Prisionera en tus brazos/C3 Completamente en tus manos
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C3 Completamente en tus manos

Tras concluir la recepción, él le tomó del brazo. Luego de despedirse de sus padres, le abrió la puerta del coche para ayudarla a entrar y se acomodó a su lado. Ella anhelaba regresar a la casa de sus padres, pero era consciente de que no era una opción. Antes de poner en marcha el coche, la observó detenidamente.

"Espero que actúes como se espera. Ser la esposa de un Leone implica grandes responsabilidades. Más te vale no avergonzarme jamás. Desde este momento, eres mía y puedo hacer contigo lo que me plazca".

"Al igual que tú, este matrimonio no me satisface. Creo que deberíamos divorciarnos después de un tiempo". Ella albergaba la esperanza de que él aceptara su propuesta, ya que dudaba que él quisiera estar con ella.

"Jajaja, ni lo sueñes, mujercita. Obtuviste lo que deseabas, y ahora sufrirás las consecuencias por haberme engañado de esa manera".

Nicole no replicó; optó por el silencio. Se sentía insignificante a su lado, convencida de que sus intensos ojos azules destilaban malicia y desprecio hacia ella. Necesitaba planificar meticulosamente cómo liberarse pronto de ese maníaco.

Al arribar a la mansión, salieron del vehículo. Bruno se acercó a ella y, sin previo aviso, la alzó en sus brazos. Nicole se sintió aterrorizada.

"Relájate, es la tradición que se cumple cuando la novia entra en su nueva morada. No queremos atraer años de mala suerte a nuestro matrimonio", comentó él, con una sonrisa siniestra.

Una vez dentro de la mansión, la depositó de manera abrupta sobre el sofá. Nicole emitió un grito al impactar, y Bruno pensó que podría haberse lesionado. Sintió el impulso de socorrerla, pero luego se convenció de que no era nada grave.

"Voy a ser claro, señorita. Dispondrás de tu propia habitación, pero te está prohibido entrar en la mía. No abandonarás esta casa sin mi consentimiento. Deberás acompañarme a eventos públicos y cenas familiares cuando sea preciso. No vamos a darles a los demás más motivos para chismorrear de los que ya existen", afirmó.

"¿Acaso me queda otra opción? Estoy completamente a tu merced, y bien sabes que mi padre me obligó a renunciar a todo antes de casarme contigo."

Bruno esbozó una sonrisa maliciosa. Lo que Nicole ignoraba era que él había persuadido a su padre para que aceptara la oferta de Sondra de convertirla en la única heredera. No porque compartiera los intereses de esa mujer ambiciosa, sino para tener a Nicole bajo su completo control.

"No te entrometerás en mis asuntos ni cuestionarás mis decisiones. Te someterás a que yo maneje tu vida como me plazca. Si deseabas estar a mi lado a cualquier precio, así será."

Con ira, Bruno se retiró a su habitación, dejando a Nicole sola en el salón. La sola presencia de ella le resultaba irritante. La joven mimada y acostumbrada a los lujos no tenía ni idea de en qué lío se había metido. Destrozar su vida no sería tarea sencilla; acarrearía un costo y consecuencias.

Al día siguiente, Nicole descendió a la cocina para desayunar. Por suerte, Bruno ya había salido. Allí se topó con uno de los miembros del servicio.

"El señor ha dado instrucciones de que si deseas algo, deberás prepararlo tú misma. De ahora en adelante, te encargarás de tus propios asuntos", le informó el empleado con una mirada de desprecio.

Nicole optó por hacer caso omiso, revolviendo entre los armarios y la nevera. Se sirvió un café y tostadas con mermelada. Tras acabar, subió a su habitación para arreglarse. Planeaba visitar a su mejor amiga, Sophie. No la había invitado a la boda, consciente de que se enteraría por los medios, y quería ofrecerle una explicación.

Cuando trató de salir, un guardia le bloqueó el paso.

"El señor ha sido muy claro: no debes salir bajo ninguna circunstancia. Tampoco se te permite recibir visitas, excepto a tus padres", le indicó el guardaespaldas.

"¿Quién diablos se cree que es tu patrón? No es mi propietario y saldré de aquí, cueste lo que cueste", replicó Nicole con firmeza, esquivándolo y dirigiéndose hacia la salida.

El guardaespaldas frunció el ceño, se acercó a ella y, con facilidad, la cargó al hombro debido a su delgada figura y baja estatura. La condujo hasta su habitación y, tras cerrar la puerta con llave, dijo:

"Lo siento, señora, pero las órdenes del jefe no están para discutirse."

Nicole pensó para sí misma que, sin duda, estaba casada con un orangután. Ya encontraría el momento para devolverle todas sus atenciones.

Era tarde y no había conseguido hablar con Sophie. Estaba convencida de que su amiga estaría molesta por no haber sido invitada a la boda. La situación era vergonzosa y jamás imaginó verse en tal encrucijada. La percepción que tenían sus padres de ella había cambiado. Necesitaba hablar con Sondra. Había intentado hacerlo antes de la boda, pero Sondra no había dado señales de vida. Desde entonces, había buscado excusas para no pisar la casa de sus padres.

