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C4 Capítulo 3

Cuatro años antes

La primera vez que bebí fue a los dieciocho años, mis padres salieron de viaje con el argumento de que era un viaje de trabajo, pero tanto Lucas como yo supimos que no era más que la fachada, ellos querían ir a fornicar con toda libertad, así que tendríamos tres días de casa sola para disfrutar.

Tanto él como yo siempre fuimos catalogados como buenos niños, pues si no estábamos entrenando, estábamos en la escuela. Los monteros, tuviésemos la edad que tuviésemos, siempre estábamos ocupados con la doble vida. Ni siquiera podíamos salir con monteros de nuestra edad porque nuestras agendas solían estar llenas. Era una mierda. Claro que siempre había gente más rebelde que otra, pero en general éramos tranquilos.

Aún así, después de una dura cacería durante luna llena en la que no hubo un solo deceso, tuvimos a bien beber como si la vida se nos fuera en ello. En mi defensa, nunca había probado el alcohol, así que todo fue un desastre, no me puse tan mal como otros monteros jóvenes, pero definitivamente no fue algo de lo que me enorgullecía.

Ese día fue para divertirse y estrechar lazos. A pesar de entrenar juntos y confiarnos nuestras vidas durante las cacerías, forjar amistades no era algo común, pues era muy probable perder amigos en las cacerías y nadie quería encariñarse para después perder a un ser querido. Al final era inevitable, pero mientras tanto servía para protegernos emocionalmente. Mi madre solía decir que el afecto era debilidad, pero mi padre argumentaba que el afecto era lo que nos hacía luchar con más fiereza. Y ambos tenían razón, pues el amor podía ser una debilidad y una fortaleza al mismo tiempo. Lo importante era tener claras las prioridades y saber equilibrar el mayor sentimiento de la humanidad llamado amor.

Tanto mi padre como mi padre una vez dijeron que ellos se amaban, pero que, si se trataba de dejarse morir mutuamente con tal de evitar una tragedia, lo harían sin dudarlo. Y eso era una mierda, pero yo no podía decir eso sin recibir un castigo. La realidad es que yo no sabía qué haría si alguna vez tuviera que dejar morir a Lucas con tal de detener el malévolo plan de algún místico. Esperaba que nunca se presentara esa situación.

Después de aquella vez en que bebimos hasta casi la inconsciencia, hice dos amigos, una se llamaba Ariana y el otro Josué. Ambos iban en último año de preparatoria igual que yo. Ariana entraría a estudiar contaduría en línea y Josué se tomaría un año sabático, él provenía de una familia adinerada, así que quería viajar patrocinado por sus papás durante un año (ya había contactado con los monteros de las sedes a las que iría) y después estudiaría algo como negocios o turismo.

Por mi parte, iría a la universidad de forma híbrida para estudiar psicología.

Y desde aquella vez nos volvimos inseparables. Por nuestra protección y la de la humanidad no nos enviaban a cacerías juntos, pero siempre estábamos dispuestos para ponernos al día.

Ahora, esa noche, la primera del viaje de mis padres, ellos habían sido cordialmente invitados, así como algunos conocidos de la universidad. Llevaba apenas año y medio, pero había bastado para hacer algunos amigos pasajeros con los que la pasaba bien y quienes eran de mucha ayuda para cuestiones como exámenes y proyectos. Ahora que era mayor, no necesitaba someterme a arduos entrenamientos de montera, pues ya no había nada que mejorar, solo mantenerme. Por ende, tenía más tiempo libre.

Lucas también había invitado a varios de sus conocidos, gente que en mi vida había visto. Ambos tratábamos de mantener nuestras vidas separadas, aunque sí sabíamos ciertas cosas del otro porque vivíamos bajo el mismo techo. Varias veces lo caché escabulléndose por la ventana y él varias veces me vio escapándome para cumplir con los proyectos escolares.

Tenía que admitir que varios de sus amigos eran de muy buen ver, pero aún así, Lucas opacaba a todos.

Las que me causaron conflicto fueron sus amigas. No era normal sentirme menos junto a ellas, pero dios, se veían tan guapas que me sentía una vagabunda a su lado. Trataba de apaciguar mis inseguridades pensando que ellas serían bellísimas, pero no serían Montero Celestial ni se imaginaban que yo, la chica a la que veían como la hermana menor, luchaba cada fase lunar para evitar que los místicos hicieran de las suyas.

