C14 Catorce
AUDREY
Tan pronto como vi a Anton frente a la casona—ese último vestigio de mi madre que casi se desvanece—, me lancé a los brazos de nuestra querida niñera Mila y lloré sin consuelo sobre sus hombros. No solo añoraba a la mujer que en verdad me había criado, sino que el dolor por la muerte de Samuel me golpeó las entrañas en cuanto puse un pie fuera del coche