Una segunda oportunidad/C5 CAPÍTULO CINCO
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C5 CAPÍTULO CINCO

Melina despierta sobresaltada al sonido de la puerta abriéndose. No recuerda haberse quedado dormida. El mismo hombre de la vez anterior entra y le indica que lo siga. Juntos abandonan la habitación y se dirigen al lugar donde fue torturada. Él le señala la silla manchada con su propia sangre seca y le pide que se siente. Esta vez, Melina no opone resistencia, aunque se estremece al sentir que la amarran al asiento.

"¿Cómo te encuentras hoy, Melina?" inquiere Kimberly, descendiendo las escaleras hacia ella. Viste jeans negros y una chaqueta sobre una camiseta marrón. Sus botines negros resuenan en el suelo con cada paso que se aproxima a Melina. Luce el mismo lápiz labial rojo de ayer y su cabello negro está recogido en un moño desenfadado.

"Tal y como podrías imaginar."

"Mmm," Kimberly asiente con la cabeza, despojándose de su chaqueta.

"Hoy repetiremos el procedimiento de ayer. Te daré tres oportunidades para decirme dónde se encuentra James o el dinero antes de que comience tu calvario."

"Ya te dije que no tengo idea."

"Veo que insistes en protegerlo. Está bien, adelantemos entonces a lo que realmente disfruto." Kimberly toma una daga corta de la mesa y la lame con una sonrisa maliciosa. Melina se estremece. ¿No se cortaría Kimberly la lengua al hacer eso? "Al parecer, te haré sangrar más rápido de lo que esperaba." Dice con una sonrisa siniestra acercándose a Melina.

"Por favor, no me lastimes." Kimberly posa la hoja sobre el antebrazo de Melina, cuyo pulso se dispara.

"Comencemos el juego." Kimberly desliza la cuchilla sobre el brazo de Melina. Ella grita de dolor, cerrando sus manos en puños mientras su piel se rasga.

"Nunca comprendí qué le viste él a ti," comenta Kimberly, caminando hacia su espalda y agarrándola del cabello para inclinar su cabeza hacia atrás. Apoya la hoja en su mejilla. "Daría cualquier cosa por poder desfigurar esa cara tan fea." Acerca la daga a escasos centímetros de los ojos de Melina, que se abren desmesuradamente por el terror.

"Por favor", implora Melina, y Kimberly sonríe retirando la daga. La desliza desde el hombro de Melina bajándola por su brazo. Melina lanza un grito desgarrador, aferrándose con todas sus fuerzas a los brazos del sillón. Las lágrimas se deslizan por su rostro, mezclándose con el sudor. Observa a Kimberly mientras aleja la hoja y se pregunta si está haciendo esto para obtener respuestas o si es por el odio que le tiene por ser la mujer a la que Thomas amó.

Sacudida de sus pensamientos, Melina ve a Kimberly lanzar el cuchillo al aire, dejando que la gravedad haga su trabajo. El color se desvanece de su rostro al ver la hoja caer en picada hacia su muslo. Intenta esquivarla empujándose hacia atrás para mover la silla, pero Kimberly la atrapa justo antes de que se clave en su regazo. Kimberly suelta una carcajada al ver a Melina contener la respiración, con la cuchilla suspendida a un hálito de su muslo.

"Esto es solo el comienzo, Melina. Si sigues insistiendo en que no sabes dónde está el dinero o James, voy a esculpir diseños en tu piel con mis cuchillas", advierte Kimberly, deslizando la hoja por el muslo de Melina, abriendo su piel. La sangre de Melina salpica el suelo, tiñéndolo de un rojo carmesí.

***

Melina no tiene noción de cuánto tiempo ha pasado, pero su garganta está irritada y un charco de sangre rodea sus pies. Sus manos están pálidas de sujetar con tanta fuerza los reposabrazos. Su cabello se adhiere a su rostro y ya no puede saborear la sal en sus labios. Al contemplar la carnicería en sus brazos y piernas, los ojos de Melina se inundan nuevamente de lágrimas. Kimberly ha cortado la piel de sus brazos, abdomen, pecho y muslos.

Melina no comprende cómo sigue con vida después de haber perdido tanto sangre. El único lugar que Kimberly ha respetado con su daga ha sido el rostro de Melina. Le sorprende que Kimberly no haya marcado su cara, sabiendo que siempre ha envidiado su belleza. Recuerda a Kimberly mencionando que alguien no lo permitiría y Melina se pregunta si esa fue una orden de Thomas.

