Serendipia/C5 Capítulo 5
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C5 Capítulo 5

El encuentro con su padre no había sido nada complicado, durante el camino solo lograron cruzar un par de palabras más, sin embargo lo que Gustavo debía enfrentar ahora era más difícil, conocer a la nueva familia de su padre que había estado oculta por mucho tiempo le resultaba sumamente arduo pero no tenía opción, debía comportarse amable y esperar también de ellos una buena actitud. Se bajaron de la camioneta, observó la grandeza de la casa: Dos pisos, pintada de blanco con un rodete café, las ventanas grandes en negro y un patio delantero bien cuidado. Se sintió avergonzado, se quitó la chaqueta y siguió a su papá. Entró, todos estaban en la mesa cenando, riéndose y conversando.

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Terminó mi día- Gritó Alejandro. Y adivinen qué, Gustavo, mi hijo, del que les he hablado vino a buscarme y me encontró en la Cinemateca.

La cara de todos cambió a lo inmediato, lo único que se escuchó fue el sonido de los cubiertos cayendo de golpe sobre los platos, la mujer morera y de cabello crespo, esposa de Alejandro, se levantó moviendo la cabeza de un lugar a otro, tiró la servilleta y se fue de la sala, Valeria, la hija, saltó de la emoción y se dirigió a saludarlo, él algo nervioso correspondió al abrazo y saludó con modestia a la jovencita que hasta ahora conocía.

Gustavo se quedó en medio de la gran sala, lleno de vergüenza, mientras que Alejandro corrió tras su esposa para explicarle la embarazosa situación.

-Alina, mi amor- Repetía el hombre muy amoroso. Entiende es mi hijo, no lo veía desde hace diez años ahora su madre ha muerto y debo ampararlo.

Ella no respondía, era una mujer sensible, amaba con locura a Alejandro pero ese pasado le dolía, sabía que por su culpa él había dejado una familia a la intemperie y ella misma había sido la causante de que no tuvieran comunicación y el ver a Gustavo solo ocasionó que se le movieran los recuerdos. Cuando ella se enamoró de Alejandro sabía que era casado y más allá de su amor por él sintió miedo y lástima por Martha que aunque nunca la conoció siempre le guardó pena, no es que Alina haya querido arrebatarle su felicidad pero por más que intentó nunca pudo liberarse de ese amor del cual huyó por mucho tiempo hasta que Alejandro tomó la decisión de divorciarse, sin embargo ahora estaba ante Gustavo, ese pobre muchacho como ella le había llamado en secreto, ese pobre hombre que sobrevivió diez años sin el cariño de su padre y si su madre había muerto quizá ella debía encargarse de él al menos como una recompensa por el daño que indirectamente había causado, la casa en la que Gustavo creció le pertenecía a ella quizá lo más justo era entregársela. Se quedó reflexionando por un momento en todo lo que daba vuelta en su cabeza y lo único que pudo hacer fue preguntar

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¿Por cuánto tiempo se va estar aquí?

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Por unos días, solo viene a arreglar el asunto de la casa, que es justamente en lo que necesito que me ayudes- Respondió Alejandro con modestia

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¿Y hoy dónde va a dormir? Aquí no hay espacio- Repuso un poco molesta, pero en realidad lo que sentía era temor

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En donde sea, en la sala, en el sofá qué se yo, mujer, por Dios colabórame con eso- Dijo Alejandro

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Es que no se trata de colaborarte o no, Alejandro, es un desconocido para mí- Gritó Alina levantándose de la cama. Yo no quiero que ese muchacho venga aquí a restregarme un pasado del cual yo no quiero hablar, tú crees que me verá con buenos ojos, debe odiarme porque le ocasioné dolor a su madre y a él lo dejé sin padre.

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No, mujer, Martha nunca le dijo nada sobre nosotros, hasta hace cuatro días que murió, él se enteró a causa del abogado, él no tiene rencor hacia nosotros, está preocupado porque se va a casar, por tanto necesita la casa- Le contestó Alejandro queriendo convencerla para que le cediera los papeles.

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Llevo años, diciéndote que pusieras esa casa nombre de ellos y nunca has querido, ves ahora se acumulan de golpe los problemas, has lo que consideres correcto, me traes los papeles y firmo, asunto resuelto y no quiero verle más- Repuso la mujer saliendo con furia del cuarto.

Alejandro se quedó sorprendido, en diez años nunca había visto así de molesta a Alina, pese a todo intentaba comprender, pero la situación era incomoda, debía salir del cuarto y disimular ante Gustavo, no obstante Alina ya se había adelantado a los acontecimientos.

