C9 Capítulo 9

Bethel es consciente de lo que Harry es capaz de hacerle, y solo pensar en ello le provocaba un pánico que le estrangulaba la garganta.

"Nunca entres aquí, Bethel. Nunca. Porque te juro que te mataré si te acercas a mi hija", insistió una vez más.

Ella asintió con dificultad, luchando por respirar.

Él aflojó su agarre en su cuello y Bethel podría jurar que sintió un alivio recorrer su espina dorsal.

Tan pronto como la soltó, ella intentó huir, pero se detuvo en seco al escuchar su voz ronca.

"A mi habitación".

El corazón le latía con fuerza, sin saber qué esperar, quizás fuese su acostumbrado deseo sexual.

Obediente, caminó hacia su dormitorio, al que él la siguió minutos después.

"No te quedes ahí parada, desvístete", ordenó él, aún ocupado con su teléfono. Bethel no lograba descifrar sus pensamientos o emociones; su rostro seguía tan inescrutable como siempre.

Con las manos temblorosas, comenzó a despojarse de su ropa, una prenda tras otra, deshaciéndose de las ligas de su cabello y dejándolo caer libremente. Finalmente, se quitó todo, desde la camiseta hasta las bragas.

Desnuda, evitó mirarlo directamente, fijando su vista en el suelo.

"A la cama", ordenó él de nuevo.

Bethel tragó saliva, presionando su cuerpo contra la cama, abrazándola como si fuera un refugio. Notó un movimiento detrás de ella, su cuerpo la envolvió, su voluptuoso trasero amortiguaba perfectamente su intensa erección.

Bethel cerró fuertemente los ojos. No tienes que mirar, se repetía, sin parpadear ni abrir los ojos. Pero cuando él deslizó su mano hacia su pecho y lo acarició, no pudo evitar gemir.

Se sintió repugnada consigo misma por gemir. Debería estar llorando, no gimiendo...

Harry se presionó más contra ella, aún completamente vestido. Su toque fue inesperadamente delicado mientras la forzaba a mirarlo, y el corazón de Bethel casi se detiene cuando su rostro, esculpido y atractivo, la observó de cerca. Ahí, descubrió un tatuaje en su cuello, que parecía más bien una firma.

"Dame la espalda", susurró él.

Bethel obedeció. El sonido de la tela moviéndose precedió su llegada detrás de ella.

Con cuidado, se posicionó en su entrada, sosteniendo su cadera con una mano mientras se introducía en ella. No fue brusco como aquella otra noche en su habitación.

En cambio, avanzó despacio hasta estar completamente dentro.

Le dolía, como siempre, pero había algo más, una sensación indescriptible. Emitió gemidos con cada embestida que recibía.

Comenzó un movimiento largo y estable.

Bethel se aferró a la cama, temerosa de que él la lastimara, de que torciera sus pezones con fuerza o golpeara su clítoris. Temía que tirara de su cabello o la hiriera gravemente.

Pero no lo hizo.

Continuó con un empuje firme y constante. Ella no comprendía lo que sentía, pero era abrumador y no era dolor. Era una sensación placentera.

Mientras acariciaba sus senos, él ajustaba el ángulo de sus embestidas. Sus gemidos se intensificaron al aumentar él el ritmo, entrando y saliendo con fervor.

Cuando él enredó su mano en su cabello, Bethel se tensó, esperando el tirón y el azote, pero en lugar de causarle dolor, la atrajo hacia él para intensificar el encuentro.

"Ohh... cielos", se le escapó. Una sensación insoportable la invadió, una ola de placer la sobrecogió por completo.

"Ohh Dios mío, harrrrrrryyyy"...

"Maestro, no Harry", corrigió él.

"Lo siento, maestro", se disculpó Bethel.

Él se alejó y ella quedó tendida, tratando de recuperar el aliento.

Observó cómo se alejaba sin mirar atrás. Nunca se desnudaba delante de ella. Aunque nunca había visto su miembro, conocía su tamaño y virilidad por la forma en que la llenaba.

¿Será también su odio hacia ella lo que le impulsa a permanecer vestido en su presencia?

"Sal de mi habitación", oyó.

Se vistió a toda prisa y salió corriendo. ¿Cómo puede ser tan insensible? Si tan solo su padre no la hubiera traicionado. Bethel siempre había soñado con una vida feliz, una vida en la que se sintiera plena, una vida en la que su esposo la amara solo a ella, y ambos fueran felices...

Tal vez los sueños no se hacen realidad, porque esto dista mucho de lo que ella había imaginado.

Observó la habitación de Ángel por un momento, sintiendo lástima por la pequeña por tener un padre como Harry.

Había intentado marcharse, pero el llanto de la niña la detuvo. No se dio cuenta de cómo sus pies la llevaron hasta la habitación.

*¡Papá!

*¡Mamá está aquí, quiere llevarme lejos!

*¡Se llevará a tu princesa!

*¡Papá!

*¡Niñera, no permitas que me lleve!

*¡Papá, no dejarás que mamá se lleve a tu princesa, verdad!

Bethel sintió pena por la niña, aunque le costaba entender sus palabras entre sollozos.

"La niñera está aquí, tranquila, mamá no te va a llevar", tranquilizó Bethel intentando tocar a la niña.

"Mamá está aquí, no quiero irme con ella. Quiero quedarme con papá para siempre."

"Cariño, mamá no está aquí. No te va a llevar, está bien?" Bethel la consoló, sin darse cuenta de que la había tomado en brazos, acariciándole el cabello suavemente.

Le cantó una nana conocida y la niña se durmió al instante. Bethel suspiró y trató de volver a acostarla en la cama, pero ella comenzó a llorar de nuevo.

Intentó con otra canción de cuna y al intentar acostarla, el llanto se intensificó. No quería que Bethel la dejara.

Al escuchar los llantos de Ángel, Harry dejó lo que estaba haciendo y corrió hacia la habitación de la niña.

Bethel se tensó en el instante en que él apareció, mientras Ángel seguía sollozando en sus brazos.

"¿Qué le has hecho?" preguntó él, su voz gélida y amenazante.

Bethel intentó hablar, pero las palabras no salían. La visión del odio palpable, crudo y profundo en los ojos de Harry le revolvió el estómago.

"No hice... no hice nada", balbuceó negando con la cabeza.

"Te lo advertí, Bethel".

Bethel no supo qué ocurrió después, pero cerró los ojos en cuanto percibió su presencia cerca.

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Agradezco sus comentarios después de cada lectura, gracias.