"Vaya, no esperaba que aguantaras tanto", dice Kimberly con firmeza. Melina no responde, sigue con la mirada fija en el suelo. "Mírame cuando te hablo, perra". Kimberly le agarra del cabello y le obliga a levantar la vista. Apoya la hoja en su mejilla. "Deberías sentirte afortunada de que él me prohibiera tocar tu rostro; de lo contrario, te convertiría en la mujer más horrenda del mundo". Suelta su cabello y retrocede un paso.

"¡Que alguien traiga la sal! Parece que es hora de subir la intensidad", ordena Kimberly al hombre que la acompañó hasta la habitación.

De golpe, Melina alza la cabeza, sus ojos se dilatan. "Por favor, no hagas esto. Te suplico, Kimberly."

"Al parecer, solo así conseguiré que hables."

"Te lo juro por lo que más quieras, Kimberly, no tengo ni idea de dónde están el dinero o James."

"Ya veremos si es verdad". Ella recibe un plato del hombre corpulento; está repleto de sal.

Melina retrocede con el cuerpo, intentando desplazar la silla para escapar. Mira hacia atrás y luego a Kimberly, evaluando si ha logrado alejarse. La esperanza le revolotea en el pecho al ver que la mesa está un poco más lejos, pero su silla se detiene bruscamente. Al girarse, ve al hombre sujetando firmemente su silla mientras Kimberly se aproxima.

"Kimberly, por favor, te imploro. No hagas esto."

"Cuanto más me ruegas, más deseo hacerlo", replica Kimberly con una sonrisa maliciosa, tomando un puñado de sal. Melina cierra los ojos mientras Kimberly arremete contra su cuerpo. Exhala un suspiro de ansiedad, anticipando que la sal penetre en sus heridas y comience el tormento. Pero no ocurre; al abrir los ojos, ve a Thomas sujetando la muñeca de Kimberly.

"Ya es suficiente, Kimberly. Dije que nada de excesos", interviene Thomas, plantándose frente a ella. Melina mira detrás de él y observa la sal y el plato roto a sus pies.

Melina clava la mirada en sus ojos y, por un instante fugaz, percibe una sombra de tristeza. Pero se esfuma enseguida, dejando su mirada vacía de emoción. No sabía que él estuviera aquí hoy. ¿Cuánto habrá presenciado? ¿Le afectará en algo ver a Kimberly haciéndola sufrir?

"Rociar sal en sus heridas no es para tanto", espeta Kimberly con los dientes apretados.

"Sí lo es. Ya es suficiente por hoy. Seth, libérale las manos y los pies", ordena Thomas al corpulento que se encuentra detrás de ella.

"No, aún no", Kimberly rechaza con un golpe las manos de Seth antes de que pueda cortar las bridas.

"Ya lo he dicho, basta", Thomas le gruñe en la cara. Kimberly retrocede y da un paso atrás.

Seth hace caso y corta las ataduras. Melina intenta ponerse en pie, pero su cuerpo flaquea antes de que pueda dar un solo paso. Thomas la sostiene antes de que se desplome. Desliza su mano bajo sus rodillas y la alza del suelo. Melina observa su camisa, ahora manchada con su sangre, y se pregunta qué sentirá él al respecto. Trata de parpadear cuando el rostro de Thomas comienza a duplicarse, pero termina cerrando los ojos.

"¡Melina!" Thomas la zarandea.

Ella emite un gruñido, pero sus párpados son demasiado pesados para mantenerlos abiertos.

"¡Abre los ojos, maldita sea!"

"Quiero dormir, Thomas". El aroma de él inunda sus sentidos, arrastrándola hacia la oscuridad. Luchar por mantenerse despierta se hace cada vez más difícil a medida que su fragancia la serena y su cuerpo se entrega al cansancio.

"Seth, ve a buscar a Leo y dile que llame al Dr. Chris. Que venga de inmediato", ordena Thomas mientras sube las escaleras con Melina en brazos.

"¿Por qué la vas a hacer atender?", inquiere Kimberly, bloqueando el paso de Thomas.

"Porque así lo deseo. Ahora, quítate de en medio", Thomas trata de avanzar, pero Kimberly persiste en obstruirle el camino.

"Te mintió. No deberías buscarle tratamiento, deberías dejarla morir", escupe Kimberly con los dientes apretados.

"Kimberly, te lo voy a decir una vez más y solo una. Apártate de mi jodido camino."

"No puedo creerte", sisea ella.

"Yo decido cuándo muere ella, no tú", afirma Thomas antes de empezar a subir las escaleras. Melina se entrega al abrazo de la oscuridad, cerrando los ojos...

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