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C3 Rechazo

"Interpreto el rechazo como si alguien soplara una corneta en mi oído para despertarme y ponerme en acción, en lugar de retroceder". -Sylvester Stallone

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Hace 5 años

Esperaba que su cuñado Cameron fuera a recogerla después de la escuela. Se encontraba sentada al lado del muro de cemento, tras la puerta del colegio, con las piernas colgando y entreteniéndose con un trozo de papel, creando un origami mientras tarareaba para sí misma. Al terminar, lo dejaba a un lado e intentaba hacer otro.

Escuchó pasos acercándose y, al girar la cabeza, se quedó boquiabierta al ver al antiguo deportista estrella de su colegio, aquel de las fotos en el tablón de logros, que la miraba fijamente, casi con una mirada penetrante, con los brazos cruzados sobre su pecho.

Corría el rumor de que él infundía temor, especialmente entre los niños de la manada vecina, pero tenerlo frente a ella no le provocaba miedo. Esperaba sentirlo, pero no había rastro de temor en sus venas; era como si lo conociera, como si hubiera una cercanía entre ellos. Esa sensación la desconcertaba y la hacía sentir incómoda. Él extendió la mano, la agarró y la hizo bajar de su asiento en el muro.

Cuando perdió el equilibrio, se preparó para el impacto contra el suelo, pero él la sostuvo, evitando que su rostro juvenil sufriera rasguños. Sin decir una palabra, la llevó a un lugar aislado, donde estaban solo ellos dos.

"¿Nombre?" —preguntó él, mirándola fijamente. A pesar de ser un Alfa y estar ya en la universidad, seguía siendo su superior. Ella no dudó en responder, deseando evitar problemas tanto con él como con los demás.

"Daniella Maynard", dijo ella.

"¿Ya te has transformado?" —volvió a preguntar.

"No", respondió ella, arqueando una ceja.

"¿Por qué?" —gruñó él, haciendo que ella se encogiera.

"Eres una no-cambiante", le dijo él en un susurro elevado.

"Ahhh, no exactamente, es que aún no tengo la edad suficiente".

La expresión de él se tornó pálida y continuaba alternando su mirada entre ella y algo más a lo lejos, sumiéndola en la confusión.

"¿Edad?" se quedó parada, inmóvil.

"¿Edad?" Su voz resonó fuerte y clara para ella en ese momento.

"¿15?" Volvió a maldecir.

Solo faltaban tres años para que pudiera percibir a su compañero y estaba emocionada por conocerlo, a pesar de que el riesgo de ser rechazada era alto.

Ella lo observaba, confundida, mientras su mente insistía en que él estaba loco y que debía huir de inmediato. Él se detuvo y ella desvió la mirada, evitando sus ojos cautivadores. En un instante, él se acercó y la rodeó con su brazo, su mano derecha en su cintura y la otra sosteniendo su rostro; entonces, sus labios la encontraron.

Se quedó helada.

Su mente se desbocaba: su primer beso, una joven de 15 años besada por un desconocido, y no cualquier desconocido, sino el más peligroso. Debería haberse resistido, como cualquier chica sensata, pero sus labios eran tan agradables sobre los suyos que correspondió al beso. Su corazón latía con fuerza, la emoción la embargaba y sentía un hormigueo en los dedos de los pies al contacto de su piel.

Lo apartó de golpe cuando la palabra "compañero" cruzó su mente. Ese beso debía ser para él, no para un alborotador.

Él se serenó primero y luego hizo algo que la hizo hervir de ira.

"Es curioso, mi luna Alexis era todo lo que tú no eres", la miró con desdén, y ella sintió que su corazón se desplomaba.

Los recuerdos de sus supuestos amigos acosándola y de los niños en la escuela riéndose de su supuesta torpeza desfilaron ante sus ojos.

Siempre la comparaban con su increíble hermana, que obtenía buenas notas, era hermosa y, para colmo, tenía un compañero maravilloso. Aunque su hermana había fallecido a causa de una enfermedad rara, aún podía oír las palabras de sus padres resonando en su mente, palabras que se grabaron en su corazón y que intensificaron el acoso y las agresiones hasta casi llevarla al suicidio, ya que no contaba con muchos amigos.

A pesar de que el destino no jugó a su favor, Cameron, el compañero de su hermana, apareció y se la llevó para vivir con él en un territorio neutral junto a su sobrino Clyde. Eso ocurrió hace un mes y aún ella intenta recuperarse de todo lo sucedido. Ahora este hombre la hace revivir aquellos momentos.

Ella lucha por mantener la compostura ante sus palabras hirientes; las comparaciones son lo que más detesta, pues le traen a la mente su pasado y los años de tortura que ha soportado.

Él habló de nuevo: "Yo, Dante Hernández, Alfa de la Manada Carmesí, te rechazo, Reina de Barbosa", dijo con una sonrisa burlona.

Ella lo miró incrédula y murmuró: "¿Cómo pudiste?" mientras intentaba recuperar el aliento. Él es su compañero. ¿Por qué lo hizo? ¿Cómo pudo rechazarla y luego llamarla reina del diablo de los piratas? Sin pensarlo, respondió con voz serena: "Y yo, Daniella Maynard, rechazo tu rechazo, Rey del Narcisismo".

Detestaba que él hubiera hecho lo que todos los demás hicieron; por eso rechazaba su rechazo, aunque él ya la había destrozado por dentro.

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