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C1 PRÓLOGO

Hace dos meses.

Ceaser se paseaba de un lado a otro en su espacioso y bien decorado salón, no había podido dejar de pensar en ello. Se había despertado esta mañana con Tom, su investigador privado, diciéndole que tenía una pista y que iba a investigarla. Gracias a Dios no le había dado un infarto.

Lleva casado con Beatrice más de dos años. Ocho meses después de casarse, ella desapareció. Se había comportado de forma extraña unos días antes de desvanecerse y nadie sabe dónde está.

Beatrice, pensó, la encantadora chica que conoció en la gala benéfica unos meses antes de que les obligaran a estar juntos. Bueno, la obligaron a casarse con él. Era una necesidad para él, ya que habría complacido a Palmer, el padre de Beatrice, un hombre con el que quería hacer negocios. Ella era muy dulce las pocas veces que se habían visto y cuando empezaron a salir, su verdadera naturaleza empezó a mostrarse. Era temperamental, rápida para juzgar, siempre sacaba conclusiones precipitadas y muchas otras cosas que le cabreaban. Él podía ver todas las señales de advertencia para no casarse con ella parpadeando en luces de neón, pero las ignoró todas y cada una de ellas. Después de casarse, las cosas empeoraron para él porque ahora ella se creía su dueña. Empezó a pasar la noche en la oficina, lo que empeoró las cosas porque ella pensó que la estaba engañando. Fue entonces cuando empezaron las rarezas, ella se volvió extrañamente callada y sólo hablaba cuando él le hacía una pregunta, cosa que rara vez hacía.

Ceaser se pasó los dedos por el pelo y suspiró pesadamente.

Por eso contrató a Tom, que llevaba más de un año en el caso. Sus pensamientos volvieron al día en que la vio por última vez, recordando lo último que le dijo antes de salir de su casa. Le mintió a la cara diciéndole que se iba a quedar con su madre una temporada. Él se había ofrecido a llevarla, pero ella se negó diciendo que haría algunas paradas por el camino. Aunque él sabía que la última parte era sólo una excusa, era típico de Bea, siempre hacía las cosas a su manera sin importarle las repercusiones y nadie podía detenerla. Así que la dejó marchar. Sin hacer preguntas.

Ese mismo día, después de llegar a casa, llamó a la madre de Bea -Mary-, quien le dijo que no había visto a Bea desde que la había visitado hacía dos semanas.

En ese momento sonó el teléfono de Ceaser, que le sacó de sus pensamientos y le hizo detenerse en seco.

"¿Sí?" Respondió a la llamada.

"La he encontrado Sr. Thompson, y no tiene muy buena pinta." Dijo Tom.

Suspiró aliviado, con el ceño fruncido en su rostro de aspecto cansado y cubierto de barba incipiente.

"Tráela a casa, Tom". Terminó la llamada y se dejó caer en uno de los sofás, con la cabeza hacia atrás.

En algún lugar de la misma ciudad, Jules forcejea con la puerta mientras intenta evitar que la compra caiga al suelo. Por fin consiguió desbloquearla y la abrió de par en par. Entró en su casa de doscientos metros cuadrados y cerró la puerta de una patada, caminando a paso ligero pero con cuidado por el salón blanco de tamaño medio hasta llegar a la cocina. Dejó todo sobre la encimera y empezó a ordenarlo.

Hoy es el día.

Pensó mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios, estaba emocionada y nerviosa al mismo tiempo. Hoy conocerá el veredicto. Las probabilidades parecían estar a su favor, pero no estaba segura.

Desde que murieron los padres de Jules, hace casi dos años, ella había intentado ahogarse en el trabajo para no derrumbarse, hasta que se dio cuenta de que no estaba bien y de que sus padres no querrían eso para ella, querrían que fuera feliz. Así que, hace un año, tomó la mejor decisión de seguir con sus antiguos planes. Siempre le han gustado los niños y, entre que cuidaba a vecinos y amigos de la familia en su adolescencia y la universidad, decidió que iba a adoptar a una niña cuando estuviera preparada.

Desde que su primera y última relación de dos años en la Universidad terminó trágicamente, lo que la colocó definitivamente en la sección de solteras de la población, le había llevado mucho tiempo superar haber pillado a su novio -en aquel momento- engañándola... con su compañera de piso... en su cama... el día de su cumpleaños.

Sí. ¡Taa-daa! Feliz cumpleaños, Jules.

Desde entonces renunció a los hombres, que sólo traían estragos a su apacible vida. Las relaciones son complicaciones.

Ya he pasado por eso.

Sonó su teléfono. Dejó el cartón de leche que tenía en la mano sobre la encimera y cogió el teléfono.

"¿Hola?" Respondió ella.

"Jules." Era su abogada, Bethany.

"¿Sí? ¿Cómo se ve?" Jules fue directa al grano.

Después de nueve meses buscando al niño perfecto, yendo al juzgado y rellenando documentos; lo importante. Preparar la casa a prueba de bebés, comprar una cuna y muchas otras cosas por si acaso. Todo se reducía a esto.

Encontró a la niña perfecta para adoptar un mes después de empezar su búsqueda. La niña tenía solo dos meses y no pudo mirar a ningún otro niño después de verla. Estaba decidida y procedió a la adopción. Bethany había sido de gran ayuda en todo momento. La adopción cerrada fue más fácil de lo que ambas esperaban porque la madre de la niña la había entregado voluntariamente y no se mencionaba al padre. Bethany se ocupó de todas esas cosas junto a ella, aunque Bethany se había ofrecido a hacerlo todo y a ponerse en contacto con ella cuando la necesitara. Jules había declinado educadamente su ofrecimiento porque quería tener todas las manos en la masa.

"Bueno, los papeles finales acaban de llegar y ha sido aprobado. Así que lo único que tienes que hacer es venir cuando quieras a firmarlo. Entonces te convertirás oficial y legalmente en madre". dijo Bethany al otro lado con alegría.

Jules sonrió de oreja a oreja, con el corazón rebosante de alegría.

"Voy para allá". Dijo, colgando inmediatamente y abandonando la compra.

No podía esperar más. Cogió las llaves de su descapotable y salió corriendo por la puerta.

Era esto.

Por fin iba a ser madre. Subió al coche y se dirigió al despacho de Bethany para firmar los documentos. Parecía Navidad.

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