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C3 CAPÍTULO 3

Melina se despierta de su ensueño al encenderse las luces. Se cubre los ojos para protegerse del resplandor. A medida que sus ojos se acostumbran, siente que alguien le toma el brazo izquierdo. Se gira hacia la persona, preguntándose quién la sostiene y por qué motivo.

"Levántate", ordena el hombre extraño, de aspecto intimidante y corpulento. La pone de pie y comienza a arrastrarla fuera de la sala.

"¿Dónde estoy? ¿A dónde me llevas? ¿Dónde está Thomas?"

El hombre hace caso omiso a sus preguntas y la lleva a un área abierta. La iluminación es deficiente, y Melina apenas distingue algo más que la silla en la que el hombre la deposita. Intenta levantarse para escapar, pero él la empuja de nuevo, obligándola a sentarse con una mirada amenazante. Intimidada, se hunde en la silla. Observa el entorno, tratando de entender dónde la ha traído y qué pretende hacerle.

"¡Ay!" Melina observa su mano derecha. Sus ojos se agrandan al darse cuenta de que está usando bridas para atar sus manos a la silla, y luego procede a hacer lo mismo con sus piernas.

"¿Por qué me estás atando?" pregunta, intentando liberar sus manos de las bridas, pero se detiene al sentir que su piel comienza a rasgarse.

El hombre se aleja un paso de ella mientras la habitación se ilumina más. Melina queda horrorizada al ver lo que hay frente a ella: sobre una mesa, a pocos metros, se extiende una colección de cuchillos de tipos desconocidos para ella. Alicates, una esponja y unas tijeras también se encuentran sobre la mesa, junto a lo que parece ser una batería de automóvil.

Melina alterna su mirada entre el hombre y la mesa. La sola idea de que puedan utilizar cualquiera de esos instrumentos en ella la hace sentir al borde de un colapso. Para distraerse de los terribles pensamientos que inundan su mente, inspecciona nuevamente la sala. Están en un espacio sin ventanas, probablemente subterráneo. Una escalera conduce hacia arriba y varias sillas están dispersas por el lugar, todas orientadas hacia ella. Un aliento cálido le roza el cuello, provocando que dé un brinco en su asiento.

"Hola Melina, hace tiempo que no nos veíamos", susurra Kimberly mientras desliza sus largas uñas por el hombro de Melina, avanzando hasta quedar frente a ella. Una sonrisa burlona se curva en sus labios rojos y sus ojos azules destellan de alegría.

"Hola Kimberly, qué bueno verte otra vez", dice Melian, esbozando una sonrisa tensa.

Kimberly es una amiga de la familia de Thomas. Melina la había visto en varias ocasiones cuando salía con él. Es como una hermana para Thomas y le tiene aversión a Melina. Kimberly toma un puñal y se aproxima a Melina. Al acercar el cuchillo a su cuello, Melina lanza un grito y se retuerce en la silla.

"¡Cállate de una puta vez!", le espetó Kimberly. Melina sella sus labios al instante y observa fijamente el cuchillo, a escasos centímetros de su cuello. Su corazón late desbocado y las lágrimas inundan sus ojos mientras sigue con la mirada a Kimberly y el arma.

"¿Dónde está la maldita plata?"

"No... no lo sé, no la tengo", balbucea Melina, temblando sobre la silla. Kimberly retira la hoja de su cuello y se sitúa detrás de ella. Melina deja caer los hombros y exhala un suspiro de alivio. Le sorprende que Kimberly le haya creído, pero se siente aliviada de que así fuera.

Kimberly agarra un mechón de cabello y tira de la cabeza de Melina hacia atrás. "¿Te parece que estoy jugando?", le grita.

Melina emite un grito al sentir un ardor en la nuca.

"¡Por favor, detente! ¡Me estás lastimando!" En un intento desesperado, trata de liberar su mano de las bridas de plástico para zafarse del agarre de Kimberly. Nuevos cortes aparecen en su muñeca mientras forcejea por su libertad. Al darse cuenta de que solo se lastima más, intenta negar con la cabeza, pero eso solo provoca que Kimberly tire con más fuerza.

"¿Dónde está el dinero?"

"Ya te lo dije, James lo tiene".

"Si James lo tiene, ¿dónde está él?"

