Bethel y la bestia

Mi padre había contraído una deuda enorme con un hombre extremadamente rico y poderoso y, al no poder saldarla, fui entregada como pago para resolver sus obligaciones financieras. Me convertí en su propiedad, en su esclava, en su juguete sexual, en su títere y en la más sumisa de sus criaturas. Se llamaba Harry Corner. Un hombre que infunde temor con solo mencionar su nombre, capaz de hacer que cientos se inclinen ante él; un príncipe multimillonario sin piedad, marcado por una infancia atroz. Era un ídolo con cicatrices. Harry se convirtió en mi tormento, en la fuente de mi sufrimiento. Me maltrató y me deshonró de las maneras más atroces y crueles. Me infligió dolor, se adueñó de mi alma, se apropió de mi cuerpo, tomó posesión de cada fragmento de mi ser para usarlo a su antojo.