuelto mi elección a la hora de tomar café de distintas maneras. La distinción del lugar se lo ha ganado por su atención y la mezcla explosiva de sabores en cada orden.

Es un sitio donde sentarse a tomar un café, mientras afuera llueve y poder mirar millares de gotas a través del vidrio, lo vuelve un momento de calma y especial. No lo sé, así lo siento, a mi parecer Coffe City York es indescriptible.

Antes de poner un pie en la carretera, la balacera empieza, a todas direcciones, el miedo se apodera de mí. Me quedo paralizada, el terror se ha apropiado de mi cuerpo y no quiero ser una víctima, un cuerpo caído. Necesito protegerme, de la nada aparece un sujeto que tira de mí, me lleva de la mano, quisiera saber su identidad.

Todo es tan rápido, que no me da tiempo de reconocerlo. Me apremia a subir al auto en el puesto de copiloto, él hace lo mismo abordando al volante.

—Estás a salvo —me dice en un tono tranquilizador que por un momento ha logrado ahuyentar la inquietud.

Al fin lo miro, tras clavar los ojos en los suyos tan familiares vuelvo a respirar con normalidad.

—¿Jake?

—Conducía a la empresa y de pronto te vi, noté que estabas en aprietos, y no dudé en ayudarte. Hay que andar con mil ojos, Luna —añade inspeccionando mi rostro —. ¿Estás bien?

—Y-yo… —busco la palabras correctas, he pasado un susto de muerte, y soy afortunada de haber salido ilesa del repentino tiroteo. Me pierdo en las luces de las patrullas que van llegando, la sirenas me traen de vuelta a la realidad —. Supongo que sí, gracias Jake.

—No es necesario, sabes que velar por tu seguridad es un privilegio que haré siempre que tenga la oportunidad —alega con una sonrisa que rasga sus ojos grises. Lo aprecio como a un padre, en parte se debe a que Boyle es amigo de papá —. La próxima vez, evita ir caminando a dónde sea, tienes un auto, Luna.

Solo asiento, aceptando el regaño.

—Pensé que sería un día igual de tranquilo que los otros, pero tendré cuidado. ¿Podrías llevarme a comprar unos cafés?

—¿Es cerca de donde ha ocurrido el revuelo?

—Por desgracia —se lo confirmo.

—No voy a exponernos.

—Tienes razón, volvamos a la empresa, le explicaré a Karol. —me resigno, mientras me desinflo en el asiento.

No puedo dejar de pensar en lo ocurrido. ¿Cómo en un lugar tan concurrido siguen ocurriendo esas cosas? La policía debería de estar más atenta. Con tantos sicópatas sueltos, reforzar la seguridad no es una opción.

Menos mal que no me pasó nada, ni un solo rasguño.

—Oye, Jake —logro llamar su atención, tan solo con una mirada de reojo me anima a continuar —. No quiero que le comentes a mi padre, sino se preocupará y es capaz de contratar a dos fornidos hombres que me custodien. Y…

—Descuida, solo procura no andar de transeúnte, no quiero imaginar que habría pasado si una bala… —toma aire, dejando la frase inconclusa.

—De acuerdo, cambiemos de tema, por favor. ¿Cómo has estado? —inquiero cambiando radical el curso de la conversa.

—Ahora que me enteré de que ha sido exitosa la reunión, me siento aliviado —expresa y abro los ojos con sorpresa.

—¡¿En serio?! —suelto sin dar crédito, me lo esperaba, pero estuviera pasando me descolocó con alegría —. Eso es maravilloso.

—Es una buena noticia, Luna.

—¡Felicidades, papá! —lo primero que hago al verlo es tirarme a sus brazos, orgullosa.

—Luna, hija mía, ya ves que todo se solucionó —me separa para poder tomar mi barbilla con cariño —. Vamos a darle juntos la buena noticia a Elena.

Asiento, luego beso su mejilla tiernamente. Mi padre es tan apuesto, se conserva muy bien incluso rozando los sesenta. Sigue manteniendo la chispa en sus ojos verdosos como los míos y, la elegancia en el porte y su forma de ser.

—Vamos, tenemos que celebrar, papá.

—Por supuesto que sí, antes de llamar a tu madre, ven, te presentaré a Riccardo.

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