Ex Esposo, Compórtate con Dignidad/C3 ¿Agregarla a sus contactos era tan difícil?
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C3 ¿Agregarla a sus contactos era tan difícil?

Capítulo 3: ¿Agregarla a sus contactos era tan difícil?

Quedaban 20 días para la sentencia de su padre. Temía que permaneciera una eternidad en la cárcel, si no conseguía el dinero a tiempo.

¿Un inversionista?

Recordaba lo que el Sr. Ji le había dicho, y como dudando, Lu Yao sacó el teléfono del bolsillo, abrió su lista de contactos y observó ese número tan familiar que sabía de memoria.

“Mi amor”, así era como guardó el número de Shao Yunchen al comienzo. Incluso, deliberadamente agregó una “A” antes del nombre, ya que así, sería el primer contacto que aparecería en la lista.

Pero en esos tres años, las llamadas y mensajes por su parte eran casi nulas. Con el tiempo, lo cambió a solo “Shao Yunchen”. Si no veía necesidad de hablar con él, simplemente no lo molestaría.

Lu Yao marcó el número y aprovechó en tirar la colilla del cigarrillo al retrete. Salió y se enjuagó la boca con agua del bebedero.

Justo después de fumar, su voz sonaba un poco ronca. Si no la cambiaba, Shao Yuchen se daría cuenta y no estaría muy contento.

—Aló, ¿quién habla? —contestó una voz.

Contestaron el teléfono muy rápido. Lo que la dejó más perpleja fue que contestó una mujer. Hablaba de forma muy natural y experimentada, como si estuviese acostumbrada a contestar este tipo de llamadas.

—¿Aló? — repitió, al ver que nadie decía nada.

Después de casi una eternidad, Lu Yao por fin pudo decir unas palabras:

—Estoy buscando a Shao Yunchen, ¿está? —dijo con una voz entrecortada.

—Chen está en una reunión ahora mismo— respondió.

Lo llamaba por ese nombre con tanta confianza y seguridad, como si tuviera ejerciera cierta soberanía o poder.

—¿Podría indicarme su nombre? Veo que Chen no la tiene agreg…”

Lu Yao no esperó que terminara la oración y se precipitó a colgar la llamada. Sus manos temblaban descontroladamente hasta que dejó caer el teléfono al suelo. El ruido fuerte que emitió la caída hizo que Lu Yao se aproximara a recogerlo.

La pantalla rota reflejaba su desconsolado rostro, no supo en qué momento empezó a llorar. Su hogar estaba arruinado y se sentía devastada.

Tres años de casados, tres primaveras estando juntos, y, aun así, él nunca grabó su número en los contactos de su teléfono.

¿Agregarla a sus contactos era tan difícil?

Y ni hablemos de esa mujer…

Sentía su sangre congelándose con tan solo recordar esa llamada de 3 minutos.

Shao Yunchen siempre fue tan insensible, y no es que no haya pensado que él pudiera estar con otra mujer, pero ambos tenían un acuerdo. Si él llegase a tener una amante, se divorciarían, quedándose ella con casi todo.

Lu Yao siempre confío en él, pero escuchar la voz de esa mujer y la forma en la que se refería a su esposo, le hizo cambiar de idea.

La grieta no tan notoria de su corazón comenzó a hacerse cada vez más visible.

No le importaba si hoy era domingo. ¿Será que esta vez no volvería?

Salió del trabajo a las 5 y media de la tarde, pasó por el supermercado y aprovechó en comprar frutas y verduras frescas.

Siempre fue muy buena en la cocina, lo aprendió de su madre. Luego de casarse, cocinaba para Shao Yunchen.

Él volvía solo una vez por semana, como habían acordado, por eso, la mayoría de veces, disfrutaba de sus deliciosos platillos en plena soledad.

Con el paso del tiempo, Lu Yao ya no sentía ganas de cocinar. Cocinaba con Shao Yunchen, si regresaba el fin de semana. El resto de veces solo pedía comida a domicilio. De vez en cuando, si se encontraba de buen humor, preparaba uno que otro potaje.

El teléfono estaba en la sala de estar reproduciendo música, el sonido era bastante fuerte, porque lo que no pudo escuchar la puerta abriéndose mientras ella se encontraba en la cocina peleando con una corvina.

—¡Ay! —

gritó, cuando se tajó la piel mientras sacaba las branquias del pescado.

No se había percatado cuando detrás suyo había alguien acercándose. El cogió sus manos y las llevó al lavadero, abrió el grifo y empezó a lavar la herida. Sus cálidas manos hicieron que el corazón de Lu Yao se detuviera por un instante.

A excepción de sus labios, parecía que todo su cuerpo estuviese caliente.

—¿Por qué no pides que limpien el pescado? — preguntó Shao Yunchen, mientras secaba sus manos con papel y le ponía una bandita. Sus movimientos parecían muy tiernos, pero su rostro aún parecía indiferente.

—Compré todo un poco apurada, lo olvidé…— murmuró ella.

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