—Oye, Vi —Lucas me llamó—. Recuerda que, si nos hablan, debemos ir al ático a contestar.

Asentí. Dudaba que mis padres nos hablaran, pero más valía tener un plan de escape. Además de mi hermano, Lucas era el único que tenía permitido llamarme Vi. Sentía el apodo tan íntimo, que solo gente especial podía usarlo. No mis padres, no los monteros, no mis amigos.

—Uy, qué emoción —Josué revoloteó alrededor de Ariana y yo con su vaso en alto—. Hoy sí me voy a desconectar. De una vez les aviso.

Y para soldar su punto, dio un profundo trago a su bebida. Ariana y yo reímos.

—Dime que hoy al fin le dirás a Lucas que lo quieres —Ariana me miró seriamente, ella se la pasaba queriéndome convencer de confesar mis sentimientos.

—Que lo amo —di un trago—. Pero no, están sus amigos, lo voy a avergonzar. Y este no es el momento.

Ya tenía diecinueve años, ya no era la adolescente inmadura que lo veía con mirada ensoñadora e imaginaba escenarios en los que ambos nos casábamos, teníamos un perro y éramos felices. Lo seguía queriendo tanto como al principio, pero ahora estaba más centrada en todo. Sabía que él ya había tenido ligues, que seguramente ya había tenido relaciones sexuales y que era más experimentado que yo en muchos sentidos. Estaba centrada en la realidad, sin embargo, me sentía idiota porque aún guardaba mi virginidad para él.

—Según tú nunca es el momento —Josué hizo un puchero, irritado—. Pero amiga, el momento es hoy, ahorita. Mañana podríamos morir.

Odiaba que sacaran esa excusa. Aunque sí era muy real.

—En realidad, ya lo estoy superando.

Ariana me miró burlonamente, no me creía. Y con razón porque estaba mintiendo.

—Si eso pasa, es porque el fin del mundo está cerca o ya está aquí —rellenó mi vaso—. Mira Vivi, él ya lo sabe, solo irás a asegurárselo.

—¿Ya lo sabe? —abrí los ojos sorprendida.

—No estoy segura al cien, pero vamos, eres un poco muy obvia —se encogió de hombros, Josué asintió—. Solo dile una mentira tipo que has permanecido virgen por él o una mierda así y veremos qué tanto lo valora.

—No es mentira.

Ambos me miraron como si me hubiese crecido un cuerno.

—Oh, bueno —Ariana se ruborizó— ¿En serio eres virgen? —asentí, de pronto sintiéndome idiota—. Está bien, es tu cuerpo, tu decisión. No importa, solo dile lo que sientes y ya.

Asentí dándoles el avión, no estaba segura de confesarlo ese día. Tal vez nunca sería la opción.

La fiesta se volvió un caos, el alcohol corrió libre, las risas y la música se elevaron de volumen y en algún momento empecé a sentirme libre y ligera, desinhibida, invencible. Bailaba seductoramente con Ariana, Josué nos vitoreaba desde el sillón, él estaba el triple de ebrio que nosotras. Dos compañeros de la universidad ofrecían shot a quien quiera que se cruzara en su camino, unas cuantas personas más allá, Lucas reía con sus amigos. Se veía tan despreocupado, alivianado, sonreía como nunca vi. Se estaba divirtiendo.

En ese momento pensé que no existía ser humano en el mundo que yo pudiera amar además de él. Porque si no era él, no sería nadie. Habíamos coincidido con todo en contra, nos unió la tragedia y la sangre y ya era momento de que nos uniera algo más poderoso que eso, algo como el amor.

Y entonces una chica peinada con una coleta, ceñida en un vestido precioso color morado que le quedaba muy bien y sus tacones que realzaban sus piernas se acercó a Lucas de manera seductora.

Una punzada apareció en mi pecho. Sobre todo porque el inútil no la apartó, simplemente dejó que le bailara. Mis ojos escocieron, no tenía ningún derecho sobre él, era libre de estar con quien quisiera y hacer lo que se le diera en gana. Pero el pensamiento no aminoraba el dolor.

