Prisionera en tus brazos/C1 Ella es mi prometida
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C1 Ella es mi prometida

Bruno no podía creer lo que veían sus ojos. Ahí estaba el amor de su vida, agarrada del brazo de su hermano. No podía más que pensar que era una broma macabra del destino.

"¿Qué está sucediendo aquí?", inquirió, visiblemente confundido.

Lanzó un grito de desesperación, deseando que todo fuese solo una pesadilla. "¿Qué es todo esto?"

Al verlo, su hermano se acercó sonriente, sin percatarse de la tensión. Para Dante fue una sorpresa mayúscula encontrarse con su hermano allí, cuando había asegurado que no podría asistir.

"Hermano, al fin has regresado", exclamó con una sonrisa radiante, avanzando para abrazarlo.

La joven lo observó perpleja, sin poder creer que él estuviera presente. Un torbellino de emociones se reflejó en su rostro antes de palidecer por completo.

"Bruno, no es lo que estás pensando. Permíteme explicarte", balbuceó ella, sin poder asimilar que él estuviera allí, en carne y hueso. Nunca imaginó que se presentaría.

"¿Qué diablos pretendes explicarme? Mientras yo te esperaba en Italia para nuestra boda, aquí estás comprometiéndote con mi hermano".

La sujetó del brazo con fuerza, y la joven rompió a llorar sin consuelo.

Dante, indignado, lo apartó de un empujón.

"¿Pero qué te pasa, hermano? ¿Cómo te atreves a maltratar así a mi prometida?"

René, su padre, intervino sin demora, tomándolos a ambos del brazo para llevarlos a su oficina.

"¿Acaso no te das cuenta del espectáculo que estás dando? Es evidente que hay un malentendido", afirmó con seriedad.

Dante lo miró con un odio visceral, incapaz de comprender la verdadera situación. Bruno se encontraba en un dilema; no sabía cómo expresarlo sin lastimar a su hermano menor.

"¿Qué te pasa en realidad? ¿Por qué estás reaccionando de esta manera?", preguntó, buscando desesperadamente una explicación lógica a todo el embrollo.

"Tu prometida es también la mía", reveló de golpe. "Y lo ha sido durante los últimos seis meses".

Dante se quedó pálido al escuchar esas palabras. No podía creerlo. Su mundo perfecto se había derrumbado con la confesión de su hermano.

Bruno le enseñó videos e imágenes de sus dos últimos años con Shelsy, que coincidían exactamente con el tiempo que Dante había estado con ella. Dante tomó el teléfono de Bruno para mirar aquellas fotos. Shelsy se veía realmente feliz a su lado.

La hermosa y estilizada modelo Shelsy Cavalli Shiviello acababa de jugar con los hermanos Leone de la forma más cruel imaginable.

Dante salió del despacho cegado por la ira, su padre intentó detenerlo, pero fue en vano.

"Eres una basura, Shelsy. ¿Cómo has podido hacerme esto? Te amo", exclamó, luchando por reprimir las lágrimas.

La sujetó del brazo y la sacó de la fiesta, sin importarle la mirada de los invitados.

"Dante, déjame explicarte. No sabía que Bruno era tu hermano. Tú eres Dante Leone y él es Bruno Vitalli. Te lo juro, tenía pensado dejarlo lo antes posible", se defendió ella.

"Lárgate. No eres más que basura. Si te atreves a acercarte a alguno de nosotros otra vez, quiero que desaparezcas de nuestras vidas y de nuestra familia. De lo contrario, pagarás por lo que nos has hecho".

Dante gritaba enfurecido ante todos los presentes. Aquello que había imaginado como el día más feliz de su vida se había convertido en el más desolador.

"Basta de escenas. ¿Qué esperan? ¡Fuera todos de aquí!", ordenó a los invitados, quienes se dispersaron rápidamente murmurando entre ellos.

Su madre se acercó para consolarlo con un abrazo. No podía asimilar lo que estaba sucediendo. Ver a su hijo sufrir de esa manera era desgarrador. Aquella despreciable mujer los había hecho sufrir a todos.

Los hermanos habían sido inseparables desde niños, hasta que Bruno partió a Italia para realizar un máster en arquitectura bioclimática. Dante se quedó en Nueva York para finalizar su grado en arquitectura. Su padre, René Leone, era un arquitecto de renombre en el país. Bruno optó por usar el apellido materno, Vitelli, con el deseo de forjar su propio camino. Dante, en cambio, eligió llevar el apellido paterno, consciente de que le abriría puertas en el ámbito arquitectónico.

Un año había transcurrido desde que salió a la luz la traición de Shelsy. Dante se había convertido en un donjuán, un auténtico casanova. A pesar de ello, su esencia no había cambiado; seguía siendo el bromista de siempre. No obstante, su percepción sobre las mujeres había cambiado radicalmente; para él, solo eran buenas en dos aspectos: para el dormitorio y para complicar la vida.

