Secuestrada por el árabe/C4 Matrimonio obligado
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C4 Matrimonio obligado

En Los Ángeles, Mía estaba en su recámara acompañada por Thara, el día de la boda se acercaba, aún no podía creer que se casaría con un hombre al que no ama, que para salvar a su hermana y a la empresa que fundó su padre, tuvo que aceptar ese matrimonio obligado, no pudo evitar llorar, sentía que sus enrojecidos ojos ya se están quedando sin lágrimas.

—Amiga aún estás a tiempo de detener está locura, ya eres mayor de edad, puedes acceder a tu herencia y marcharte lejos de esa mujer, no sacrifiques tu felicidad.

—No puedo hacerle eso a mi padre, él levantó su empresa desde cero, con mucho sacrificio y si no lo hago yo, Sonia obligará a mi hermana y eso no lo voy a permitir.

—No sé ya que decir, ni como ayudarte chica, Sonia te tiene entre la espada y la pared.

—Que estés aquí conmigo es la mejor ayuda, sin ti ya hubiera enloquecido, gracias amiga.

—Un punto a tu favor es que no te has enamorado, ya no recuerdo cuándo fue la última vez que saliste con algún chico, eso ayudará a que quizá más adelante te enamores de Carlo, no vas a negar que está como quiere, si no puedes evitarlo, quizá podrías disfrutarlo.

—No me enamoraré de un hombre que me ha comprado cómo se compra el ganado, si en verdad me ama como dice, se hubiera preocupado en conquistarme, pero el muy cobarde no lo hizo, prefirió actuar desde las sombras y buscar la manera de obligarme.

—Demasiada carga han puesto sobre ti amiga, eso no es justo, tu no debes sacrificar te por tu familia, debería de ser Sonia quien se case con Carlo, se ve que se entienden a la perfección, son tal para cual.

Mía no estaba interesada en los preparativos de la boda, era algo que no le interesaba en absoluto, sabía que Sonia estaba tirando la casa por la ventana, Carlo le había dado carta abierta con los gastos, tal parecía que la que se casaría sería ella, solo faltaba que ella se midiera el vestido de novia, Mía la imagino ante el altar casándose con Carlo, que buen matrimonio harían esos dos seres tan despreciables.

Sonia estaba satisfecha consigo misma, mataría dos pájaros de un solo tiro, se desharía de la insoportable de su hijastra y Carlo le daría a cambio una gran cantidad de dinero, le había pedido que se la llevara muy lejos, donde ella no la volviera a ver jamás y él prometió que lo haría, le gustaría ver la cara que pondría Mía cuando estando ya en Italia se diera cuenta de que se había casado con un mafioso y no cualquiera, sino uno de los más importantes de Europa, su maldad le permitía disfrutar ese pensamiento.

Convencerla de aceptar la propuesta de Carlo fue tan fácil, en cuanto le inventó que la empresa de su padre estaba por irse a la bancarrota y que si ella no aceptaba casarse con él, lo haría Caroline, Mía aceptó inmediatamente, quería tanto a su hermana que no le importaba sacrificarse por ella.

Lo que no sabía es que la empresa no estaba en bancarrota, por el contrario estaba mejor que nunca, en cuanto a su hija Caroline, jamás la casaría con un mafioso, eso la pondría en riesgo, además Carlo fue muy específico, estaba enamorado de Mía, a quien había conocido en una fiesta a la que acudió con su padre cuando tenía tan solo 14 años, Sonia no entendía como un hombre tan poderoso se había obsesionado con alguien tan insignificante, el merecía tener a su lado a una mujer que valiera la pena, una mujer que supiera aprovechar todo ese poder.

Desde entonces se acercó a Sonia para ofrecerle una fortuna a cambio de ella, tenía la suficiente paciencia para esperar a que creciera un poco más, para poder llevar a cabo sus planes tendrían que deshacerse de Bob su padre, él nunca aceptaría vender a su hija, era la niña de sus ojos y no permitiría que sufriera.

Carlo Román estaba acostumbrado a siempre obtener lo que quería, sin importarle lo que tuviera que hacer para obtenerlo, tenía muchas mujeres a su disposición, pero solo a una consideraba digna de ser su esposa, Mía era demasiado bella, casarse con ella era como obtener un trofeo, era una valiosa joya que luciría muy bien a su lado, no había podido sacarla de su mente desde el día en que la conoció.

