C4 La asistente.
Capítulo 4: La asistente.
Shao Yunchen se subió las mangas de la camisa dejando al descubierto sus brazos delgados, «hoy cocino yo».
—El delantal—dijo ella, mientras lo sacaba del estante y pensaba en colocárselo—las manchas de aceite en la camisa blanca son difíciles de quitar.
Shao Yunchen la miró por un instante y volteó su cuerpo. Entonces ella rápidamente le colocó el delantal.
Como ambos hacían los deberes del hogar, Lu Yao compró un delantal de talla grande, se veía muy gracioso en el cuerpo de Shao Yunchen, a pesar de su gran estatura.
Ella no abandonó la cocina, se quedó en la entrada contemplando su ocupada figura. No importa cuán bueno sea un hombre, verlo hacer este tipo de cosas siempre será realmente fascinante.
—Y… ¿Cómo es que volviste hoy? —preguntó ella.
Como lo estipularon en el acuerdo, Shao Yunchen estaba a obligado a regresar a casa todos los domingos, a menos que se encuentre de viaje por trabajo. Sin embargo, Lu Yao creía que ya había regresado el día de ayer, por lo que hoy, no esperaba encontrarlo.
—Hoy es domingo—dijo él sin voltear a verla, mientras lavaba las verduras.
—Oh…—exclamó, atenuando su mirada.
Si no fuera porque tenemos este acuerdo, ¿tampoco volvería a su propio apartamento?
—¿Tenías algo que decirme en la mañana? —agregó—, mi asistente contestó el teléfono, dijo que alguien me buscaba. Al ver la llamada recién me di cuenta que eras tú.
¿ASISTENTE?
¿Qué clase de asistente trata con tanta confianza a su propio jefe y lo llama “Chen”?
—Solo quería preguntarte si ibas a volver hoy—respondió Lu Yao.
Estuvo a punto de preguntarle: «¿Por qué no tienes guardado mi número?», pero no se atrevió a decirlo. Solamente con oír la frase anterior se sintió muy incómoda y se fue a la sala de estar.
Desganadamente, echaba un vistazo a su red social. Se aburrió después de unos minutos y lo cerró, pero no dejó el celular, en cambio, abrió involuntariamente su navegador.
Cuando se dio cuenta, observó que toda la página estaba llena de títulos como: “¿Por qué mi esposo no tiene guardado mi número de teléfono?” o “¿Qué hacer si la asistente de mi esposo lo trata muy afectuosamente?” Entre otros.
No pudo evitar en ver algunas de las respuestas:
“Ten cuidado, tu esposo te está engañando.”
“Apresúrate en buscar las pruebas en su teléfono y pídele el divorcio.”
“De todas formas, es más dinero para ti…”
Por fuera sonreía, pero por dentro le invadía la pena.
En ese momento, Shao Yunchen salió de la cocina con un plato en mano y le dijo: «Ven a comer».
«Voy»—respondió ella y apagó su teléfono.
Ambos comían silenciosamente, sin intercambiar ni una palabra. Lu Yao miraba repetidas veces a Shao Yunchen, como queriendo decirle algo, pero no dijo nada.
Luego de comer, Shao Yunchen lavó los platos y se fue a la habitación. Se dio una ducha e inmediatamente se metió en la cama.
Estaba muy exhausto últimamente, tan exhausto que cuando Lu Yao terminó con su tratamiento facial de noche, Shao Yunchen ya se había dormido. Se durmió dándole la espalda y sintió como si una gran pared se interpusiera entre ambos.
Observó su teléfono puesto sobre la mesita de noche, se quedó parada, pensando, hasta que no resistió y sigilosamente fue a cogerlo.
Anteriormente, solía tomar fotos con el teléfono de Shao Yunchen, por eso sabía su contraseña.
Luego de ingresarla, intentó buscar algo, pero no logró encontrar nada. En su correo electrónico, solo había cosas del trabajo, que ella tampoco entendía. Cuando vio mensajes de texto, la respiración se le comenzó a entrecortar.
Se topó con un mensaje leído que decía: “Shao, gracias por lo de hoy. Cuando tengas tiempo te invitaré a cenar”.
¿Fu Xuezi?
¿Será ese el nombre de la asistente? ¿O acaso será alguna otra mujer?
No sabía cómo sentirse al leer ese mensaje. Si no fuera un mensaje importante, de seguro que ya lo hubiese borrado hace mucho. Apagó el teléfono y lo volvió a colocar sobre la mesa.
Miró su ancha espalda y no pudo evitar colocar su mano alrededor de su cintura.
Lu Yao sintió la amargura nuevamente.
Ya que, al segundo siguiente, sus manos se apartaron de él ligeramente. Se movió hacia un costado, como queriéndose distanciar de ella.
Si anoche parecía desearme con locura, ¿ahora no me permite que ni siquiera lo abrace?
¿Será que fuera de ese pedazo de papel y las necesidades físicas, no existirá nada más entre nosotros?
«Tal vez. »—pensaba ella. «Cuando resuelva el asunto de mi padre, le pida el divorcio».
Cuatro años es demasiado tiempo. Estaba impaciente y agotada.