Solo quería entender el porqué del comportamiento de Sondra. Ahora se daba cuenta de que su hermana la había envidiado desde pequeñas. Le había llegado a decir que era adoptada, aunque sus padres lo negaron. Nicole quería a su hermana y siempre encontraba razones para disculpar su actitud. Noah y Emma las trataban con igual amor y cariño, aunque Nicole sospechaba que escondían algo y estaba segura de que, con el tiempo, lo descubriría.

Anhelaba distanciarse de Bruno cuanto antes. Esa relación, si es que así se le podía llamar, no era nada saludable. Ambos habían caído en las trampas de Sondra. Nicole esperaba hallar pruebas que demostrasen su inocencia y le permitiesen recobrar su libertad.

Había transcurrido un mes desde la boda. Nicole pasaba la mayor parte del tiempo en soledad, con Bruno apareciendo ocasionalmente solo para dormir. Era evidente que mantenía esa fachada por las apariencias, dirigiéndose directamente al dormitorio. Si coincidían, él la trataba con frialdad y desprecio.

Aquel día, los padres de Nicole llegaron sin avisar. Su madre no pudo evitar comentar lo deteriorada que veía a su hija. Bruno se presentó ante ellos, se acercó a Nicole y la abrazó por la cintura, desbordando afecto y amabilidad. Nicole optó por entrar en su juego; no quería causarles más preocupaciones a sus padres.

Bruno logró disimular su molestia al encontrarse con los padres de Nicole. Al tomarla de la cintura, percibió su tensión al estrecharla contra él. Sentía el calor de su delicado cuerpo.

Le demostró cariño, intentando que sus padres no se percataran de la situación. Aquello era un asunto solo de ellos dos, y no iba a permitir que nadie se la llevara, al menos no hasta que ella se lo compensara.

El padre de Nicole solicitó hablar con Bruno en su despacho, y lo que le dijo no fue de su agrado. Le pidió permiso para que Nicole retomara la universidad. A ella le faltaban solo unos meses para completar su licenciatura en arquitectura bioclimática.

Los padres consideraban que no sería justo que ella renunciara y desperdiciara todo el esfuerzo invertido. La veían como la estudiante más destacada de su promoción.

Bruno aceptó de mala gana, lo cual trastocó sus planes de tenerla en casa. Al salir del despacho, la miró de reojo. Por un instante, le pareció tan vulnerable. Ella era de estatura baja, apenas llegaba al 1.58 m, mientras que él se imponía con sus 1.91 m. A su lado, ella lucía frágil, pero él sabía que no era así. Después de que los Williams se marcharon, habló con Nicole.

"Tu padre me ha pedido que te deje continuar con tus estudios. Solo te quedan cuatro meses para terminar la universidad, y el mes que has perdido se podrá recuperar fácilmente."

"Vaya, así que ahora resulta que necesito tu permiso para seguir adelante con mi vida", dijo ella, rodando los ojos en señal de disgusto, un gesto que irritó a Bruno.

"No me hagas lamentar esta decisión. Está de más decir que te tendré bajo mi vigilancia constante. Recuerda que eres una mujer casada y debes actuar como tal."

"Como usted mande, señor", contestó Nicole con un saludo militar. Bruno se limitó a gruñir, intentando pasar por alto el comentario.

Bruno se levantó muy temprano y fue en busca de Nicole para informarle que la llevaría a la universidad de camino a su oficina. Sin embargo, no la encontró en su habitación. Descendió al salón y la vio salir del gimnasio.

Al verla, tragó saliva: llevaba unos leggings ceñidos y un top tan transparente que dejaba poco a la imaginación. No podía apartar la mirada de ella. Se aproximó y observó cómo el contorno de sus pechos perfectos se delineaba al ritmo de su respiración. Ella, al sentirlo cerca, parecía convertirse en estatua.

Bruno fue acercando sus labios a los de ella con lentitud, pero justo cuando creyó que sus bocas se fundirían en un beso, se retractó con brusquedad.

"Ni se te ocurra soñar que volvería a tocarte. Solo quería mostrarte que, cuando yo lo decida, te rendirás a mis pies", espetó.

"¿La estupidez es innata o es un 'regalo' que te ha dado el tiempo?", replicó ella con sarcasmo.

"Mira, niñata consentida, no me tientes, porque no te conviene. No tienes la menor idea de lo cruel que puedo ser", dijo él con una sonrisa malévola.

"Mil disculpas, Su Majestad. Con permiso, voy a subir a alistarme para la universidad", expresó ella, esquivándolo con elegancia, decidida a ignorar su presencia.

Bruno se reprendió en silencio. Por poco cae en la tentación de besarla. Tenía que alejarse de aquel lugar por un tiempo; no podía permitirse ser arrastrado al juego de esa mujer.

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