—Vivi, eres linda, eres la futura Montero Celestial y salvadora de la humanidad —Ariana me susurró al oído— ¿Vas a dejar que te lo quiten así?

Y culpé al alcohol, para siempre lo haría, pero supe que también era yo, mi parte rebelde, mi parte impulsiva y mi parte salvaje, pues dejé el círculo de baile y caminé a paso seguro hasta Lucas. En cuánto me vio, dejó de tocar a la chica y no aparté la mirada hasta que estuve frente a él. En esa mirada quise decirle que lo había esperado por mucho tiempo, que ya estaba cansada de siempre estar en segundo plano, que lo amaba y siempre lo haría.

Aparté a la chica de una forma que no creí se viera muy agresivo y sin detenerme a pensarlo, junté sus labios con los míos. Dada la diferencia de altura, tuve que ponerme de puntitas y eso fue apenas suficiente para rozar nuestros labios. Al principio fue muy extraño, ni él sabía lo que pasaba ni yo sabía lo que estaba haciendo, pero una vez que lo tomé de la camisa para acercarlo más a mí, él hizo su movimiento.

Me tomó de la cintura y me acercó a él, sus labios saborearon los míos y me sentí en el cielo. Sus manos juguetonas tocaron mi espalda y mi cadera y ahí donde tocaba prendía fuego en mi piel. Jugueteé con su lengua apenas consciente de que estábamos a mitad de la sala con varios de sus amigos y otros cuantos de los míos como espectadores.

No me importó. Llevaba años esperando ese momento y no pensaba dar un paso atrás. No después de tanto tiempo.

En algún momento terminamos en su cuarto, específicamente sobre su cama. Se quitó la chaqueta negra y me miró desde arriba. Si esa iba a ser mi primera vez estaba bien, siempre fue él, en mis fantasías él me tomaba de todas las formas posibles mientras yo gritaba su nombre una y otra vez. Lentamente, se agachó junto a la cama y comenzó a desvestirme con tal sosiego, que mi calentura subía cada vez más. Tal vez por eso lo hacía, para hacerme perder el control.

Llegó hasta mi falda y dudó. En lugar de quitármela, sobó mis rodillas y acaricio la sensible piel de mis muslos hasta llegar hasta las ingles. Se detuvo durante un par de segundos, la espera fue un martirio, sus pulgares simplemente acariciaban en círculos mi piel y cada toque mandaba una corriente de placer hacia mi abdomen.

Y entonces llegó más allá, acarició mi entrepierna cuando yo ya estaba muy húmeda. Sus hábiles dedos tocaron mi clítoris y apenas lo rozó. Nunca había sentido algo parecido, respiré profundamente tratando de evitar un gemido que clamaba por salir. Lucas movió su dedo en círculos mientras minúsculas, pero cuantiosas corrientes eléctricas me recorrían desde la punta de mi pie, hasta mi cabeza. En ningún momento dejó de mirarme, ni yo a él, ambos analizando nuestra reacción, él dichoso de ver lo que podía provocar en mí.

Al momento de llegar al clímax, no pude evitar mis gemidos, cerré los ojos y me dejé llevar por los fuegos artificiales que me invadieron. Explosiones de placer me recorrían y no podía dejar de gemir. Lucas estuvo ahí para acallarlo todo, pues me besó con tanta pasión, que supe que él siempre sería mi hogar.

Una vez que el orgasmo se disolvió, me deshice salvajemente de su camisa, desabroché su cinturón a velocidad de la luz lista para liberar a su poderoso miembro erecto. Sin el pantalón estorbando, los dos terminamos sobre la cama, yo sobre él exigiendo más y más.

Pero entonces algo cambió. Con una gentileza irritante se separó de mí y me miró, apenado.

—Vi, no podemos —lo ignoré y lo intenté besar de nuevo, pero me detuvo—. Mañana nos vamos a arrepentir.

Yo no me arrepentiría, estuve esperando eso demasiado, era lo que tanto había soñado.

—No, Lucas, esto está bien.

—Es el alcohol, no podemos dejarnos llevar.

Y entonces me indigné. Si estaba insinuando que jamás me habría tocado de no haber tenido quién sabe cuántas cervezas encima… Tal vez yo no era suficiente. No era ni la mitad de guapa que la chica de coleta, tampoco la mitad de simpática y menos femenina ¿Era eso? No lo tentaba. De pronto quise desaparecer.

