Una segunda oportunidad/C4 CAPÍTULO CUARTO
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C4 CAPÍTULO CUARTO

Recostada en el frío suelo de cemento y envuelta en la oscuridad, Melina rememora el día en que descubrió quién era realmente Thomas.

Seis meses atrás

Despierta al día siguiente de que James sustrajera el dinero de Thomas, solo para encontrar que él se ha fugado con todo el efectivo, dejándole los papeles del divorcio ya firmados. Aunque se siente aliviada por el divorcio, no puede evitar preguntarse el motivo.

Toma su teléfono con intención de llamar a James, buscando una explicación convincente, cuando nota que le ha enviado un correo electrónico. Es un video. Al reproducirlo, Melina se queda petrificada ante la escena. Es lo más atroz que jamás ha presenciado. Thomas está en un bar, golpeando brutalmente a un hombre. Agarra la cabeza del sujeto y la estrella contra una mesa repetidamente. Melina se estremece al escuchar cómo se rompe el hueso de la nariz del hombre y su sangre salpica el rostro y la camisa de Thomas. Él toma una botella y la estrella en la cabeza del hombre. Los cristales se incrustan en su cabello y algunos quedan clavados en su rostro. Thomas esboza una sonrisa siniestra antes de volver a azotar su cabeza contra la mesa. Los vidrios cortan su cara y la sangre se derrama a raudales.

Melina se lleva la mano a la boca, negando con la cabeza. Parece que Thomas no considera suficiente la tortura, pues agarra las manos del hombre y las tuerce hacia atrás con fuerza. Melina escucha el crujido de los huesos mientras las manos se dislocan. Thomas arroja al hombre al suelo y lo patea sin cesar.

Ella niega con la cabeza, murmurando: "¡Eso no puede ser Thomas! ¡Este video tiene que ser falso!" Lanza su teléfono al otro lado de la habitación y se abraza a sí misma, tratando de contener el llanto. No puede dar crédito a lo que sus ojos han visto.

En el silencio de la habitación, el video continúa reproduciéndose. Melina se levanta del taburete y camina hacia su teléfono. Se inclina para recogerlo, pero se queda inmóvil al escuchar la voz de Thomas.

"Nadie se mete conmigo. Soy el segundo al mando en la mafia Costanzo. Nadie se cruza conmigo y vive para contarlo", dice Thomas, justo antes de que retumbe un fuerte disparo.

"¡Dios mío!" exclama Melina.

Él le disparó.

Ella agarra su teléfono rápidamente para confirmar lo que acaba de escuchar. El color se desvanece de su rostro al ver a Thomas de pie, pistola en mano, sobre el hombre que ahora yace inerte en el suelo.

Sus piernas se debilitan y se desploma. Con la mirada vacía, intenta asimilar lo que acaba de presenciar.

"¿Qué demonios acaba de suceder?"

Melina se lleva la mano a la boca mientras las piezas comienzan a encajar. Thomas y sus guardaespaldas compartían los mismos tatuajes. Siempre le pareció extraño que un jefe y sus hombres llevaran la misma marca, pero nunca lo había pensado demasiado. Ahora cae en la cuenta de que esos tatuajes deben ser el emblema de la familia mafiosa. También recordó que él tenía un arma; algo que nunca le preocupó, ya que muchas personas portan armas para protegerse. Pero reflexionando sobre ello, se da cuenta de que él poseía un arsenal.

"¡Dios mío! ¿Cómo es que no lo vi venir?", se cuestiona.

Ahora entiende por qué James la dejó y se fue. James debe saber que está condenado si Thomas lo encuentra. Se pregunta qué le hará a ella. Un escalofrío la recorre al pensarlo.

Melina se pone de pie y corre hacia su habitación para empacar. Debe huir antes de que Thomas regrese. Vendrá por ella en cualquier momento. No desea correr la misma suerte que aquel hombre.

Presente

Desafortunadamente para Melina, no logró escapar de él. Yace mirando al techo, preguntándose cuándo Thomas volverá a torturarla y cuánto tiempo logrará sobrevivir.