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Hola, Gustavo, mi nombre es Alina Maradiaga

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Mucho gusto, señora, soy Gustavo Villareal- Respondió lleno de nervios

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Puedes quedarte aquí, te acomodaré un espacio y por la casa no te preocupes, mañana mismo tu padre se encargará de solucionarlo. Lamento la muerte de tu madre- Afirmó la mujer amablemente

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¿Puedes darnos algo para cenar, cariño?- Preguntó Alejandro abrazándola

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Por supuesto- Asintió la mujer dirigiéndose a la cocina

Se sentaron a conversar en el comedor mientras esperaban, Alejandro le preguntó sobre la novia y fue hasta ese momento que Gustavo pensó en Laura.

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Sí, creo que te acuerdas de ella, es Laura, la hija de Adolfo. Recuerdas? Ella estudió Contabilidad conmigo - Preguntó Gustavo

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¡Claro, cómo no recordarla! Esa niña tan caprichosa, eso sí muy guapa- Dijo Alejandro. ¿Siempre es así?

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Quizá es peor, siempre tan empecinada en lo que se propone y el mundo estalla cuando no se cumple lo que ella quiere, ahora está molesta porque cambiamos la fecha de la boda debido a la muerte de mi mamá y aunque ella intente aparentar que me comprende, porque la conozco muy bien sé que eso le hace mucho mal- Contestó Gustavo con tristeza

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¿No te hace feliz, hijo? Te noto como desanimado- Preguntó Alejandro, pues se había sorprendido que Gustavo no mostrara felicidad ni que le brillaran los ojos.

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Llevamos seis años de relación, viejo, cómo no quererla, ella me ha apoyado en todo, me ha ayudado a salir adelante, su sueño es que yo trabaje con ella en el restaurante pero no, eso a mí no me gusta y ella pese a todo ha intentado no intervenir en mi desarrollo como fotógrafo- Dijo

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No, no te pregunté si la quieres, te pregunté si te hace feliz su compañía- Repitió

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Sí, claro, solo a veces siento que me quiere demasiado y no sé cómo corresponder a eso- Repuso Gustavo cuestionándose personalmente puesto que hasta ese momento nunca se había preguntado si era feliz, había vivido tras la sombra de Laura, monótonamente, cumpliendo sus caprichos e intentando ser el hombre perfecto para ella.

Cuando terminó de hablar con su padre se recostó en el sitio que Alina le había hecho y hasta ese momento tomó su celular vio que tenía quince llamadas perdidas de Laura y diez mensajes, el día había estado tan cansado que pasó por alto comunicarse con ella, pero ya era noche, faltaban ocho minutos para las once, pensó que Laura ya podía estar dormida y que no respondería, además se sentía muy mal por todo lo ocurrido; él logró percibir la incomodidad que tenía Alina y la preocupación de su padre. Se acomodó de lado y abrazó una almohada y lloró se sentía culpable por dejar a Laura, ella lo acompañaba en todo, sintió que quedarse embelesado con Clara y darle confianza era fallarle a Laura, pero también pensó en que todo este tiempo le había dedicado su vida a ella y que jamás había hecho algo por él, ahora se encontraba en una ciudad extraña, en un hogar que había destruido el suyo, sin madre y con un padre que amaba locamente a otra mujer que no era su madre, él vivió el sufrimiento junto a su madre y debía evitar que Laura pasara por lo mismo, estaba convencido que tenía que casarse con ella lo más pronto posible de igual forma el asunto de la casa ya estaba por solucionarse y lo único que le quedaba era Laura y el gran amor que ella le tenía.

Cerró los ojos intentando dormirse pero en su mente divagaban muchas cosas, el teléfono empezó a sonar, era Laura, un mensaje que citaba:

“Gus, hoy ha sido un dia muy difícil para mí, en el restaurante todo marcha bien, pero que es este lugar sin ti, no es nada, Gus, ni siquiera me has llamado, sin embargo yo soy tu novia y te apoyo en todo, espero que estés bien, que no te haya pasado nada malo, porque si a ti te pasa algo, mi amor, yo me muero contigo, sabes, mañana iré a medirme el vestido que ya está listo, Marcelo y mi papá me acompañarán, también iré a hablar con Luis para que cambie la fecha en las tarjetas. Te amo, mi amor, besos, vuelve pronto”

Gustavo sintió una espina en el corazón, Laura era una mujer indescriptible, ella lo amaba por encima de todas las cosas pero a veces él no podía corresponderle de la misma manera, ante aquel mensaje no supo que decirle, lo leyó tres veces intentando crear una buena respuesta sin embargo todo lo vivido lo había dejado cansado y lo que menos tenia eran palabras de amor para ella, realmente solo quería descansar, dormirse, esperar que todo se solucionara, regresar a Jinotega, culminar los preparativos de la boda, casarse y hacerla feliz lo que restaba de vida.

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