Un matrimonio por contrato con mi jefe/C6 Capítulo 6: MUY CONSCIENTE
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C6 Capítulo 6: MUY CONSCIENTE

Charles tenía un aire de frialdad, autoridad e inconstancia, pero en su faceta de amante se revelaba sorprendentemente tierno. Valoraba las opiniones de Sarah y sus decisiones siempre giraban en torno a los deseos de ella. Esto le daba a Sarah la impresión de que, quizás, una conexión auténtica con Charles no era tan descabellada.

Nunca había pasado por la mente de Sarah que Charles pudiera mostrarse tan dulce y atento. En sus citas, él siempre la dejaba elegir a su antojo y jamás la presionaba para hacer algo que no deseara. Charles le hacía experimentar esa chispa del amor romántico, lo que la llevó a pensar que quizá había prejuzgado mal a Charles.

No obstante, de vez en cuando la asaltaba la duda: ¿Sería Charles igual de amable con todas las mujeres con las que trataba o era algo exclusivo con ella? ¿Realmente la amaba Charles?

Trató de descifrar la respuesta en su mirada, pero Charles era un enigma. En su compañía, él se mostraba extremadamente cariñoso y tierno, aumentando la confusión de Sarah. Ella era consciente de la fama de volubilidad amorosa de Charles y sabía que no le resultaba sencillo enamorarse de verdad. Por otro lado, no lograba entender por qué fingiría afecto solo con ella.

Charles no pasaba desapercibido. Al parecer, disfrutaba de la publicidad de su amor. La recogía y acompañaba a diario, haciendo que su relación se convirtiera en el tema de conversación de toda la empresa. Ya no había quien no supiera que Sarah era la novia del presidente. Esto la hacía sentir algo incómoda, pues siempre había preferido un perfil bajo. En resumen, su relación parecía alterar la dinámica de la empresa de forma negativa, pero eso a Charles parecía no importarle.

Quizás, el concepto de privacidad romántica era, de hecho, el único aspecto en el que Charles no tomaba en cuenta su opinión.

En ocasiones, Charles le obsequiaba un ramillete de flores tan descomunal que su escritorio quedaba completamente inutilizable. Las otras mujeres miraban con envidia los gestos grandilocuentes de Charles hacia Sarah y murmuraban al respecto en sus círculos íntimos.

Sarah no podía rechazar los gestos de Charles, claro está, ya que él tenía una presencia imponente. Además, a ella le gustaba, porque se sentía querida, y eso era, en esencia, muy dulce.

El cumpleaños de Sarah estaba a la vuelta de la esquina y ella estaba realmente emocionada por su llegada. Anteriormente, al vivir su hermana menor en otra ciudad, había tenido que celebrar sus cumpleaños en soledad. Aunque contaba con la compañía ocasional de uno o dos amigos, el regreso a su habitación vacía siempre le recordaba su soledad.

Pero este año era distinto; tenía a Charles, quien podía estar a su lado. En realidad, lo que más anhelaba era esa compañía. Por eso, Sarah esperaba con especial ilusión este cumpleaños.

No obstante, a pocos días de la fecha, Charles no había dado indicios de haber organizado algo especial. Sarah se lo había recordado varias veces, pero él no lograba recordar la fecha. Incluso en el mismo día de su cumpleaños, Charles no tenía nada preparado y Sarah no había recibido ni siquiera un ramo de flores de su parte.

La intensa jornada laboral de Charles la dejaba a ella sumida en la tristeza. Aunque no podía reprocharle nada, ya que como director general, Charles estaba siempre inundado de responsabilidades. Era comprensible que a veces la pasara por alto, pero eso no mitigaba su decepción. Tal vez, el haber sido tan atento anteriormente había elevado sus expectativas.

Después de la jornada laboral, Charles permanecía en su oficina. Al llamarlo, Sarah solo recibió por respuesta: "Ve a casa, yo aún tengo trabajo."

Sosteniendo el teléfono, Sarah luchaba por disimular su desilusión y preguntó: "Charles, ¿te das cuenta de qué día es hoy?"

"¿A qué te refieres con qué día es hoy? ¿El 1 de septiembre, Día del Maestro? No, eso es el 1 de octubre. ¿El Festival del Medio Otoño? Tampoco, eso es dentro de una semana. Entonces, ¿qué día es hoy?"

Al darse cuenta de que él lo había olvidado por completo, el corazón de Sarah se partió en dos y dijo con resignación: "No es nada. Estás muy ocupado, no quiero interrumpirte más". Después de colgar, regresó a su casa, sola.

Al llegar, se acomodó en el sofá. La habitación vacía y el reloj en la pared le recordaban su soledad, que este cumpleaños se sentía más profunda que nunca. Antes, al no esperar nada, la tristeza no era tan grande. Pero esta vez había albergado esperanzas en Charles, y él la había fallado.

Observó el reloj; marcaba casi las 20:13, el momento exacto de su nacimiento. Debería ser una hora de alegría y celebración, sin embargo, la soledad era su única compañía. La decepción la inundaba.

Cuando el minutero alcanzó las trece, el teléfono de Sarah sonó de improviso. ¿Sería Charles recordando al fin? ¿Intentaría sorprenderla? Con esa ilusión, respondió la llamada, solo para descubrir que no era Charles al otro lado de la línea, sino su hermana menor.

La única que jamás olvidaba su cumpleaños era su hermana.

Con una sonrisa forzada, atendió: "Hola, Sophia".

"¡Querida hermana, feliz cumpleaños! Siempre acierto con la hora, ¿verdad que soy considerada? ¡Ja, ja!"

La risa de Sophia logró arrancarle una sonrisa sincera a Sarah: "Sí, eres increíblemente considerada. Ja, ja". Hablar con su hermana la reconfortaba, pero el recuerdo de Charles le devolvía la tristeza.

Justo en ese instante, para sorpresa de Sarah, el cielo nocturno se iluminó con fuegos artificiales que, justo frente a su ventana, formaban un mensaje: "Feliz cumpleaños Sarah".

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