Propuesta millonaria/C1 Nuevos comienzos
+ Add to Library
Propuesta millonaria/C1 Nuevos comienzos
+ Add to Library
The following content is only suitable for user over 18 years old. Please make sure your age meets the requirement.

C1 Nuevos comienzos

—¡Ileana, felicidades! —mi mejor amiga Ana me abrazó. Nos habíamos graduado de la escuela secundaria en el orfanato. Acabábamos de cumplir 18 años la mayoría de chicas y solo significaba una cosa: era hora de marcharse. Había deseado este momento toda mi vida. Desde que mis padres murieron en aquel trágico accidente, el no tener más familia me tuve que criar en este orfanato en donde a veces la pasaba sola, con mi única amiga Ana.

—Felicidades a ti también.

Las monjas nos felicitaron también, nos dijeron que teníamos que empacar nuestras cosas porque tenemos que irnos. Ellas nos buscaron apartamentos económicos ya que la renta estaba pagada por dos meses nada más, dándonos chance de buscar un trabajo digno que nos diera de comer y nos mantuviera a flote.

—Estamos muy contentos de que puedan salir de este lugar, que puedan hacer su vida y que puedan buscar la felicidad. Las vamos a extrañar mucho —fueron las últimas palabras de la madre superiora. Lo admito, me sentía algo triste porque ellas se habían portado bien conmigo, me habían aconsejado, secado mis lágrimas, animado. Cuando la ceremonia terminó fui donde la madre superiora y la abracé.

—Muchas gracias por todo —le dije—Las vendré a visitar seguido, jamás las olvidaré.

—Recuerda ir a la universidad, Ileana, no desperdicies las oportunidades—me aconsejó—porque solo pasan una vez en la vida.

—Gracias, madre. Iré a hacer mis maletas.

—Te acompaño.

—Está bien. ¡Ana! Ven.

Ana vino donde nosotras. Era increíble la cantidad de huérfanos que éramos, chicos y chicas sin familia. Llegamos a nuestra habitación y tomamos las cosas. Extrañaré el cuarto pero era hora de hacer mi camino. Tenía tantos sueños, tantas cosas por hacer. Salimos afuera, donde nos esperaba el autobús que trasladaría a los graduados a los apartamentos.

—El autobús los llevará —me dice la madre.

—No tengo como agradecerle —le dije, Ana estaba distraída despidiéndose de unas chicas—Y más que nos dio la oportunidad de vivir dos veces en un lugar decente mientras encontramos trabajo y podamos pagarlo por nosotras mismas.

—Te confieso que esa fue una donación que nos hizo una persona muy importante. De vez en cuando hace donaciones a instituciones como estas y la verdad es un buen chico.

—¿De quien habla, madre?

Ella suspiró dudando en si decirme o no.

—Su nombre es William Blake. Una persona muy importante y con mucho dinero. Es dueño de empresas en todo el país y desde que asumió el cargo de todos esos bienes hace dos años se ha dedicado a hacer donaciones.

—Vaya, pues que buena persona es.

—Si, querida. Váyanse ya, me harán llorar.

Ana también se despidió de la madre superiora. Nos montamos al autobús, cuando cruzara las puertas enormes que daban a la carretera seré una chica libre al fin. Tome la mano de Ana porque estoy segura de que ella pensaba lo mismo. Para ser mejores amigas éramos muy diferentes en personalidad, a Ana le gustaba el rosa, pintarse las uñas, jugar a ser porrista, su melena es amarilla, su tez blanca, muy bonita. Imagino un futuro diferente para ella: hubiera sido la capitana de porristas en su escuela, la chica popular. En cambio yo, si estuviera en una escuela sería algo así como la chica invisible que le gusta pasar desapercibida.

El autobús al fin pasó las puertas del orfanato. Éramos libre al fin. Nos esperaba nuestro futuro.

—¿Crees que nos irá bien? —me preguntó Ana.

—Espero que si —le contesté—tiene que valer la pena. Tu tienes más futuro que yo.

—No digas eso —me dio un empujoncito—estamos juntas en esto, ¿recuerdas? No es casualidad que hayamos llegado al orfanato el mismo día y a la misma edad, cinco años.

Le sonreí.

—Tal vez no.

Si, habíamos llegado juntas ese día, nos había llevado una señora de casa hogares, allí estábamos las dos sentadas y tristes porque nuestros padres ya no estaban y a esa edad no lo entendíamos. Desde ese entonces hemos estado juntas. Somos como hermanas.

