Su Alfa posesivo/C4 Deseo ardiente
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C4 Deseo ardiente

"Maldición, así que nos siguió hasta aquí", pensó, sorprendida de que él lo hubiera hecho. Eso era justo lo que Ava detestaba de ser una licántropa: los olores. Nunca puedes escapar de tu pareja a menos que él o ella decida dejarte en paz... Rodó los ojos al recordar una de las normas fundamentales del lazo de compañeros. Desde el principio sabía que él podría seguirla; no tendría dificultades, ya que su olor le permitiría rastrearla con facilidad aunque ella huyera al confín del mundo, pero aún así huyó, albergando la esperanza de que él se cansara de perseguirla y finalmente la dejara sola. No podía negar que se sentía ligeramente halagada por el esfuerzo que él había hecho para encontrarla y, al constatar su persistencia al seguirla hasta aquí, pensó que al menos merecía presentarse.

Se puso de pie y se dirigió hacia él, sin percatarse de que había recuperado su forma humana y estaba completamente desnuda ante él. Notó que su lobo también lo había guiado hasta allí, pues él también estaba desnudo y en forma humana; ambos lo estaban. Claro, esa era la única manera en que él podría haberla alcanzado; las piernas de un humano jamás podrían competir con la velocidad de un lobo.

Al aproximarse, esperaba encontrar en él enojo por su huida, esperaba que le reprochara su comportamiento en el restaurante, pero en cambio, lo que vio en sus ojos fue un deseo ardiente, un anhelo de estar con ella, el mismo deseo que ella sentía por él.

"Soy Ava", se presentó con frialdad, intentando ignorar el aura de posesión que se reflejaba en su expresión mientras su mirada se fijaba en ella prolongadamente, sin desviar los ojos ni un instante, sin pronunciar palabra, pero observando cómo su piel resplandecía bajo la luz de la luna, cómo la brisa nocturna movía su cabello rubio delineando su rostro; ella era perfecta para él. Y él también era perfecto para ella, con su cuerpo masculino tallado a la perfección, su cabello negro y abundante, y su rostro cincelado que enmarcaba unos ojos azules que no dejaban de mirarla, su pecho definido donde brotaban finos vellos y sus abdominales, duros como la piedra, dispuestos en tres filas de dos. Sus ojos descendieron hasta su cintura y se encontraron con su virilidad, grande y firme para ella; se sonrojó y desvió la mirada rápidamente, enfocándose en el imponente tatuaje de serpiente en su brazo, aunque no podía dejar de pensar en su miembro. Él era realmente perfecto, un regalo de la diosa de la luna para ella; pero no podía tenerlo, aunque lo deseara.

"Se llama Lucas", le informó Layla, quien había estado comunicándose con su lobo.

"¿Lucas?" Ava le preguntó en voz alta para confirmar lo que Layla había mencionado, pero él no reaccionó. No estaba claro si estaba abrumado por el impacto del vínculo con su pareja o si estaba molesto porque ella se había escapado, Ava no podía discernirlo.

"Mía", gruñó finalmente entre dientes después de un prolongado silencio, acercándose a ella y haciendo caso omiso de sus palabras. Ella entendió que él quería ir al meollo del asunto, al verdadero motivo por el cual la había seguido hasta allí: había venido a reclamar a su compañera.

**********

No le perteneces, Ava, es hora de contradecir su afirmación, es hora de rechazarlo; rechazarlo es lo correcto, es una de las lecciones más importantes que has aprendido como futura Luna de la manada; debes rechazar a tu verdadero compañero para poder asumir tus responsabilidades; esa era la voz de la razón en su mente, pero lamentablemente, la voz de su lado más impulsivo era más fuerte esa noche. Y ese lado impulsivo le instaba a ignorar a la razón. No la escuches, la voz resonaba tan alto que casi podía oírla.

Ava siempre había creído que cuando encontrara a su compañero, simplemente entraría en la etapa de rechazo y lo superaría rápidamente; Luna Mitchell lo había hecho sonar tan sencillo. Pero ahora se daba cuenta de que no era tan fácil como había pensado. Había dos razones de peso para ello: la primera era que ahora se encontraba a menos de un metro de él, desnuda, aún asimilando la presencia del otro, sintiendo su aliento en su rostro al exhalar. La segunda razón era que este vínculo de compañeros parecía haber borrado todo su sentido de la lógica, haciendo que la Ava impulsiva se impusiera sobre la Ava prudente, quien habría vuelto a correr en cuanto lo viera. Recordaba que Luna Mitchell siempre había advertido que podrían darse situaciones en las que debería mantenerse lo más alejada posible de su compañero, especialmente la primera vez que se encontraran, ya que el vínculo de compañeros sería extremadamente fuerte y sería difícil rechazarlo. Bueno, como puedes ver, ella lo había intentado. Así que también puedes comprender por qué no fue su culpa lo que hizo a continuación.

Mientras sus ojos se perdían en aquellos cautivadores iris azules, lo único que anhelaba era al hombre que tenía delante. No tenía idea de quién era, jamás lo había visto antes en su vida, pero una cosa era cierta: lo deseaba... ¡NO! ¡No!... era el lazo de compañeros el que inflamaba ese deseo en ella. Y como había concluido anteriormente, no era su culpa; en aquel instante, el lazo solo hacía que el volumen de la voz insensata de Ava se intensificara al máximo, mientras que la voz prudente de Ava se desvanecía hasta quedar casi inaudible. Su cuerpo desnudo se consumía por él... ¡NO! Era el lazo de compañeros el que provocaba ese ardor en su ser desnudo. ¡Cielos, dónde estaría Layla? Dado que ni la sensata Ava ni Nicole estaban allí para socorrerla, Layla debería ser quien la hiciera entrar en razón. Ava trató de alcanzarla, pero parecía tan absorta con su lobo que la omitió. Así que, es evidente que lo intentó todo, y no quedaba nada más que pudiera hacer para frenar lo inevitable. El lazo dominaba su cuerpo por completo, como un titiritero maneja a un títere con sus hilos, enredándola en su telaraña y dejándole sin más opción que balancearse bajo su dominio, tomando posesión de ella; por lo tanto, es claro que lo que sucedió a continuación no fue obra suya, sino de ese maldito lazo de compañeros.

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