C9 Capítulo 9.
Aquella noche el Emperador no regresó a su alcoba, pero eso no lo tranquilizó, ya que sentía que en cualquier otro momento podría hacerlo, sin embargo no fue así, no hasta que su castigo de encierro terminó, y aunque ahora le era permitido salir, no encontró más que aburrido el palacio. Es decir, tan silencioso y con guardias en cada lugar que era imposible decir que no tenía un par de ojos viéndolo en todo momento.
Tae Young no iba a mentir y decir que no tuvo miedo de que el Emperador lo hubiese descubierto, incluso soñó varias veces que era capturado y llevado a prisión, luego que era torturado tan dolorosamente buscando que dijera la verdad, y aunque en algún punto lo hizo, nadie le creía y seguían torturándolo, haciendo que despertara varias veces agitado, en algunas encontrándose con la dama Kim a su lado y en otras con la obscuridad.
—Majestad, ¿aquellas pesadillas han regresado? —preguntó la mujer mientras le extendía una taza de té.
Asintió, aunque sabía que la dama Kim no se refería a sus pesadillas, sino al dueño original de su cuerpo, porque esa pregunta estuvo la primera noche que despertó y la tuvo a ella a su lado cuidándolo. Él no sabía cuáles eran los temores del Rey, pero sí los suyos y era que su vida pudiera terminar en cualquier momento, ya fuera por ser descubierto o porque el Emperador lo odiaba tanto hasta que al fin se decidía a matarlo.
—Sé que será difícil, pero Majestad, debería de intentar descansar. Mañana es el cumpleaños de su Majestad, el Emperador, y su deber es estar a su lado.
Volvió a asentir mientras bebía del té, sabía que era un día importante porque todos en el palacio parecían estar atareados, además de que la Dama Kim había aparecido junto a otra mujer que se encargó de tomar sus medidas para confeccionar su nueva ropa, la cual usaría en la fecha tan importante como era el cumpleaños del Emperador.
La doncella Jo mientras estuvo a su alrededor no dejó de decir que él iba a ser el más bonito en ese día, que opacaría a todos, y aunque ella se mantenía fielmente a su lado, Tae Young todavía no le tenía confianza por completo, ella era joven, sentía que podía traicionarlo en el futuro si era requerido, después de todo, cada persona hacía lo necesario para su propio beneficio, sino fuera así, él no estaría ahí fingiendo ser un Rey, sino que buscaría los medios necesarios para regresar a su mundo sin miedo a ser expuesto.
La Dama Kim le había dado un té que le ayudó a conciliar el sueño, preparándolo para el día ajetreado que le esperaba porque estuvo despierto desde muy temprano arreglándose, y cuando todo estuvo listo fue guiado una vez más a aquel salón en el que sólo estuvo una vez y que causó que fuera castigado, pero ahora sabía que su presencia sí era requerida.
El Emperador ya estaba en el salón cuando llegó, y después de ser anunciado Tae Young entró, viendo que al igual que en el banquete anterior había varios ministros, sólo que en esta ocasión parecía haber muchas más personas, las que permanecieron en silencio y mientras él hacía la reverencia correspondiente antes de tomar su lugar en aquel gran asiento.
Un coro saludándolo se escuchó, haciendo que sintiera que las miradas de todos estaban sobre él, pero se obligó a soportarlo, después de todo era parte de ese papel que interpretaba.
—¡La consorte Shi ha llegado! —fue anunciado.
Vio el cambio en el Emperador, su espalda pareció volverse más recta y hasta se podía decir que estaba un poco ansioso, sus ojos parecían brillar y lo único que pasó por la mente de Tae Young era que tal vez ese hombre estaba realmente enamorado de la concubina Shi, sería normal, después de todo ellos se casaron por la obligación con su pueblo, nada más.
Cuando la mujer entró, su presencia parecía tan imponente que, si él no estuviera junto al Emperador, creería que ella era la Emperatriz. En ese día la concubina Shi parecía que se había esforzado por verse mucho más hermosa que la vez anterior que la vio, e incluso en los pocos segundos que sus ojos tuvieron contacto visual, Tae Young sintió que ella estaba burlándose de él.
