Un matrimonio por contrato con mi jefe/C8 Capítulo 8: PUEDO TENERTE
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C8 Capítulo 8: PUEDO TENERTE

Sarah nunca había llevado ese tipo de ropa, por lo que se sentía insegura sobre si era apropiado salir y encontrarse con Charles vestida así.

Desde afuera, se escuchó la voz de Charles: "Sarah, ¿todo bien? ¿Por qué no sales?".

Ella respondió: "Ah, sí, todo bien". Luego, abrió su armario y encontró un chal. Aunque el color no era el ideal, le servía para cubrirse un poco. Con el chal sobre sus hombros, se armó de valor, abrió la puerta y salió.

Para su asombro, Charles le había preparado una cena a la luz de las velas. Las velas, el vino tinto, la música, todo evocaba una escena de película romántica.

Sarah estaba anonadada y exclamó: "Es increíble. ¡No puedo creer que hayas preparado todo esto para mí!"

Al ver que Sarah aparecía con un chal, Charles mostró un atisbo de decepción y preguntó: "¿Por qué te has puesto un chal? ¿Acaso no quieres que te vea con ese vestido?".

Sarah se acercó a él, algo incómoda, y contestó: "Simplemente no estoy acostumbrada a llevar algo así".

Charles la observó sin insistir. Se sentaron juntos, disfrutaron del vino tinto, compartieron la tarta de cumpleaños y conversaron. Sarah no lograba entender por qué esa noche los ojos de Charles le parecían tan tiernos y seductores. Su mirada la atraía irresistiblemente. Incapaz de sostener su intensidad, se limitaba a sostener su copa y beber.

"Sarah, sabes que no toleras mucho el alcohol. Quizás deberías moderarte y comer algo de tarta", sugirió Charles, sentándose a su lado y ofreciéndole un bocado con una mano, mientras con la otra la sostenía con delicadeza.

Sarah lo miró fijamente y aceptó el pastel, sonrojándose al instante. De repente, Charles se inclinó hacia ella y con un gesto tierno, recogió las migajas de sus labios. Sonrió y le dijo con ternura: "Comes como una gatita".

Sarah inclinó la cabeza, sintiéndose un tanto avergonzada. Charles, por su parte, volvió a tomar su copa y brindó con ella. Sarah no podía dejar de pensar en lo mágica que era la noche, como sacada de un cuento de hadas, y deseaba disfrutar cada instante a su lado.

No obstante, ¿cómo podría Sarah estar segura de las verdaderas intenciones de Charles? Él era el lobo feroz y ella, la inocente Caperucita Roja. ¿Qué posibilidad tenía de enfrentarse al astuto lobo?

Finalmente, Sarah se sintió un poco ebria, o quizás era la embriaguez que le producían los ojos encantadores y tiernos de Charles. Él se acercó y le susurró: "Sarah, luces tan hermosa esta noche, realmente hermosa. Me muero de ganas por besarte." Y mientras lo decía, ya se inclinaba para robarle un beso.

Sarah se sentía débil y anestesiada, con el único deseo de sumergirse en su ternura. Al percibirlo acercarse, cerró los ojos, seducida por el encanto del momento. Charles la besó con dulzura en los labios, y al mismo tiempo, la rodeó con sus brazos y le deslizó el chal por los hombros.

La noche avanzaba y las estrellas centelleaban en el exterior. Dentro de la habitación, se gestaba una velada de inigualable romanticismo.

Sarah se sentía mareada y somnolienta, el efecto del alcohol era ahora palpable. Sentía un calor que la invadía por completo y deseaba liberarse de esa sensación. Al retirarle Charles el chal, no opuso resistencia; era como si se despojara de una carga.

El beso de Charles aceleró su corazón. No entendía por qué no lo había anticipado. Quizás porque temía esperar demasiado estando junto al hombre que amaba. O tal vez, la noche era tan perfecta que no quería arruinarla; sin embargo, decidió seguir su instinto y hacer lo que realmente deseaba. No comprendía qué estaba sucediendo. ¿Por qué había besado a Charles? Incluso lo abrazó y se dejó llevar por sus apasionados avances.

Charles se sintió eufórico al percibir su rendición. La alzó en brazos, la recostó suavemente en el sofá y con habilidad, comenzó a desvestirla.

Sarah estaba tan sofocada que no lograba entender qué sucedía. Solo los besos de Charles parecían brindarle consuelo. "Charles, Charles", susurró ella.

"Sí", contestó él. La besó, desabrochó sujétamente el broche de su sujetador y contempló a la mujer semidesnuda tendida ante él. También él sentía un calor que lo invadía por completo. "Sarah, podríamos ir al dormitorio", propuso con suavidad.

A pesar de que Sarah no había dado su consentimiento, Charles la alzó en brazos y se dirigió con rapidez hacia la cama. A mitad de camino, ella se contorsionó ligeramente. Charles no pudo discernir si se sentía incómoda o si intentaba resistirse. Con premura, la depositó en la cama y se entregó de nuevo a la pasión de sus besos.

Al percibir la suavidad de la cama, Sarah pareció volver en sí. "Charles, ¿dónde estamos?", preguntó de improviso.

"¿Me amas?", inquirió Charles, esquivando su pregunta.

Sarah aún se encontraba confundida. No sabía cómo responderle. Charles, percibiendo su estado de ensimismamiento, la besó con ardor. En poco tiempo, su falda estaba arremangada y su sujetador se deslizaba por sus hombros. Se sentía al borde de la locura. Anhelaba a esta mujer día y noche, y ahora ella yacía ante él, cautivadora y hermosa.

Charles se inclinó sobre ella, la acarició y murmuró: "Sarah, Sarah, ¿puedo poseerte?"

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