—¿Solo me besaste porque estás ebrio?

Él me miró, de pronto con pánico.

—No, no es eso Vi —dijo consternado—. Esto siempre ha estado aquí, tú lo sabes y yo lo sé —nos señaló a ambos—. Pero tenemos responsabilidades. Pronto serás la Montera Celestial, no puedo interponerme en tu camino. No… No puedo ser suficiente para ti.

Fue un alivio escucharlo decir eso porque no había problema alguno. Lidiar con su inseguridad sería mucho más fácil que lidiar con el hecho de que no me quería. Incluso me reí.

—Claro que eres suficiente para mí —dije alivianada—. Siempre has sido tú y siempre serás tú. No tienes que preocuparte por eso…

—No es solo eso Vi —apartó la mirada—. Ambos sabemos lo importante que es la causa. No podemos arriesgarnos a querernos tanto que llegue un momento en que nos pongamos de prioridad a nosotros antes que a la causa. La realidad es que si un día tengo que elegir entre tú y evitar que un místico haga de las suyas… Te elegiría a ti. Y eso no puede pasar. Y tampoco voy a ponerte en la situación de tener que elegir entre tus obligaciones como Montera Celestial y yo. Sería egoísta de mi parte.

Me quedé helada ante tal confesión, que permití que se alejara de mí y se empezara a vestir. No podía decir nada, no podía pensar en nada que no fuera el rechazo. Que no fuera que él tenía tanto miedo de preferirme que elegía mejor no tenerme. Y eso dolía como un maldito dardo en el pecho.

—Espero que lo entiendas, Vi —me besó la frente, pero ni siquiera podía reaccionar—. La vida como la conocemos depende de nosotros, hay cosas más importantes que el amor de dos.

Lucas se abrochó el cinturón y caminó hasta la puerta cerrada, tomó el picaporte y entonces usé una última medida desesperada.

—Yo sí te elegiría a ti —dije angustiada—. Siempre has sido tú Lucas, he esperado por ti. No me pondrás en una situación difícil porque desde ya, yo te elijo a ti.

El apretó fuertemente el picaporte, miraba fijamente al suelo con los hombros tensos. Fueron apenas un par de segundos de silencio, pero me pareció una eternidad. Y entonces me clavó una daga en lo más profundo de mi corazón. En ese momento supe que no había arma más mortal que el amor, pues le regalabas el poder al otro de llenarte de dicha o sumirte en la más profunda aflicción.

—Entonces algo hicimos mal —dijo tan cortante que me cortó la respiración—. Con más razón tendré que alejarme de ti.

Salió de la habitación dando un portazo y me quedé semidesnuda con la dignidad por los suelos y lágrimas contenidas en los ojos. No iba a llorar, no podía permitirlo. Yo era más fuerte que eso, tenía que serlo.

Con una voluntad que no supe de dónde saqué, logré vestirme y llegar a mi habitación. Me metí bajo las sábanas y me quedé mirando un punto fijo mientras me concentraba en no dejar caer una sola lágrima. Así fue como me encontraron Ariana y Josué, ambos me preguntaron qué ocurrió, pero no sabía cómo explicarles que me había puesto en el peor ridículo de mi vida.

Josué se quedó dormido al poco rato, pero Ariana se quedó conmigo hasta que el cansancio me ganó.

—No me ama —le dije antes de quedarme dormida—. Nunca lo ha hecho y nunca lo hará.

Ariana dijo algo, pero no escuché porque me quedé dormida.

Al otro día mis padres llegaron de sorpresa, encontraron el desastre y nos regañaron como nunca. No me importó en absoluto, no podía borrar de mi mente los sucesos que me destruyeron, los gritos y reproches pasaron a segundo plano, no podía sentir nada, estaba perdida, estaba rota. La única persona que podía sacarme del abismo estaba a unos metros de distancia y ni siquiera me miraba.

Después de eso nada volvió a ser como antes.

La distancia entre nosotros creció considerablemente y su frialdad me rompió cada vez más. Él lo hacía para que yo lo odiara, pero era imposible, jamás podría dejar de amarlo porque él estaba hecho para mí como yo para él. Y al final, eso sería nuestra destrucción.

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