Después de saludar al Emperador, ella ocupó el mismo lugar que la última vez, pareciendo tan elegante y sonriente mientras se sentaba, y al igual que cuando él lo hizo la multitud la saludó, sólo que no parecía tan eufórica como cuando él llegó, después de todo, había escuchado de la Dama Kim que habían muchos funcionarios que no estaban a favor de la mujer.
—¡El consorte Moon ha llegado!
Las cejas de Tae Young no pudieron evitar levantarse por la sorpresa, porque si bien, sabía que era normal que un Emperador tuviera más de una concubina, pensó que no era el caso del hombre a su lado, después de todo él sólo escuchó sobre la consorte Shi.
El hombre que acababa de llegar tenía el cabello castaño claro como él, largo hasta su cintura, su piel era blanca, labios carnosos y rosas, ojos cafés, sus rasgos faciales eran hermosos y Tae Young pudo entender que el Emperador tenía un buen gusto, porque la concubina Shi tampoco era fea, sin embargo, este hombre lucía una pequeña sonrisa en sus labios y parecía más amigable que la de la mujer, incluso cuando los saludó, no parecía arrogante.
A pesar de que aquel hombre le agradaba más a él, vio como el Emperador no parecía tener la misma reacción que con la concubina Shi, sino que sólo asintió mientras le pedía que tomara su lugar que parecía más bajo que el de la mujer, pero dejó de pensar en eso cuando volvió a escuchar la voz del guardia en la puerta anunciando a las siguientes personas que acababan de llegar.
—Su alteza real, el príncipe heredero Won Goo ha llegado, acompañado de las princesas Soo In, Si Yuk y el príncipe Jae Chul.
Tae Young vio como Won Goo fue el primero en ingresar, recordándole al primer día que lo vio, cuando se arrodilló frente a él, porque todo pareció repetirse mientras mostraba su respeto por el Emperador, sólo que en esta ocasión llegó acompañado de tres niños más, una niña pequeña y aparentaba tener la misma edad que él, ella era hermosa y sus rasgos fáciles se parecían bastante a los de la concubina Shi, se trataba de la princesa Soo In.
La otra princesa también era hermosa pero Tae Young estaba seguro que veía más rasgos del Emperador en ella, esta era la princesa Si Yuk, quien tenía cuatro años, y a su lado estaba un niño pequeño que no aparentaba más de dos años y sus rasgos eran muy parecidos a los del concubino Moon, así que para él no fue tan difícil saber hijos de quién era cada uno, después de todo, sólo Won Goo era su hijo.
Si decía que ese día no estuvo sorprendido, mentiría, ya que también conoció a algunos de los hermanos del Emperador. Ante sus ojos todos parecían tener una mirada astuta que le recordó que ese no era su mundo, que en el palacio al menos en las novelas y películas que había visto, todos tenían que cuidar su espalda porque todos eran traicioneros.
Tae Young no sabía que todos los príncipes que conoció y que no eran niños, estaban bajo reglas que los obligaban a mantenerse al margen, porque su pensamiento no era erróneo, si estos tuvieran la oportunidad tomarían la cabeza del Emperador y de cualquiera que se opusiera a que ellos llegasen al trono, y que consideraban que deshacerse de los príncipes era muy fácil, después de todo sólo eran niños. El problema real radicaba en el hombre a su lado, quien era mucho más astutos que ellos y por eso no habían logrado quitarlo de su camino.
Poco a poco, luego de que las personas terminaran de llegar, se hicieron presentes los regalos para el Emperador, uno más ostentoso que otro, porque no sólo parecía que era una guerra entre los ministros para saber quien daba el mejor regalo y así ganar su favor, sino que también los consortes hicieron su mejor esfuerzo.
El regalo del consorte Moon fue una figura de un tigre de oro, su tamaño era de al menos medio metro y tal vez en la actualidad eso era demasiado impresionante, pero en comparación con el regalo de la consorte Shi era algo demasiado pequeño, ella se había encargado de conseguir toda una colección de reliquias en jarrones que parecieron fascinarle al Emperador, y que fue un dato que el guardó en su mente, tal vez en el futuro le serviría saber que al parecer era un hombre coleccionista.
—Esa perra...
