Un matrimonio por contrato con mi jefe/C7 Capítulo 7: EL REGALO
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C7 Capítulo 7: EL REGALO

Sarah quedó pasmada. Agarró su teléfono y se dirigió a la ventana. Allí estaba Charles, parado en medio de un espectacular fuego artificial con forma de corazón. Él la divisó a través del cristal y exclamó: "¡Sarah, te amo! ¡Feliz cumpleaños!"

A medida que la realidad se asentaba en ella, Sarah comprendió que no tenía motivos para compadecerse de sí misma; tanto su hermana como su amado habían recordado su cumpleaños y le demostraban su cariño. Era evidente que Charles solo buscaba sorprenderla. De repente, las lágrimas brotaron de sus ojos. Al escuchar su llanto a través del teléfono, Sophia inquirió: "¿Qué te sucede? ¿Por qué lloras?"

Sarah le contó rápidamente a Sophia lo que estaba sucediendo y prometió llamarla más tarde. Tras colgar, bajó a toda prisa para encontrarse con Charles.

Él la recibió con una sonrisa y los brazos abiertos, anticipando el abrazo de Sarah.

Al lanzarse en sus brazos, Charles la alzó de inmediato, la hizo girar en el aire y la besó con ternura.

Los fuegos artificiales brillaban con tal belleza, iluminando la noche y reflejando su amor romántico. Se fundieron en un beso apasionado en medio de las llamas en forma de corazón, olvidándose por completo de los transeúntes.

En ese instante, Sarah se sintió tan emocionada que su corazón parecía querer escaparse de su pecho. Por ello, cuando Charles la abrazó y besó, ella respondió aferrándose a él con todas sus fuerzas.

No había lugar para la resistencia en ese contacto íntimo, solo el deseo de sumergirse por completo en la felicidad del momento.

Después de un tiempo, Charles la soltó suavemente, respirando cerca de su frente, y le preguntó con dulzura: "¿Eres feliz?"

Sarah, con un suspiro y una mirada profunda, asintió.

Entonces Charles, buscando confirmación, le preguntó: "¿Te he conmovido?"

Sarah asintió una vez más, con las lágrimas deslizándose por sus mejillas. No podía recordar haberse sentido tan plena de felicidad antes. Es hermoso tener a alguien que se preocupa por ti y te agasaja con detalles.

Con delicadeza, Charles secó sus lágrimas y le preguntó con dulzura: "Sarah, ¿realmente me amas? ¿Cuánto me amas?"

Ella lo miró con profundidad. No encontraba las palabras adecuadas, pero lo abrazó con fuerza y le confesó: "Charles, significas mucho para mí. De verdad que sí."

Le costaba articular sus emociones, y se encontraba repitiendo esa misma frase una y otra vez. Lo amaba con toda su alma, pero dudaba que un hombre como él pudiera corresponderle con igual amor y dedicación. Su amor, por ende, estaba teñido de temor. Sin embargo, esa noche, tras presenciar todo lo que él había hecho por ella, comenzó a creer que quizás sus miedos eran infundados.

Charles la miró a los ojos y le dijo: "Siempre cuestionas mi sinceridad, pero esta noche, ¿has sentido verdaderamente mi amor?"

Sarah, finalmente convencida, asintió y lo abrazó con más fuerza: "Charles, gracias."

Charles sonrió, rebosante de felicidad.

Permanecieron abrazados hasta que el último de los fuegos artificiales se extinguió. Al percatarse de que muchos curiosos habían dejado de observarlos, Sarah se sintió avergonzada y se acurrucó junto a Charles. Entre risas, él bromeó: "¿No me vas a invitar a subir?"

Sarah, sin dudarlo, le tomó de la mano para guiarlo escaleras arriba, pero Charles la detuvo: "Espera un momento." Regresó a su coche y volvió con una gran tarta y un ramillete de flores.

Ella aceptó las flores con timidez y las olió. Luego, entrelazaron sus manos y subieron juntos. Sarah se sentía tan cohibida como una adolescente en sus primeras citas secretas.

Ya en la intimidad del hogar de Sarah, Charles extrajo una bolsa más de entre sus cosas. Le entregó una bolsa de papel y le dijo: "He dedicado mucho tiempo a elegir esto, y finalmente he encontrado el regalo perfecto para ti. Vamos, pruébatelo a ver qué tal te queda."

Sarah tomó la bolsa y descubrió dentro un hermoso vestido confeccionado en una tela sedosa celestial. La mirada que le lanzó a Charles estaba teñida de escepticismo. Él le devolvió una sonrisa alentadora: "Vamos, pruébatelo. Quiero ver lo hermosa que te queda."

Con el vestido en mano, Sarah se dirigió a su cuarto. Sin embargo, al abrir la bolsa, vaciló al darse cuenta de que la falda era, en realidad, un modelo con tirantes. Lo contempló por un instante antes de decidirse a ponérselo. Tal y como sospechaba, su pecho quedaba parcialmente al descubierto. Frente al espejo, no pudo evitar admirar lo deslumbrante que lucía en ese atrevido vestido rojo.

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