C9 El deber de agradar

Resultaba extraño, ¿cómo podía ella preferir el contacto de un desconocido al de aquel con quien estaba destinada a compartir su vida? El lazo de pareja ofrecía la respuesta. Notó que Ray no había dejado de besarla; le resultaba curioso que él disfrutara mientras que ella no. ¿Acaso él no se daba cuenta de que lo que le ofrecía estaba lejos de ser placentero? Se sentía mal por sus propios sentimientos; se suponía que el tacto de Lucas debía ser el repulsivo, pero no, era justo lo contrario.

En ese momento, Ray llevó su mano hacia sus pechos y ella se apartó de su beso, respirando con dificultad. Él captó su expresión y cubrió su rostro con la mano, visiblemente decepcionado, aunque se esforzaba por ocultarlo.

"Lo siento", susurró ella.

"No, debería ser yo quien se disculpe", dijo él. "Sé que habías dicho que debíamos esperar, pero me resulta difícil contenerme cuando estoy contigo".

El hecho de que Ray le recordara a Ava por qué lo rechazaba cada vez que lo intentaba, solo incrementaba su sentimiento de culpa. En ocasiones anteriores, ella le había dicho que quería esperar hasta estar formalmente unidos, que no deseaba tener relaciones sexuales fuera de su compromiso. Él la había amado y respetado profundamente por esa decisión. Ella había reservado su virginidad para Ray, pero de manera impulsiva, se la había entregado a Lucas la noche anterior sin que él lo pidiera, sintiéndose una tonta.

Quería confesarle todo a Ray en ese mismo instante, sabía que él la perdonaría, pero las palabras no le salían. Ava anhelaba tener con Ray esa clase de relación transparente que dificulta que las parejas se guarden secretos, aunque sabía que no era más que un anhelo irreal.

Se acercó para abrazar a Ray, atrayéndolo hacia su regazo. Él reposó su cabeza en su pecho y las manos de ella se deslizaron entre sus rizos dorados, acariciándolos. Ray no era malo, ni siquiera sus besos; simplemente no entendía por qué no lograba sentir nada por él, a pesar de haberlo intentado con todas sus fuerzas. Fue entonces cuando sintió su respiración en su pecho y bajó la mirada hacia él.

Luego, él le hizo una pregunta que ella no veía venir.

"¿Puedo chuparte las tetas?" Elevó la mirada hacia ella con ojos suplicantes. La pregunta la tomó por sorpresa; Ray no solía ser tan directo, antes simplemente se adelantaba a besarla o tocarla, aun sabiendo en el fondo que ella lo rechazaría, pero no dejaba de intentarlo.

Ella le respondió.

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Quizás aliviaría o no la culpa que sentía, pero si podía proporcionarle placer sin tener que acostarse con él, entonces se lo debía antes de revelarle todo lo ocurrido la noche anterior. Quería satisfacer a su Alfa aunque, en lo más profundo, anhelaba a otro. Sin dudarlo, se desabotonó la camisa, exponiendo sus firmes senos ante él y se despojó del sostén. Él contempló sus pezones con hambre antes de tomar uno en su boca y, con lentitud, succionó sus delicados pechos, jugueteando y estimulándolos con su lengua y dientes, succionando sus pezones hasta enrojecerlos. A pesar de todo, ella no sentía nada; no quería arruinar el momento y se vio obligada a fingir que disfrutaba, inclinando la cabeza hacia atrás y gimiendo para que él creyera que así era, aunque no lo estuviera. La sensación de estar con Ray no se comparaba con la de sentir la boca de Lucas en sus pezones. Era lamentable que Lucas hiciera con sus pechos lo que Ray no conseguía, y eso hacía sentir mal a Ava, pero era la cruda realidad. Mientras él se deleitaba con sus pechos, ella notó su excitación bajo los pantalones. Sería doloroso si no lograba aliviarse, y fue entonces cuando comprendió que permitirle chuparle los pechos había sido más perjudicial que beneficioso.

"¡Ughh!" Ray gimió, abrumado por la intensa frustración al separar su boca de sus pechos. Ava sabía que debía actuar; no podía dejarlo así, era su responsabilidad que él estuviera en ese estado; tenía que encontrar la manera de satisfacerlo antes de que perdiera el control. Sin pensarlo mucho, se arrodilló entre sus piernas y desabrochó su pantalón, liberando su miembro erecto de la prisión de su ropa interior.

Aunque Ava era virgen, ya había hallado maneras de complacer a Ray en sus momentos de deseo sin llegar a la intimidad completa. Con destreza, usaba sus manos para masturbarle, manipulando con rapidez su miembro; él emitía gemidos y, llevando su mano a los pezones de ella, aún firmes y al descubierto, los pellizcaba; Ava sintió un pinchazo de dolor, pero no lo detuvo. Se esmeraba con sus manos, pero no era suficiente, así que optó por emplear su boca. Lo intentó una vez, luchando por no arcadear cuando la punta de su miembro tocó su garganta. Retiró el pene de su boca de inmediato, antes de que el impulso de vomitar se hiciera presente. No quería lastimarlo, por lo que lo intentó de nuevo, esta vez con cuidado de no introducirlo demasiado, relajando su garganta. Al ensanchar su boca alrededor de su grosor por segunda vez, comenzó a mover la cabeza de arriba abajo sin cesar, controlando las náuseas cada vez que lo tomaba demasiado profundo. Él posó su mano sobre su cabeza, guiándola mientras ella lo engullía repetidamente hasta la base de su falo. Podía sentir su líquido preseminal en la lengua mientras él la penetraba oralmente con intención, y sabía que estaba cerca; incrementó el ritmo, permitiendo que él alcanzara el fondo de su garganta con cada embestida, hasta que, finalmente, él soltó un gemido y su semen se derramó en su boca y escurrió al suelo. Ava entonces retiró su miembro de su boca, jadeante, mientras él se reclinaba y dejaba caer la cabeza sobre la cama, tomando aire también.

Tras limpiarse el semen de los labios, se levantó y se acostó junto a él en la cama. Ray rodeó con su mano la suavidad de sus pechos, acogiéndolos una vez más entre sus brazos.

"Gracias, Ava", le murmuró al oído, y en ese instante, ella se convenció de que, aunque no hubiera atracción mutua, su relación aún tenía posibilidades de funcionar.