"No sé, hace meses que no hablo con él".

"Me resulta difícil de creer, considerando que es tu esposo. Vamos a cambiar de táctica". Suelta la cabeza de Melina, empujándola hacia adelante. Las lágrimas se deslizan por el rostro de Melina mientras observa su mano manchada de sangre y siente el deseo de aliviar el dolor de su cuello. "Te lo voy a preguntar de nuevo, y si no me dices la verdad, enfrentarás las consecuencias".

"Te lo juro, no miento". Melina alza la cabeza y sostiene la mirada de Kimberley.

"Ya veremos si es cierto cuando termine contigo". Kimberly se dirige a la mesa y se pone unos guantes. Toma un cable con pinzas en los extremos y lo ondea frente al rostro de Melina, sonriendo. El cable está conectado a una batería de coche. Kimberly engancha una esponja a las pinzas y la sumerge en un cubo de agua que está bajo la mesa. Se aproxima a Melina con la esponja mojada en sus manos, sonriendo ampliamente mientras Melina se recuesta en la silla, intentando alejarse.

"Te juro que no sé nada. ¡Por favor, no lo hagas!"

"¿En serio? ¿No sabes nada?" Kimberly sostiene la esponja a escasos centímetros del estómago de Melina. El corazón de Melina late con fuerza y el sudor le recorre la frente. Su cabello se pega a su rostro y las lágrimas frescas le nublan la vista.

"No, no lo sé". Los ojos de Melina la imploran.

Las pupilas de Melina se dilatan mientras un grito desgarrador se escapa de sus labios. Sus costillas parecen quemarse y su cuerpo se sacude violentamente contra la silla a medida que la electricidad recorre su ser. Kimberly continúa aplicando la esponja húmeda sobre su estómago, gritando tan desquiciadamente como ella. Las manos y pies de Melina jalan de las bridas de plástico que cortan su piel mientras su cuerpo se estremece. La sangre empieza a gotear de los cortes provocados por las bridas. Kimberly recorre con los dedos la sangre que adorna la silla y se la lleva a la boca con deleite.

"Puedo saborear tu miedo", susurra ella, alejando la esponja. La cabeza de Melina se inclina hacia adelante mientras su cuerpo se relaja, inerte en la silla. Jadea, luchando por calmar su corazón desbocado. Kimberly la toma del cabello y le levanta la cabeza. "O me lo dices ahora o las cosas se pondrán peor para ti".

"Te lo juro, no tengo ni idea", logra decir Melina en un susurro doloroso.

"Está bien, tú decides". Kimberly está a punto de darme otra descarga cuando una voz la interrumpe.

"Ya es suficiente por hoy". Melina reconoce la voz al instante.

Dirige su mirada hacia Thomas, pero las lágrimas le impiden ver con claridad. Parpadea para aclarar su visión y finalmente lo distingue. Está con los brazos cruzados sobre su amplio pecho, las mangas arremangadas dejando a la vista sus tatuajes. Su nariz se ensancha y se forman líneas de preocupación en su frente mientras ella lo observa. Seguro está furioso porque no revela el paradero de James o el dinero. Si ella supiera, se los entregaría en un instante.

La vista de Thomas se ve obstruida por el hombre que antes cortó las bridas. Melina emite un sollozo de alivio al ver sus muñecas ensangrentadas. Intenta tocarlas con el dedo, pero se detiene al sentir un agudo pinchazo de dolor. Al mirar sus piernas, lanza un grito al ver la sangre también allí. Se muerde los labios para contener el dolor, aunque es en vano. El hombre la saca de la silla y la arrastra de vuelta a la habitación donde la habían retenido.

Un grito se escapa de sus labios cuando la lanza al frío suelo. Melina intenta ponerse de pie, pero el dolor la hace arrepentirse al instante. La sangre sigue manando de sus muñecas y escuece. Vencida, se acuesta de espaldas. Quisiera abrazarse a sí misma, pero el dolor en sus muñecas es demasiado intenso. Lágrimas silenciosas recorren su rostro mientras fija la vista en el techo, sin poder creer lo que acaba de sufrir. Sabía que él vendría por ella cuando descubriera su verdadera identidad, pero había mantenido la esperanza de que nunca la encontrara...

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