Ese día el mafioso viajaba a Italia, estaría de regreso en tan solo unos días, sus socios en Estados Unidos le habían organizado una despedida de soltero, era una excusa para divertirse porque no pensaba dejar la vida nocturna que hasta ahora había llevado, por lo general no pasaba dos noches con la misma mujer, por eso las buscaba en exclusivos centros nocturnos, no quería que se sintieran con derecho alguno sobre él, quería seguir disfrutando de ellas, pero lo de Mía sería la madre de sus hijos.

Buscaba una bella mujer para cada noche, su relación con esas mujeres terminaba en cuanto le quitaban las ganas, después de eso les aventaba un buen fajo de billetes y de ahí en adelante como si no se conocieran, con Mía sería diferente, con ella pasaría todas sus noches por el resto de su vida.

Quería tener muchos hijos, su padre anhelaba conocer a sus nietos antes de partir, pues era ya de avanzada edad al igual que su madre, él era el hijo mayor y el único que quedaba de tres hermanos, sus dos hermanos fueron asesinados años atrás por grupos rivales, desde entonces su carácter cambió completamente, volviéndose despiadado y cruel con sus enemigos.

Cuando informó a sus padres que se casaría, su madre se ilusionó con la idea de tener una nuera, sería como su hija le dijo cuando él le dio la noticia, su hijo a sus 34 años por fin sentaría cabeza, ya se imaginaba a todos sus nietos corriendo por su casa.

La alegría de Carlo y su familia contrastaba con la tristeza de Mía, tantos planes, tantos años de esfuerzo y estudio botados a la basura, soñaba con ser la mejor diseñadora del país, junto con Thara habían creado castillos en el aire, tenían ansias de comerse el mundo y Carlo Román de un tajo había terminado con todo eso.

Después de un rato de estarse martirizando con esos pensamientos, cerró sus ojos y se quedó dormida, así es como deseaba permanecer, en ese país de ensueño en el cual no existían los problemas que la agobiaban en el mundo real.

En sus sueños, desde la noche que pasó con ese hombre, se repetían una y otra vez las cosas que pasaron en aquella habitación, siempre era lo mismo, ella trataba de ver el rostro de aquel hombre, pero la oscuridad se lo impedía, pensaba que el recuerdo de ese hombre sin rostro la perseguiría por siempre en sus pesadillas.

Podía sentir claramente sus caricias, su aliento sobre su cuello, las sensaciones que le provocó al succionar sus pechos, pero al volver a sentir aquel inmenso dolor despertaba agitada ¿Qué demonios era lo que le estaba pasando?

Eran dos almas que parecían conectarse a través de sus sueños sin saberlo, Ahmed también la veía constantemente al dormir, con la diferencia de que él si veía su rostro, un hermoso rostro que no podía sacar de sus pensamientos.

Carlo era ajeno a lo ocurrido, si él hubiera acudido a aquella reunión en lugar de mandar a un representante, se hubiera enterado de que Mía estaba en aquel lugar y quizá hubiera echado a perder sus planes, él jamás hubiera permitido que otro hombre tocará lo que consideraba suyo, antes de que lo hiciera haría cortar sus manos.

Mía se regocijaba al pensar en la reacción que tendría cuando se diera cuenta de que no era el primero, no pensaba tener relaciones con él, pero estaba segura de que buscaría la manera de obligarla, ese tipo de hombres tan pagados de sí mismos no soportaban ser rechazados, sonrió maliciosamente, ese sería su regalo de bodas.

No podía evitar llorar, deseaba poder correr, escapar de su trágico destino, pedía que ocurriera un milagro que la librará de aquello, ella no sabía quién era realmente su prometido, sabía tan poco de él, pero eso era suficiente para intuir que no era una buena persona, si estuviera enterada de lo que ese hombre era capaz, estaría aterrada.

Ese hombre en Italia por quienes lo conocían era muy temido, sólo sus padres se atrevían a contradecirlo, había acabado con familias enteras que le estorbaban y se habían atravesado en su camino, sus padres se pusieron felices cuando les contó que por fin tendría a alguien que lo acompañaría en su camino, quizá así su hijo olvidaría todo el dolor que llevaba a cuestas tras la muerte de sus hermanos, tenía que olvidarse de esa terrible venganza, ya habían muerto demasiados.

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