Reino de los elegidos/C3 Capítulo 3
+ Add to Library
Reino de los elegidos/C3 Capítulo 3
+ Add to Library

C3 Capítulo 3

El salón del trono informal, situado cerca de los aposentos de su madre, no tenía la misma majestuosidad que el destinado a las ceremonias oficiales. En aquel recinto más suntuoso, la reina acogía a dignatarios y nobles visitantes, o se encontraba con plebeyos que habían logrado obtener una audiencia. Varias veces al año, la reina Rona celebraba corte en ese lugar y determinaba si los prisioneros debían permanecer en las mazmorras—un entramado de catacumbas y celdas bajo el castillo—o si serían puestos en libertad. La mayoría ya habían pasado más tiempo en aquel antro insalubre y plagado de enfermedades de lo que a nadie le gustaría contar, para cuando llegaban ante la mirada de la reina.

Kit tenía una preferencia por encontrarse con su madre en la estancia más íntima, ya que usualmente implicaba una audiencia más exclusiva. Aunque daba por hecho la presencia de algunos miembros del Consejo Real, desconocía si estarían todos o solo aquellos más allegados a la reina, ya fuera por lazos de sangre o por fidelidad.

Aún vestía el mismo traje rosa de antes, pero Avinia e Isla habían recogido su cabello en un peinado más elaborado sobre su cabeza, dándole un aspecto más refinado. La tiara de perlas resaltaba sobre su frente, y estaba segura de que a su madre le complacería, pues su tamaño discreto subrayaba con elegancia quién ostentaba el poder, justo como a la reina Rona le gustaba.

Kit avanzó hacia el salón del trono escoltada por dos miembros de su guardia personal. Uno era el segundo al mando, un hombre alto de nombre Galter, con hombros robustos y cabello rubio oscuro. El otro, un hombre cuyo nombre no recordaba, pero que reconocía por sus cordiales ojos marrones y una nariz notablemente bulbosa. Sus músculos se marcaban bajo el uniforme gris, y aunque Kit se sentía intrigada por su porte, no podía dejar de pensar en lo difícil que sería obviar un rasgo tan prominente en su rostro. Le vino a la mente que, con su Exploración a punto de comenzar, cualquier persona podría convertirse en un potencial candidato.

La distancia desde sus propios aposentos hasta los de la reina era inmensa. Con un calzado inadecuado, Kit a menudo se sentía como en aquellos tiempos en que emprendía largas caminatas por el bosque cercano al castillo. Aunque los corredores de mármol gris no compartían el mismo paisaje, el tiempo que le tomaba llegar a las estancias de su madre le parecía equivalente al que invertía en atravesar la espesura del bosque. El castillo de Wrenbrook era colosal, quizás la edificación más grande jamás erigida en el mundo entero, y sus pasillos se extendían por millas, con escalinatas que ascendían y descendían hacia torres y catacumbas. Kit era consciente de que, probablemente, jamás llegaría a conocer la totalidad de su envergadura. Lo que tenía claro era que, para llegar puntual a sus encuentros con la reina, debía partir de sus habitaciones con, al menos, quince minutos de antelación. Ese día había salido con unos minutos de sobra, lo que le permitía no apresurarse tanto y, al encontrarse con otros en los pasillos, ya fueran nobles que compartían el castillo con la familia real y miembros del consejo, o sirvientes, se detenía a conversar brevemente con ellos. Esta costumbre exasperaba a su madre, pero la hacía aún más querida para su dulce padre, que actuaba de igual manera. La amabilidad de Kit era algo que todos valoraban.

Dos miembros armados de la Guardia de la Reina flanqueaban las imponentes puertas doradas y finamente labradas de la habitación de su madre, que se elevaban por encima de la estatura de Kit. Sus uniformes eran parecidos a los de la Guardia de la Princesa, aunque las franjas laterales eran de un tono granate más profundo y los distintivos en sus hombros los identificaban como parte de la Guardia de la Reina. Al ser esperada, un soldado a cada lado entreabrió las pesadas puertas y Kit les sonrió en señal de gratitud, aunque solo recibió ceños fruncidos como respuesta. Se giró para dar un último vistazo a Galter. Él asintió con la cabeza, prometiéndole que la esperaría en el pasillo, tal y como hacían sus guardias cada vez que era recibida por su madre.