Melina voltea hacia la puerta al escuchar pasos que se aproximan. Se sienta y espera a que entren. Sus ojos se abren desmesuradamente al ver que es Thomas quien entra. "Thomas", dice Melina cuando él se planta frente a ella. Él no pronuncia palabra. Simplemente la observa con intensidad. Ella trata de mantener su mirada, pero la furia incandescente en sus ojos es demasiado agobiante, sabiendo que ella es la causa de tal ira. Thomas se inclina hacia ella, su rostro a escasos centímetros del suyo, su aliento rozando su piel. Ella cierra los ojos cuando él alza la mano. Espera un golpe, pero en lugar de eso, siente sus dedos acariciando su mejilla. Sobresaltada, abre los ojos y lo ve apartando su cabello del rostro. Luego, saca un pañuelo de su bolsillo y le seca el sudor de la frente.

"Todavía no puedo creerlo", dice Thomas.

"¿Creer qué?"

"Que no lo vi venir."

"¿Qué cosa?"

"Que eres una zorra", escupe las palabras con rabia contenida.

"Oh." Melina suspira y parpadea con rapidez. Sabe que es una zorra, pero que él lo diga en voz alta le atraviesa el corazón como una bala. Su cabeza se inclina hacia adelante mientras su corazón se quiebra.

"Mírame", le ordena él, alzándole la barbilla. Melina sostiene su mirada y siente cómo la grieta en su corazón se ensancha. Hay tanto rencor en sus ojos. Ella desvía la vista, intentando frenar el desgarro en su pecho.

"Mantén los ojos en mí". Thomas le gira el rostro de nuevo hacia él, pero Melina baja la mirada a sus dedos. Hay sangre seca en sus uñas partidas. Niega con la cabeza, pensando que su calvario apenas ha comenzado y ya sus manos lucen así.

"Es fascinante", afirma Thomas, devolviéndola al presente.

"¿Qué es?"

"Que yo, Thomas Costanzo", su acento italiano se acentúa al decir su nombre, "me haya enamorado de ti y permitido que me engañaras".

"Lo siento mucho."

"No quiero tus disculpas", grita él, levantándose de un salto y enderezándose. Melina se encoge y alza las manos en defensa, temblando. "Quiero que me digas de una maldita vez dónde está James".

"No sé nada."

"¿Así que la tortura de esta noche no ha sido suficiente para hacerte hablar?"

"No estoy mintiendo."

"¡Pues dime dónde demonios está!"

"¡No lo sé!", exclama Melina, desesperada porque él no le cree.

"Entonces has tomado tu decisión."

"¿Qué quieres decir? ¿Qué decisión?"

"Mañana lo verás", dice él, dirigiéndose hacia la puerta.

***

Horas más tarde, traen comida a Melina, pero apenas si la prueba. Suspira al recordar cómo Thomas solía mirarla. Esos ojos suyos, que antes la contemplaban con ternura y adoración, nunca volverán a ser los mismos. Su corazón se comprime dolorosamente al pensarlo.

Melina recuerda el día en que se percató de que estaba enamorada de él. Ya llevaban juntos entre cuatro y cinco meses. Era consciente de sus sentimientos hacia él, pero se resistía a admitirlo hasta aquel momento. Thomas sufrió un accidente y la posibilidad de enfrentarse al mundo sin su presencia la aterrorizaba más que la furia de James. Fue entonces cuando comprendió que estaba enamorada. Aún le resultaba asombroso. Jamás pensó que sería capaz de amar a otro hombre tras el calvario vivido con James, pero así fue.

Si Melina solo pudiera confesarle a Thomas que sus sentimientos son auténticos... Pero teme que ni siquiera eso la libraría de lo que está por venir. Nunca tuvo la intención de robarle su dinero. Sin embargo, está convencida de que él jamás le creería. Se acercó a él por su dinero, y eso es algo que no puede cambiar. Ojalá pudiera explicarle que James la forzó a hacerlo. Ojalá él pudiera creerle. Desafortunadamente, Melina duda que la suerte esté de su lado.

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