—Y ahora seremos compañeras de habitación en el apartamento. Estamos juntas en esto, Ileana.

Asentí.

El autobús empezó a llegar a la ciudad, miré por la ventana los enormes edificios, las tiendas de lujo, los restaurantes, las calles, los autos de lujo. ¿Cómo me haré un futuro en esta ciudad? Hay tanta gente con talento, sentía que sería difícil empezar desde el principio.

El autobús se estacionó frente a un edifico más o menos pequeño. No se veía tan mal. Nos bajamos todos, traíamos con nosotras una nota que decía el número de nuestras habitaciones. Entramos al lugar un poco confundidos, apareció por la entrada una chica.

—Buenos días, alumnos del orfanato Somos familia. Mi nombre es Sara Parker y estoy aquí para mostrarle sus habitaciones, además, estoy aquí para ofrecerle la oportunidad de trabajar desde ya en una de las empresas más importantes de la ciudad y del país. Las empresas Blake.

Las demás murmuraron.

—Solo dos de ustedes podrá ir.

—¿Por qué solo dos? —quiso saber alguien detrás.

—Si, es muy injusto—dijo otra.

—Lo siento, esa fue la orden que me dieron—respondió Sara. —Bueno, síganme.

La seguimos, subimos las escaleras porque este lugar no tenía ascensor. En el camino la chica Sara nos iba diciendo lo mismo que la madre superiora nos había dicho, que la renta solo estaba pagada por dos meses y quien no la pague el tercer mes será desalojado. Sara nos dio a escoger papelitos que no sabía para que eran, entonces cuando llegamos al tercer piso nos detuvimos.

—Ahora, abran el papel —nos ordenó. Abrí el pequeño papelito para ver qué contenía. El papel decía que suerte tienes! Y nada más.

—¿Que dice el tuyo? —quise saber a Ana.

El papel de Ana estaba en blanco. Me sentía tan mal por ella.

—¿A cuál de ustedes les salió Que suerte tienes en el papel? —preguntó Sara.

—¡A mi! —exclamó Johana, la chica más odiosa del orfanato. Se las creía más que todos nosotros y eso nos molestaba a la mayoría.

Levanté la mano un poco penosa, no me gustaba que Ana se tuviera que quedar cuando pudimos ser las dos juntas. Ana solo me sonrió.

—Perfecto. Los demás pueden irse a sus habitación, tengo que hablar con ellas dos —ordenó Sara. Los demás se fueron, entrando a sus respectivas habitaciones.

—Te espero en la habitación —me dice Ana, yéndose.

Johana y yo nos quedamos con Sara.

—Qué suerte tienen. El señor Blake me dio órdenes estrictas de que al día siguiente tendrán que asistir a la empresa a trabajar. No hay tiempo que perder.

—Me parece injusto que solo dos personas de las casi treinta que somos tengan las cosas más fáciles y los demás no. ¿Que pensaran los demás? —le dije a la chica.

—Si quieres puedes cambiar tu papel con otra chica. —me dijo de malos modos. Me puse seria.

—No.

—Bien, entonces no hay que renegar y ser más bien agradecido. El señor Blake es un hombre muy serio y no le gusta perder el tiempo con las personas. Además, ya hizo bastante con pagarles estos apartamentos por dos meses.

—¿De que es el trabajo? —interrumpí porque para ser sincera Sara me había caído muy mal. Me parecía una chica prepotente que no tenía buenas intenciones y hasta parecía que no quería estar aquí. Que estaba simplemente por una orden de su querido jefe William Blake. No lo conozco pero ya lo odio.

—De sirvientas —nos dijo. Miré a Johana y ella me miró a mi.

—¿Disculpa? —inquirió Johana cruzándose de brazos.

—Si, una será sirvienta en la casa del señor Blake y otra lo será en la empresa. ¿Donde eligen?

Fruncí el ceño porque no podía creer lo que estaba pasando.

—¿O sea, limpiar los pisos y sacar la basura?—quiso saber Johana.

—Así es. —sonrió Sara.

—¿Sabes que? Prefiero buscarme algo mejor que sacar la basura de tu jefe —dijo Johana dándole el papel a Sara y yéndose para la cual sería su habitación.

—¿Que le pasa? —me inquirió la chica.

—Tiene aspiraciones a ser más que una simple empleada.

—Bueno, puedes darle este papel a alguien que si tenga ganas de trabajar. —me dijo. Tome el papel y pensé en Ana.

