Salvajes y épicas aventuras sexuales/C1 Mascota sexual de papá 1
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C1 Mascota sexual de papá 1

"¡Ohhh! ¡Mierda!" exclamó Daniel justo cuando estaba a punto de acabar. Sentía aquella sensación tan conocida ascendiendo. Habían sido apenas cinco minutos de sexo y ya estaba a punto de estallar.

"¡Sí, cariño! ¡Más fuerte!" gritó Sandra mientras su novio, Daniel, la penetraba profundamente. En ese instante, él ya no pudo contenerse.

Sandra había esperado que él aguantara un poco más, al menos unos minutos, pero su esperanza se desvaneció al sentir cómo él liberaba su semilla dentro de su ansioso coño. Se sintió decepcionada una vez más. Tras vaciar toda su carga en ella, Daniel se apartó con un suspiro de satisfacción y se desplomó a su lado.

"¿Te apetece ver una película antes de irte?" preguntó Daniel tras recuperar el aliento. Sandra asintió y se acurrucó junto a él. Aunque no estaba satisfecha, se sentía feliz de estar a su lado.

Daniel era el chico más encantador que había conocido, pero tenía sus defectos. Y lamentablemente, no eran menores, sino bastante significativos. No lograba satisfacer a Sandra. Ella siempre terminaba insatisfecha y desilusionada después del sexo. Esa noche no había sido la excepción. Sandra se había ilusionado con el encuentro, siempre con la esperanza de que esa sería la ocasión en que él la llevaría al clímax, la haría gritar y gemir de placer, pero todo seguía igual. El tamaño de su miembro, sumado a su corta duración, no eran del agrado de Sandra.

Mientras veían la película, Sandra reposaba en sus brazos, disfrutando de la sensación de ser abrazada. Sin embargo, no podía evitar pensar en lo mucho mejor que sería si Daniel la hubiera hecho llegar al orgasmo. Siempre fingía tener uno para no hacerlo sentir mal. Una hora después, la película terminó y ella se vistió para irse a casa.

Sandra llegó a su casa y estacionó el coche en el garaje. Entró con cuidado para no despertar a nadie, especialmente a su madre. Era tarde y probablemente ella ya estaría durmiendo. Justo cuando Sandra iba a subir las escaleras, escuchó un ruido proveniente del estudio de su padrastro.

Sylvester, su padrastro, solía encerrarse en su estudio por las noches en busca de tranquilidad para poder avanzar con su trabajo. Aunque trabajaba desde casa, se mantenía ocupado durante la noche con una gran cantidad de tareas. La madre de Sandra ya estaba harta de quejarse por su costumbre de aislarse en el estudio.

Sorprendida al ver la puerta entreabierta, Sandra pensó en dirigirse directamente a su habitación para no interrumpirlo, pero esta vez decidió averiguar qué causaba aquel ruido en el estudio. Se acercó sigilosamente y lo vio sentado en su silla, frente a la pantalla del ordenador, absorto en lo que parecía ser una revisión minuciosa. Justo cuando Sandra iba a hacer notar su presencia y saludar, el sonido que emanaba del estudio la paralizó. No podía creer lo que estaba oyendo en el estudio de su padrastro.

"¡Oh, papi! ¡Fóllame más fuerte! ¡Fóllame! ¡Fóllate el coñito de tu pequeña hijastra! ¡Ahhhhh! ¡Síííí!"

La garganta de Sandra se secó y sus ojos se abrieron desmesuradamente ante la conmoción. Su padrastro estaba viendo un vídeo sexual. Pero no era cualquier vídeo, era uno de un padre y su hijastra. La curiosidad la venció y se acercó sigilosamente a la puerta. La atención de su padrastro estaba fija en la pantalla del ordenador y ella observó cómo su mano se movía en un vaivén bajo el escritorio. No hacía falta ser adivina para saber que su padrastro se estaba masturbando. Por la manera en que se tocaba, Sandra podía intuir que estaba a punto de llegar al clímax.

"¡Mierda! ¡Oh, Sandra! Sé una buena niña y recibe mi semen en tu boca." No podía creer que hubiera dicho su nombre. Los gemidos de su padrastro se intensificaron y hasta echó la cabeza hacia atrás. Finalmente, emitió un gruñido profundo y su mano comenzó a ralentizarse hasta detenerse por completo. Sandra retrocedió en silencio y subió a su habitación.

Estaba en shock por lo que había presenciado. Se tumbó en la cama y fijó la vista en el techo, procesando lo sucedido. Acababa de ver a su padrastro masturbándose con un vídeo de sexo entre padre e hijastra.

Trató de racionalizar que mucha gente tiene fetiches variados y eso no significaba que su padrastro deseara realmente tener relaciones sexuales con ella. Se esforzaba por convencerse, pero no podía pasar por alto que él había dicho su nombre en el momento culminante. La había llamado, pidiéndole que recibiera su semen en la boca. Eso era algo que no podía ignorar.

Sandra no podía dejar de pensar en lo que no había logrado ver. En ese instante, había deseado verlo, pero no pudo. Eso era el pene de su padrastro. No entendía por qué, no debería importarle, pero recordaba haber intentado echar un vistazo. Comenzó a imaginar su tamaño y la cantidad que había eyaculado. Pero lo que más le inquietaba era cuánto tiempo llevaba masturbándose pensando en ella.

Poco después, algo inesperado ocurrió. Su braguita de encaje blanco de algodón empezó a empaparse. Era evidente que se había excitado pensando en su padrastro masturbándose. Quería desterrar ese pensamiento, pero le resultaba imposible.

"¿Qué diablos me está pasando? ¿De verdad me estoy excitando por mi padrastro? No, eso no puede ser." Se decía a sí misma, aunque su ropa interior seguía humedeciéndose. Nunca había contemplado a su padrastro de esa forma.

Ansiaba poder dormirse y olvidar todo lo que había visto. Pero, con más urgencia aún, deseaba acariciar su entrepierna con sus dedos.

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