C5 Capítulo 5: QUIERES QUE SEA TU NOVIA

"¿Cómo?" Sarah seguía mirándolo, incrédula, y añadió: "¿Quieres que sea tu novia?"

"¿Acaso no es eso lo que siempre has deseado?" Charles la observó con atención.

Sarah estaba atónita y no hallaba palabras. Tras un largo silencio, preguntó: "¿Estás bromeando?"

"¿Piensas que es una broma?" Charles la escrutó con la mirada. A pesar de su aire juguetón, su voz sonaba seria.

Sarah lo contempló en silencio, con un torbellino de pensamientos invadiendo su mente. ¿No era él quien siempre la humillaba por diversión? ¿Cómo es que ahora cedía tan fácilmente? Todo era desconcertante. ¿Por qué de repente quería una relación romántica con ella? ¿O era esto solo una nueva forma de mofarse cruelmente?

Este hombre era detestable. Jamás la había hecho feliz. Sus manos se cerraron en puños y su mirada se heló. Dijo con frialdad: "¿Así que ahora me humillarás de una manera diferente? ¿Quieres ganarte mi corazón solo para luego desecharlo, no es así? ¿Te divierte humillarme para tu propio entretenimiento?"

Charles jamás imaginó que ella reaccionaría de tal manera. La encontró tan alterada. Él había abierto su corazón con la esperanza de empezar de nuevo, pero la respuesta de ella lo llenó de ira. Le espetó con agresividad: "¿Es eso lo que soy para ti, un villano sin escrúpulos?"

Sarah lo miró fijamente, en un intento por descifrar la veracidad de sus palabras.

Charles, consumido por la ira, negó con la cabeza y exclamó: "¡Está bien!" Alzó la mano y juró: "Te he dicho la verdad, ¿me crees?"

Sarah seguía sin saber si podía confiar en él.

Finalmente, Charles declaró: "Te he dicho mi verdad. Si no confías en mí, no te retendré. Si de verdad deseas renunciar, no te detendré más. Pero que no te pese el haber dejado pasar un empleo excelente y a un novio excepcional". Dicho esto, se giró y salió del despacho.

Sarah vacilaba, contemplando su espalda. Se sentía completamente desorientada. A fin de cuentas, todavía lo amaba. Lo había malinterpretado y le había dicho algo que le dolió. Para su asombro, él había sido tan sincero. Si él se marchara de verdad, ella se sentiría desolada. No obstante, no sabía cómo hacer para que regresara.

De forma inesperada, Charles se detuvo y se giró para mirarla. "¿Piensas renunciar? ¿Estás segura de eso?"

Sarah lo miraba, sin encontrar las palabras adecuadas. Ya había pronunciado esas palabras hirientes y ahora la vergüenza la invadía, haciéndole imposible la idea de quedarse.

"Si estás indecisa o no sabes cómo expresarlo, ven aquí. Si te acercas, será la señal de que aceptas ser mi novia."

Ella seguía observándolo, dubitativa.

"Te doy tres segundos. Uno..." Charles la observaba con intensidad y continuó la cuenta: "Dos..."

Con un súbito atisbo de valentía, Sarah se lanzó. "Si no me mientes, quiero ser tu novia." Al terminar la frase, su rostro se tiñó de un rojo intenso.

Charles casi suelta una carcajada al ver su rubor, pero se contuvo y dijo con firmeza: "¡Ven aquí!"

Sarah avanzó hacia él con paso lento. Charles la atrajo hacia sí y la abrazó, preguntándole: "¿De verdad quieres ser mi novia?"

Ella, aunque asustada, no se resistió y respondió: "Si dejas de humillarme, por supuesto que quiero ser tu novia."

Al escucharla, Charles sonrió y la besó.

Sarah se sobresaltó y trató de empujarlo. Pero antes de que pudiera reaccionar, Charles la aprisionó contra la pared y la besó con pasión. Tras unos instantes, la soltó y sonrió: "¡Eres una mujer irresistible!"

Totalmente atónita, Sarah intentó hablar, pero Charles la interrumpió: "No te forzaré a tener relaciones antes de que estés lista. Pero, siendo mi novia, supongo que los besos están permitidos, ¿no crees?"

Sarah permaneció en silencio. Parecía que él realmente la respetaba. Claro, era normal que un novio besara y abrazara a su novia. Y más aún, cuando él la besaba, ella se sentía verdaderamente feliz y disfrutaba esa sensación. De manera inconsciente, Sarah se tocó el labio inferior, reviviendo el beso que acababan de intercambiar.

Charles la miró, sonrió y, sin poder resistirse, la besó de nuevo. Sarah lo rechazó suavemente, diciéndole: "Señor, estamos en la oficina. Hay mucha gente alrededor y, además, la puerta está abierta."

"¿Estás insinuando que podemos seguir si cierro la puerta?", preguntó Charles mientras la cerraba lentamente.

Sarah se sonrojó y le aclaró: "No, eso no es lo que quiero decir. Estamos en el edificio de la empresa. Por favor, no hagas eso, sería inapropiado si otros nos ven."

Charles la contempló y replicó: "¿Y qué tiene de malo? Ahora eres mi novia."

"Aunque lo sea, no está bien que la gente nos vea así. Si quieres estar conmigo, al menos busca un lugar más privado."

Charles soltó una risa traviesa: "Entonces, según tú, puedo hacer lo que sea siempre y cuando sea en secreto. No lo olvidaré."

Sarah se quedó sin palabras por un momento.

Cambiando de tema, Charles le propuso: "Hoy no hay que quedarse hasta tarde. Vamos a cenar juntos. ¿Qué te apetece comer?"

"Yo... lo que sea está bien", respondió Sarah, algo sorprendida. No esperaba que él le pidiera su opinión. Antes, cuando salían, él nunca se interesaba por sus preferencias y terminaba eligiendo por ambos. La actitud de Charles ese día la desconcertaba. Era una oportunidad que no se podía desaprovechar. "¿De verdad puedo elegir lo que quiera?", preguntó ella.

Charles asintió con la cabeza.

"Entonces quiero comida picante", afirmó Sarah con decisión.

"¿Comida picante? Eso explica muchas cosas."

Sarah frunció el ceño, confundida. "¿A qué te refieres?", inquirió. "¿Hay algo malo en que quiera algo picante? ¿Acaso me consideras una persona picante?"

"Por lo general, no lo eres", replicó Charles. "Pero cuando te opones a mí en la habitación, ciertamente te vuelves bastante 'picante'".

"¿Por qué siempre tienes eso en mente?" inquirió Sarah.

Charles rió a carcajadas y respondió en un susurro: "No es solo eso, es que también me resulta imposible resistirme al deseo de saborearte".