—¿Me esperas? Voy por ella —le dije, casi corriendo hacia la habitación. Abrí la puerta y dejé las maletas en el piso—¡Ana! —la llamé.

—¿Que pasa?

—¡Vienes conmigo!

—¿De que hablas? —frunció el ceño.

—Johana no aceptó el trabajo así que tú eres la elegida —le dije, dándole el papelito.

—¿Por qué no lo aceptó?

Puse mis labios en una sola línea y dudé en decirle.

—De sirvientas —le dije, esperando que no se negara tampoco.

—¿De verdad?

—Es eso o nada. Yo aceptaré, siempre se empieza por algo y la verdad no sabemos cuando encontremos trabajo. Recuerda, Ana, es el destino que estemos juntas —la miré tratando de convencerla. Ella sonrió.

—Tienes razón. ¡Gracias, Johana!

Ana y yo salimos de nuevo al corredor en busca de Sara.

—Ya estamos aquí —le dije.

—Perfecto. Entonces vengan mañana a las siete de la mañana a esta dirección —anoto algo en un papel y me lo dio—tendrán la entrevista con el jefe y ahí se decidirá su futuro. Nos vemos mañana, chicas —dicho eso nos pasó de lado y se fue. La dirección era la empresa de William Blake.

—¿William Blake? —inquirió Ana.

—¿Lo conoces? —quise saber mientras caminábamos al apartamento.

—Lo he visto en revistas nada mas. Es muy guapo y muy joven, según leí es un mujeriego.

—Típico.

Entramos al apartamento. No había tenido la oportunidad de verlo bien. El lugar era bastante claro, o sea, entraba bastante la claridad del día. Había una pequeña sala, estaba la cocina, dos habitaciones y dos baños. El lugar no estaba tan mal, con algo de cariño y amor se sentirá como un hogar.

—No está mal, ¿cierto?

—No —respondí, tomando la maleta—¿Cual será mi habitación? —quise saber.

—Escogí la que está al fondo, ¿te molesta? La tuya sería esta —señaló la que está cerca a la sala.

—Por mi está bien —me dirigí a ella, abrí y entré. Era más o menos grande, una cama, el baño a un lado, una ventana que daba a la ciudad. Dejé las maletas en la cama y empecé a sacar mi ropa para ordenarla en el ropero. Estaba un poco pensativa de mañana, no sabía cómo nos iría con ese chico. A como miré a Sara seguramente William sería un poco más enojado o gruñón. Tenía que aguantarme porque las palabras de la madre superiora las tenía aún en mi cabeza: no desaproveches las oportunidades porque solo se te dan una vez. Y trabajo es trabajo, con tal de que me paguen bien estaré contenta y trataré de dar lo mejor de mi.

—¿Estas segura de aceptar el trabajo? —preguntó la voz de Ana detrás de mi. No me di cuenta a qué hora había entrado.

—Si, lo estoy. ¿Tu no? —la miré. Había terminado de guardar mi ropa.

—Hmm no lo sé, ser sirviente no es lo que tenía en mente.

—Yo tampoco, Ana, pero es un trabajo que será bien remunerado. Además, no sabemos cuándo encontraremos aquí. Con el señor William es algo seguro, así podremos ahorrar y seguir pagando este apartamento si queremos.

Ella suspiró y asintió.

—Está bien. Lo podemos hacer solo por el tiempo necesario, después podemos buscar algo mejor.

—Además recuerda lo de la universidad. Tenemos que buscar una beca o algo, sino recoger para poder pagarla.

—Tienes razón. Bueno, espero que el señor William nos pague bien sino no nos servirá de nada.

—Yo también espero lo mismo.

—¿Y ahora que hacemos? No hay comida en la nevera.

—Tengo algunos ahorros. Podemos comprar algo en el super.

—Yo también tengo algo guardado. Vamos, porque tengo hambre y me gustaría conocer la ciudad.

—Está bien —salimos de la habitación y del apartamento. Íbamos platicando animadamente hasta salir del edificio, la libertad era muy bonita. Pero la soledad no. Saber que no tienes nada de familia. Nadie que te ayude, que te de una mano. Ya me había acostumbrado a eso, pero a veces pensaba en mis padres, en como hubiera sido mi futuro si ellos siguieran vivos.

Report
Share
Comments
|
Setting
Background
Font
18
Nunito
Merriweather
Libre Baskerville
Gentium Book Basic
Roboto
Rubik
Nunito
Page with
1000
Line-Height