En el interior, las delicadas zapatillas de satén rosa de Kit rozaban con suavidad la alfombra bordada en tonos rojos y dorados que se desplegaba a lo largo del piso de mármol blanco, tan ancha como las puertas dobles. Su madre se encontraba sentada en su trono, que si bien era algo más pequeño y menos ostentoso que el de la gran sala del trono, estaba hecho de oro macizo con cojines de terciopelo rojo y estaba adornado con joyas en la parte superior del respaldo, más grandes que las de la corona más majestuosa de Kit. Allí estaba su madre, al borde de su asiento, con una corona dorada de puntas que a Kit le recordaban a madera astillada sobre su cabello oscuro, su rostro serio y sus dedos aferrándose a los extremos de los reposabrazos.

Kit se inclinó en una profunda reverencia ante su madre, tal como se requería de ella y de todos los que se presentaban ante la reina. Pronunció el acostumbrado saludo: "Salve, Rona, Emperatriz de Todas las Tierras al Este de las Montañas Galaciales y Reina de las Provincias al Sur del Mar Compazional, mi soberana", agregando al final "mi madre", como era su costumbre personal.

"Puede levantarse, princesa Katrinetta", dijo la reina con una voz más grave y firme que la de su hija. Kit se había habituado hace tiempo al tono directo de Rona. Sin embargo, recordaba ser una niña que visitaba a su madre esporádicamente y se intimidaba por cómo su voz resonaba contra los suelos de mármol y las paredes de piedra. Hoy no temía a su madre, pero sí sentía inquietud por lo que la gobernante pudiera decir.

Kit dirigió una mirada hacia los tronos menores a la derecha de su madre. Eran más sencillos, menos decorados y carecían de reposabrazos; en ellos se acomodaban algunos miembros del Consejo Real. Kit asintió con la cabeza a sus parientes. Zora, la tía de su madre, cuyos cabellos blancos eran testimonio de su inmensa sabiduría, le devolvió la sonrisa. Nill, hermana de la reina Rona y madre de Avinia, no se parecía en nada a la reina. Su pelo claro era del mismo tono que el de Avinia, aunque era más baja y de figura más redondeada. También estaban presentes otros dos miembros del consejo, ambas duquesas, parientes lejanas de Kit, cuya relación exacta con ella no terminaba de entender. Sus rostros mostraban amabilidad y empatía ante lo que Kit estaba a punto de enfrentar, en contraste con la expresión estrictamente formal de su madre.

Kit esperó pacientemente a que la reina le indicara con un gesto que tomara asiento en un banco al pie del estrado, que elevaba majestuosamente el trono a varios centímetros del suelo. Con elegancia, se acomodó en el asiento, extendiendo las faldas alrededor de sus piernas y luchando por mantener la calma mientras la reina ordenaba sus pensamientos. A veces, Kit era consciente de que este proceso tenía como único fin provocar nerviosismo en ella o en cualquier persona a la que Rona estuviera a punto de dirigirse, y no porque a la reina le faltaran las palabras. Hoy, Kit intuía que ese era el caso, por lo que comenzó a contar en silencio, una estrategia para hacer frente al tiempo sin ceder ante la ansiedad.

Cuando su madre carraspeó, Kit tenía trece años. "Como bien sabes, tu Ceremonia Proem se llevará a cabo pasado mañana, justo después de tu decimoctavo cumpleaños", dijo con solemnidad.

"Sí, Madre, mi Reina", respondió Kit, forzándose a tragar el miedo que amenazaba con asfixiarla.

"Debo informarte que hemos tenido un contratiempo con el médico real, Mikali, y tanto los miembros del consejo como yo hemos estado deliberando para hallar una solución apropiada. Nunca en nuestra historia se había presentado tal situación. Es algo sin precedentes, y hemos revisado los decretos reales en busca de una respuesta sin éxito".

Kit no podía imaginar cómo afectaría esto a su ceremonia, pero el temor le retorcía el estómago en un nudo apretado.

Si el médico no podía oficiar la ceremonia, ¿quién lo haría?

Report
Share
Comments
|
Setting
Background
Font
18
Nunito
Merriweather
Libre Baskerville
Gentium Book Basic
Roboto
Rubik
Nunito
Page with
1000
Line-Height