Por su parte, Bruno se sumergió de lleno en el trabajo. No había espacio para nada más en su vida, solo el trabajo y la familia. Su temperamento se había agriado, mostrándose más autoritario y, quizás, algo resentido por ser el hermano mayor. Su padre le había instado a asumir las riendas de las empresas, nombrándolo director general de la corporación Art Bio Leone, donde Dante ocupaba el puesto de vicepresidente.

El patriarca había decidido confiarle el legado empresarial para poder viajar junto a su esposa, Mara Vitelli. Aunque Mara no era su madre biológica, había desempeñado ese rol desde que Bruno era un niño. De su madre verdadera solo conservaba recuerdos amargos, aquella que los había abandonado a él y a su padre cuando apenas contaba con cuatro años. Bruno deseaba no volver a cruzarse con ella jamás.

Llegó el fin de semana y su amigo de toda la vida, Brando Brown, celebraba su cumpleaños con una gran fiesta en su mansión. A pesar de su aversión por las fiestas, Bruno no pudo declinar la invitación.

Después de un rato de socializar, el barman le ofreció una bebida. Le resultó extraña al paladar, pero atribuyó la sensación a su falta de costumbre con los cócteles. Poco después, comenzó a sudar en exceso y a sentir la boca reseca. Optó por retirarse a descansar, con la esperanza de recuperarse pronto.

"Brando, me siento mal. ¿Podrías dejarme una habitación para reposar?", solicitó Bruno, abanicándose.

"Claro que sí, amigo. No tienes ni que pedirlo. Utiliza la habitación de siempre", le ofreció Brando, percibiendo que Bruno no se encontraba en su mejor estado. Algo no iba bien, quizá había bebido más de la cuenta.

Bruno ascendió a la habitación en penumbras, sin encender las luces. Un dolor de cabeza atroz y un calor sofocante lo agobiaban. Algo no estaba bien; su cuerpo reaccionaba de manera anómala. Optó por una ducha de agua fría para aliviar sus malestares.

A tientas, se acomodó en el sillón junto a la cama, sumido en la oscuridad. De pronto, voces irrumpieron en el silencio y alguien ingresó a la estancia. Fue entonces cuando percibió que la puerta estaba cerrada con llave.

"¿Qué demonios ocurre aquí?", se cuestionó, sumido en la confusión.

Un aroma femenino y embriagador invadió el espacio. Luchó contra el impulso, pero la sustancia que había ingerido lo atormentaba sin clemencia. Se puso de pie de un salto, sujetó a la chica por el brazo y la lanzó sobre la cama. "Si a esto juegas, entraré en tu juego", declaró. La joven se debatía y sollozaba. No comprendía su comportamiento, pero estaba convencido de que ella había manipulado su bebida.

Perdió toda compostura. Se deleitó con la delicadeza de su cuerpo menudo y hermoso. Aunque su consciencia flaqueaba, intuyó que era su primera vez. Se esforzó por moderar sus impulsos, consciente de su vileza. No obstante, si ella había buscado eso, eso recibiría.

Nicole no salía de su asombro al recordar cómo Sondra había insistido para que la acompañase a la fiesta. Era inusual que Sondra la invitara, dado que Nicole no solía frecuentar esos eventos. Por eso, no pudo rechazar la petición de su hermana.

Una vez en la fiesta, y después de compartir un rato con Sondra y sus amigos, un camarero vertió por accidente una bebida sobre su vestido.

"Nicole, ¿qué ha pasado con tu vestido?", exclamó Sondra, notablemente contrariada. "Subamos para que te cambies. Brando nos ha reservado una habitación y nuestras pertenencias ya están allí."

"Vale, Sondra. Voy a cambiarme", accedió Nicole, siempre complaciendo a su hermana.

Ascendieron a la habitación. Al llegar, Sondra la empujó hacia dentro y cerró la puerta con llave. Nicole no comprendía por qué su hermana la estaba encerrando. En la penumbra, buscó a tientas el interruptor, pero de pronto se vio aprisionada por unos brazos poderosos que la arrastraron y la arrojaron sobre la cama.

Escuchó la voz profunda de un hombre que decía: "Si este es tu juego, entonces juguemos juntos". Con un solo movimiento, él desgarró su vestido. No podía asimilar que aquello le estuviera ocurriendo. Trató de gritar, pero él le selló los labios con su mano. Rechazaba la idea de que esa fuera su primera vez.

Él la besaba con desesperación en el cuello, mientras sus manos exploraban su cuerpo sin restricciones. Ella temblaba, presa del pánico. Un dolor atroz la invadió cuando él la penetró. Solo deseaba despertar de esa pesadilla. Ese hombre había arruinado su sueño de mantenerse virgen hasta el matrimonio. Dudaba poder superar aquello.

Shelsy subió en busca de Bruno. Confíaba en que él no descubriera que había sobornado al barman para que mezclara un afrodisíaco en su bebida. Al entrar en la habitación sombría, se sintió de repente arrastrada hacia la cama. Siempre había deseado intimar con Bruno cuando eran pareja, pero él se había resistido. Había ideado emborracharlo en la noche de su boda para que no sospechara que había estado con otro antes. Esta vez, confiaba en que, bajo el efecto de la droga, él no notaría nada.

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