Escuchó a la doncella Jo gruñir a su lado, haciendo que volviese su cabeza hacia ella, mirándola con curiosidad a pesar de que la Dama Kim le hubiese dado un codazo para que se callara, porque si alguien la escuchaba estaría en problemas.
—Dama Kim —llamó Tae Young en voz baja —¿qué sucede?
La Dama Kim se acercó e inclinó al lado de él para poder susurrarle.
—Su Majestad, no sé si usted lo recuerda, pero hace meses usted decidió hacer un regalo para el Emperador pero el regalo se perdió mucho antes de llegar al palacio y... el material y años de antigüedad son los mismos que fueron presentados por la concubina Shi.
Tae Young ahora lo entendía, incluso aquella mirada que recibió antes, pero también estaba claro que si la acusaba no habría pruebas y al ser la preferida del Emperador el único que no tendría respaldo sería él, así que sólo asintió.
—¿Y cuál es mi regalo ahora?
—Su Majestad contrató a las mejores Kisaengs para el entretenimiento del Emperador...
La frase de la Dama Kim murió mientras veía a un grupo de cuatro mujeres entrar en el salón, siendo presentado por la concubina Shi, porque si bien el grupo que Tae Young había contratado era mayor en números, no dejaba de ser un regalo que el Emperador ya había recibido.
—Acabo de suponer que ese no es mi regalo, ¿verdad?
—Su Majestad...
—Está bien, Dama Kim, mi regalo seguirá siendo el mismo, ¿al Emperador le gustan los caballos?
—Su Majestad, el Emperador es amante de los caballos, pero...
—Dama Kim, dejaré en sus manos para que en los próximos días consiga el mejor caballo de la zona, ¿qué importa si no doy ese regalo hoy?
»Dama Kim, ¿sabe que más planea la concubina Shi?
—No, su Majestad, imagino que como cada año ella visitará en la noche la alcoba del Emperador.
Tae Young asintió y sonrió, entendía lo que la concubina Shi había hecho, pero él no estaba dispuesto a dejarla ganar, bien, podía robar sus ideas de regalo de manera tan descarada y pensar que como tenía el favor del Emperador no habría represalias, pero él no iba a dejarle el camino tan fácil, y aunque no estaba feliz acababa de tener varias ideas, que si bien, no se las decía a otra persona no había manera de que fueran a robárselas.
—Su Majestad —habló alto y claro Tae Young —espero que no le moleste que parte de mi regalo se presente mientras el banquete sea servido.
El Emperador sonrió de lado mirándolo con superioridad.
—¿Acaso su Majestad intencionalmente está intentando restarle importancia a su regalo?
—En realidad, esta primera parte de mi regalo no es tan importante —sonrió —además, la concubina Shi ya ha brindado suficiente entretenimiento y mi regalo será tan repetitivo y aburrido —habló calmado —y el resto de mi regalo no puedo dárselo ahora.
»Su Majestad —susurró inclinándose hacia él —espero que no le moleste recibirme en su alcoba esta noche.
Tae Young se regocijó en sí mismo cuando vio la sorpresa en los ojos del Emperador, si bien, él se había opuesto tantas veces a ser tocado por aquel hombre, ese día había cambiado todo gracias a la concubina Shi, si ella le arrebató sus regalos, ¿por qué él no podía arrebatarle uno de los de ella? Y más si comprendía que parecía ser algo importante para la mujer, después de todo era quien mayor atención recibía por parte de él.
—¿Su Majestad quiere visitar mi alcoba?, ¿no fue su Majestad quien casi me mata por evadirme?
La sonrisa de Tae Young titubeó un poco, sin embargo se obligó a calmarse mientras se inclinaba más cerca del Emperador.
—Si no dejé que su Majestad me tocara antes, era porque quería que mi regalo fuera muy especial, ¿cuánto tiempo pasó desde la última vez que visitó mi alcoba?, esta noche se sentiría diferente si aceptaba sus visitas.
Las cejas del Emperador se alzaron, pero su sorpresa no superó en nada a la de segundos después, cuando Tae Young se había inclinado más cerca de él, rozando sus labios e importándole poco si era escandaloso, porque nada le quitaba su felicidad de ver a la concubina Shi enojada. Bien, si ella podía quitarle sus ideas de regalo, él también podía hacerlo.