El esposo del Emperador/C8 Capítulo 8.
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C8 Capítulo 8.

Desde que el Rey Tae Ho llegó al palacio no fue demasiado difícil su relación, ni siquiera se opuso cuando él decidió tomar una concubina, y realmente se relacionaban sólo cuando era estrictamente necesario. El Rey la mayor parte del tiempo pasaba en su palacio y parecía no estar en contra de ninguna de sus decisiones, al menos había sido así hasta antes de la última vez que enfermó, porque después de eso sentía que de alguna manera cambió.

No sólo apareció en aquel banquete en el que no era bienvenido, humillándolo a él y a la concubina Shi, sino que ahora la relación con su hijo mejoró, cuando en el pasado él decidió que lo mejor era que el Príncipe Won Goo fuera criado por alguien más, ya que fue informado del desprecio que parecía sentir su esposo hacia el bebé, así que él hizo lo que creyó que era mejor para el niño.

En aquel tiempo, su propio papá, el Rey viudo, intentó intervenir diciéndole que no era correcto, que en ocasiones tanto hombres como mujeres pasaban por un periodo en el que necesitaban readaptarse y asumir el hecho de que ahora tenían hijos, pero él decidió no escucharlo, dejando a su hijo al cuidado de una nodriza bajo la vigilancia de la concubina Shi, y fue algo a lo que el Rey no se opuso, ni siquiera cuando tiempo después nació la princesa Soo In.

Así que el Emperador estaba acostumbrado a esa vida en el palacio, en donde el Rey Tae Ho no era un mayor problema, sin embargo, después de la última vez que cayó enfermo había algo que le molestaba, y si bien, la noche anterior no fue un intento de asesinato como él creyó, no lo detuvo de aquella idea que estaba en su cabeza de volver a visitar los aposentos de su esposo esa noche, pero para no darle tiempo de preparar ninguna otra trampa fue algo que no avisó que haría.

Las doncellas del Rey parecían sorprendidas cuando él entro sin previo aviso, y aunque vio a la Dama Kim queriendo oponerse en el momento que él ordenó que se fueran de la alcoba, la mujer no tuvo más opción que obedecer, sin embargo, su rostro parecía preocupado, como si temiera a lo que él fuera a hacer.

El Emperador conocía aquella mirada, la Dama Kim siempre la tuvo cada vez que él visitó la alcoba del Rey, por no decir desde que llegó al palacio, pero a pesar de eso ella no parecía olvidar su lugar, que al final era una simple sirvienta, nada más, por lo que no podía oponerse a sus órdenes.

Pudo haber entrado en el baño, pero realmente no se sentía muy ansioso de ver al Rey Tae Ho mientras miles de pensamientos estaban pasando por su cabeza, así que fue paciente mientras lo esperó y realmente se regocijó al ver la sorpresa en su rostro, o el temor cuando él se acercó, pero todo duró tan poco, porque una vez más sintió que no estaba teniendo el control sobre él, como con la mención de la concubina Shi cuando antes era mejor no nombrarla o la manera en que parecía más decidido el consorte, tomando la iniciativa cuando nunca antes lo hizo, porque incluso lo besó tan expertamente cuando antes siempre pareció huir de sus labios.

El Emperador había comenzado a sospechar de que tal vez, la Dama Kim y el Rey Tae Ho se las arreglaron para encontrar a alguien demasiado parecido a él físicamente y que este había huido del palacio, quizás volvió con su familia, en donde parecía tener una vida más feliz, ¿o murió y fue reemplazado por alguien más?, ¿quizás uno de sus hermanos?, aunque en el pasado ninguno era demasiado idéntico a él.

Su lógica tenía muchos huecos y había sido apresurada mientras esperaba, porque intentaba entender la razón de aquel cambio en el Rey y, en lo único que podía pensar era en que fue reemplazado porque no querían que la concubina Shi se convirtiera en la Emperatriz, por eso aunque dejó el palacio había alguien ahí, diciendo ser él pero parecía que el papel no estaba siendo bien interpretado.

El hombre frente a él era elegante y se parecía al Rey en todos los sentidos físicos, altura, contextura, belleza, pero él estaba seguro que no lo era, si lo fuera, la noche anterior habría aceptado su visita y esa también, volviéndose alguien tan dócil que a veces él mismo tenía que asegurarse de que seguía respirando y no era un títere en su lugar.

—¿Quién eres? —repitió.

No tuvo más que como respuesta una respiración ligeramente acelerada, y sin darle tiempo de hablar o de intentar luchar, apartó de su cuello la daga por un corto momento, sólo fueron los segundos suficientes para girar el cuerpo de "el Rey", viendo como sus manos se colocaron en la pared para no golpearse contra esta.

