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C2 La empresa

Cuando llegamos al supermercado buscamos un carrito para hacer las compras. Era de tarde, casi de noche. La gente andaba buscando sus cosas para la cena. Estábamos en diciembre, inicios de diciembre, la gente buscaba adornos navideños, comidas para hacer cenas en esta época. De todo. Ana y yo compramos lo más económico que miramos, huevos, bacon, leche y bacon para desayuno. Compramos algunas frutas, carnes. No teníamos mucho dinero así que teníamos que hacer cosas sencillas y baratas. Llegamos a pagar, era más de lo que nos imaginamos así que gastamos más de lo que habíamos propuesto. Cuando salimos con las bolsas buscamos o esperamos un taxi pero la mayoría pasaban con gente. Así que nos tocó ir en autobús, iba lleno y la gente empujaba. Cuando llegamos al fin frente al apartamento dejamos las cosas en la cocina. Estábamos cansadas. No era como estar en el orfanato recibiendo clases y solo salir a comer sin hacer ningún esfuerzo.

—Todavía tenemos que cocinar —me dijo Ana.

—Hagamos algo rápido.

—Esto será más difícil de lo que pensé, Ileana.

—Ya lo se pero no tenemos otra opción.

Empecé a cocinar ya que Ana no quería, pero al final me ayudó un poco. Solo nos hicimos una ensalada de pollo a la plancha. Esa fue nuestra cena. Luego, por la noche, nos sentamos en el sofá a ver una película.

—¿Alguna vez has pensado en tener novio?

La miré.

—No, ¿por qué?

—Por nada. Me pregunto cómo se sentirá tenerlo.

—Algún día lo sabrás. —le sonreí.

—¿Y crees que se fijen en nosotras? Somos huérfanas y a la mayoría de la gente de sociedad les damos asco.

—¿Por qué dices eso? No tenemos enfermedad contagiosa solo cargamos con la mala suerte de no tener familia. Eso no da asco

—¿Lastima?

—Quizás. Pero te conozco y sé que no dejarás que nadie te pase por encima. Eres más fuerte que yo, Ana, y estoy segura de que en la universidad harás más amigos y te olvidaras de mi. Entenderás que nosotras somos diferentes.

—No digas eso —me codeó—eres mi mejor amiga, más que eso mi hermana, Ileana y nadie me hará pensar lo contrario. No por nada pasamos estos trece años juntas.

—Eso espero, tonta.

Pasamos hasta las diez de la noche mirando una película de miedo, luego Ana tenía miedo y como estábamos acostumbradas a dormir una al lado de la otra Ana decidió dormir conmigo esta noche, igual estaba acostumbrada así que su compañía era buena para mi.

A la mañana siguiente desperté temprano, Ana aún estaba dormida así que la removí para despertarla. Eran las cinco y media de la mañana, había puesto mi alarma para poder alistarnos y ser puntuales en la empresa.

—Ya voy —renegó Ana.

—Anda a bañarte yo haré lo mismo.

—¿Nos bañamos juntas? Así ahorramos agua.

La miré sin entender.

—Estas loca.

—Anda, como si no te conociera.

Rodé los ojos pero no dije nada. Ana y yo nos bañamos juntas a como ella quería. La bañada fue retrasada porque no teníamos agua caliente. ¿En serio, señor William? ¿No nos pudo otorgar agua caliente? Me lave el cabello y cepille los dientes. Ana hizo lo mismo. Luego salimos juntas del baño, ella esta vez se fue a su habitación para vestirse. Me puse un pantalón flojo de las piernas, una camisa blanca de mangas largas, unos zapatos converse negros y un abrigo corto. Me peine el cabello dejándolo suelto.

Estaba lista así que salí a la sala para esperar a Ana. Eran las seis y cincuenta. Solo diez minutos. El plan de llegar puntual no se me haría. Ana salió minutos después. Llevaba un vestido rosa adherido a su cuerpo y unos tacones altos.

—Lista.

—Vamos. —salimos fuera. Los demás seguro estaban durmiendo a esta hora. En la calle buscamos un taxi y le dimos la dirección. —Espero lleguemos a tiempo.

—Relájate, Ileana, el señor Blake nos tiene que atender a la hora que lleguemos.

—Eso espero.

Minutos después llegamos frente al enorme y lujoso edificio Blake. Le pagué al señor del taxi y bajamos. El aire estaba frío, miré de arriba hacia abajo el lugar. Pasamos hasta llegar donde una señorita que estaba en un escritorio.

—Hola —le dije—Venimos de parte de Sara Parker, nos dijo que teníamos una entrevista de trabajo con el señor William Blake.

—¿Ustedes son Ana Crowd y Ileana Smith? —nos preguntó.

—Si —dijimos las dos al unísono.

—Por favor suban por el ascensor hasta llegar al piso cuarenta. Allí encontrarán a la señorita Sara.

—Gracias.

Fuimos hacia donde estaba el ascensor y nos adentramos. Introduje el número cuarenta, las puertas se cerraron y empezamos a subir. Nunca me han gustado los ascensores.

—¿Nerviosa? —me preguntó Ana.

Negué.

—¿Tu?

—Más o menos. Ni siquiera sé si vengo con la ropa apropiada para trabajar.

—Hm eso lo averiguaremos.

Las puertas se abrieron así que salimos. Las paredes de este lugar eran blancas, se veía todo limpio, ordenado, la gente usaba trajes y se vestían muy elegantes. Me sentía tan insignificante ahora mismo. Éramos las únicas que desentonaban en el lugar. Sara estaba en un escritorio y nos hizo seña de que fuéramos.

Caminamos hacia ella.

—Pueden sentarse allá porque el señor William no ha venido —señaló unos sofás.

—Está bien —nos dirigimos a los sofás y nos sentamos.

—¿Te das cuenta como nos miran? Como si fuéramos de otro planeta.

—Quizás Sara se olvidó de decirnos que teníamos que venir elegantes.

—Yo estoy elegante —murmuró Ana.

—¿Entonces yo no? —reproché.

—Yo no he dicho nada, Ileana, solamente tenías que saber que si veníamos a una empresa era obvio que tenías que vestirte elegante.

Rodé los ojos y me puse de pie.

—Voy por un vaso de agua. —caminé por el pasillo hasta llegar a un estante de agua cerca del ascensor. Tomé un vaso y saqué agua. No puedo creer que Ana me haya querido decir que no estaba bien vestida para venir a esta empresa. A mi no me importa quien me critique o quien no. Lo único que me interesa es que me den un trabajo y punto. No puedo creerlo, Ana apenas lleva un día fuera del orfanato y ya empieza a sacar su verdadera personalidad.

Que triste.

Nuestras diferencias terminarán separándonos. Di media vuelta, no noté que había alguien detrás de mi así que derrame toda el agua en su caro y fino traje. Elevé la vista y me quise abofetear en ese momento porque frente a mi estaba William Blake, el jefe de este lugar.

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