La daga volvió a presionarse contra el cuello del Rey mientras el Emperador apartaba los largos mechos de cabello húmedo de su espalda, y sus ojos cayeron de inmediato sobre aquella marca de nacimiento que se extendía desde el inicio de su omóplato hasta el final de este, era larga y de ancho tenía alrededor de un centímetro, volviéndose más delgada hacia el final, su color era un café claro, algo de lo que ni siquiera Tae Young era consciente de que existía en ese cuerpo.

Los ojos del Emperador se ampliaron cuando encontró aquella marca, la cual en realidad había visto muy pocas veces y nunca le prestó atención, no hasta ahora que la había recordado y quería comprobar si estaba ahí, porque no importaba si era un familiar del Rey, dudaba que tuviera la misma marca de nacimiento que ahora veía y que hizo que lo soltara porque eso desmentía cualquier teoría que tenía.

Dio un paso hacia atrás viendo como el Rey giraba sosteniendo con su mano derecha la parte izquierda de su cuello, aunque podía ver algo de temor, también había furia en su mirada, porque Tae Young acababa de olvidarse el papel que estuvo interpretando todos esos días.

—¡Eres un idiota! —gritó.

Luego apartó su mano de su cuello, la cual estaba manchada de sangre, porque el Emperador no había sido muy cuidadoso al volver a colocar la daga y había hecho un corte sobre este, el cual no era muy profundo pero igual ardía y dolía un poco, que terminó por cambiar el humor de Tae Young, porque creía que podía soportar eso, sin embargo había ido más lejos de lo que creyó, porque cambió de tener sexo con aquel hombre a que casi le hubiese arrebatado la vida.

—¡¿Su Majestad ya decidió no matarme?! ¡¿O al final todo esto es una excusa para deshacerse de mí y que la concubina Shi pueda tomar mi lugar?! ¡Si no soy el Rey Tae Ho! ¡¿Quién soy, entonces?!

Conforme cada palabra iba saliendo de su boca, Tae Young se había dado cuenta de su error, pero estaba tan enojado porque aquella daga pudo haber terminado con su vida, y no había estado jugando a ser un Rey sólo para morir al final, y no sabía cómo el dueño original de ese cuerpo lo soportó, pero él al parecer no era igual, y si ya tenía una imagen con respecto al Emperador, esta cada vez iba empeorando más.

Los puños del Emperador se apretaron porque no acostumbraba que alguien le hablase de esa manera y sus labios se separaron con la intención de decir algo, sin embargo, gritos desde afuera del palacio lo interrumpieron.

—¡Fuego! ¡Fuego!

El Emperador le dio una mirada al Rey y luego con un gruñido abandonó la habitación, mientras Tae Young se detuvo a recoger su bata para después también salir corriendo, él no iba a tomarse el tiempo para colocarse algo de ropa, no acababa de salvar su vida para esperar ahí a que su cuerpo fuera envuelto por las llamadas, no, claro que no.

Cuando salió del palacio vio un alboroto provenir desde la parte de los jardines y aunque sabía que no era prudente ir hacia el lugar del fuego, lo hizo, encontrándose con que las llamas estaban en el lado opuesto a su alcoba, separándolos por el jardín en el que esa mañana él estuvo plantando tulipanes junto al príncipe Won Goo, y aunque hubo gritos en realidad las llamas no eran demasiado altas y serían fáciles de controlar.

—Su Majestad —escuchó la voz alarmada de la Dama Kim —¿qué hace aquí vestido así?

Tae Young apartó la mirada de las llamas, viéndola un poco desconcertado, ¿en realidad le preguntaba por lo que vestía?, porque para él era clara la respuesta si fuera de su alcoba alguien gritaba la palabra fuego causando un gran alboroto.

—Dama Kim —la voz del Emperador sonó fuerte y clara —lleve al Rey Tae Ho de regreso a su alcoba, no hay peligro de qué preocuparse.

—Sí, su Majestad —dijo la mujer.

—Espero que el Rey Tae Ho recuerde que su castigo no ha terminado.

La doncella Jo llegó poco después a su lado, colocando una capa sobre él, cubriendo su cuerpo, que si bien no rebelaba mucho a su parecer, parecía ser demasiado escandaloso para todos ahí, así que no se quejó por como estaba siendo cuidado por aquellas mujeres.

El cuerpo de Tae Young se estremeció ante aquellas palabras, ¿eso significaba que iba a regresar a la alcoba luego de que el fuego fuera extinto?, al parecer realmente nunca iba a librarse del Emperador.

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